“Ya está bien de decir que Calderón es poco menos que un autor franquista”

Lluís Homar | Director de la Compañía Nacional de Teatro Clásico

El actor protagoniza el montaje de ‘El príncipe constante’ de Calderón producido por la CNTC que, bajo la dirección de Xavier Albertí, se representa en el Teatro del Soho hasta el domingo

Lluís Homar (Barcelona, 1957), en un camerino del Teatro del Soho.
Lluís Homar (Barcelona, 1957), en un camerino del Teatro del Soho. / Marilú Báez

Referencia clave de la escena contemporánea, Lluís Homar (Barcelona, 1957) es el protagonista del montaje de El príncipe constante de Calderón que produce la Compañía Nacional de Teatro Clásico (CNTC) y que, bajo la dirección de Xavier Albertí, se representa con cuatro funciones desde hoy y hasta el domingo en el Teatro del Soho Caixabank de Málaga. Desde 2019, Homar es el director de la misma CNTC.

-¿En qué medida ha abierto la pandemia el paréntesis perfecto para empezar a desarrollar su proyecto en la CNTC?

-La pandemia lo ha modificado todo, en todos los ámbitos. Lo ha cuestionado todo a nivel social y a nivel personal. Yo soy de los que piensan que la gran maestra es la vida y que por eso no siempre suceden las cosas que queremos que sucedan. Pienso que como sociedad tendríamos que plantearnos algunas cuestiones muy en serio. De entrada, que la naturaleza habla. Y que nuestra ambición de disposición de los recursos del planeta tiene límites muy concretos. Que aquí no cabe la ley del más fuerte. Todo esto nos debería sacudir. El problema es que no sé si a nivel colectivo vamos a ser capaces realmente de extraer un aprendizaje de todo esto. Te cuento todo esto porque en el Siglo de Oro, que también a su manera era una época convulsa, hubo personas como Cervantes, Lope y Calderón que, a pesar del caos que reinaba en todas partes, defendieron ciertas ideas. Quizá la más importante es la de que el espíritu tiene su espacio. Que el alma no es una invención pueril, ni un capricho, sino que tiene un sentido. Esta idea se fue diluyendo con el paso del tiempo, pero tal vez podamos recuperarla si queremos trabajar con el Siglo de Oro. Y quizá la coincidencia en la dificultad haga esta tarea más oportuna.

-¿Y cómo corresponde hablar al público contemporáneo de esa dimensión espiritual?

-Nosotros hacemos teatro contemporáneo con textos clásicos. Pero la necesidad de recurrir a estas fuentes y a estas ideas es una necesidad contemporánea. La gente quiere respuestas respecto a la utilidad de encontrarle sentido a la vida, de buscar valores que se han pervertido y de dar espacio al ser, a lo no material, a la relación con el otro y al viaje hacia uno mismo, a todo eso que parece no contar nada porque no forma parte de lo material. ¿De qué sirve no acomodarse, arremangarse y ponerse en marcha hacia lo que uno es, sin dejarse seducir por lo inmediato? Yo asumí la dirección de la Compañía Nacional de Teatro Clásico convencido de que en los clásicos podíamos encontrar respuestas a estas preguntas en el siglo XXI. Y lo sigo estando. Más ahora, que la cultura es aún más necesaria para abrir huecos en un mundo que se ha quedado demasiado oscuro a cuenta de la pandemia. De alguna forma, plantarte en un teatro para hacer El príncipe constante se puede entender una locura. Pero ahora sabemos que es una locura útil, que puede transformar la realidad. Tenemos materiales cuya eficacia ya conocíamos pero con los que seguimos explorando, a Lope y a Calderón, pero también a Séneca y a Shakespeare, ofrecidos desde la mirada contemporánea de dramaturgos contemporáneos como Lluïsa Cunillé, Alberto Conejero o Sergio Blanco. Queremos romper de una vez con la idea de que estos autores representan el pasado. Al contrario, son el presente y, más aún, el futuro. Conviene no olvidar que el compromiso de la CNTC es el que corresponde a una institución pública. Nos toca buscar la excelencia, pero desde la alegría. Desde que comencé en el Lliure con 19 años he procurado trabajar con entusiasmo, habitar casas con alma. Y contagiarme del entusiasmo de los demás. Es ahí donde tenemos una fuerza enorme, que el público percibe. Lo mejor que te puede pasar es que el público se acerque para darte las gracias.

-¿Echa de menos posición más troncal del teatro del Siglo de Oro en la cultura española actual, algo como lo que puede representar Shakespeare como emblema para la cultura inglesa?

-Bueno, yo siento que Shakespeare también es mío.

"Claro que hay que jugar con el Siglo de Oro y ponerlo del revés, pero hay que hacerlo con rigor, desde dentro"

-Desde luego. Pero me refiero a un nivel nacional, estratégico.

-Sí, pero me gusta pensar que lo que ha pasado es lo mejor que podía haber pasado porque es lo que ha pasado. Estamos donde estamos. Éstas son nuestras circunstancias. Shakespeare es inconmensurable, pero Calderón también. No tengo ninguna duda de que Calderón está a la altura de Shakespeare, pero tampoco podemos pretender que sea Shakespeare. Es una cuestión más universal, menos inclinada a las visiones parciales. Hace unos años vi en el Festival de Almagro un montaje de Fuenteovejuna que hacía una compañía de Costa de Marfil y tuve la impresión de que Lope había escrito la obra para ellos. Fue una revelación absoluta. Pero si lo que pretendemos es adaptar la plantilla de Shakespeare a nuestro propio patrimonio teatral, fracasaremos, porque cada tradición tiene su recorrido. Nuestro verso no es el de Shakespeare, y traducir el Siglo de Oro a otros idiomas no es nada sencillo. Un modelo de lo que queremos hacer es, precisamente, nuestra producción de El príncipe constante, porque está basado en la confianza total hacia nuestro patrimonio. Durante demasiados años hemos escuchado que Calderón era poco menos que un autor franquista, pero ya está bien. Nosotros lo hemos sacado del cajón. Y el Siglo de Oro incluye un patrimonio de miles de obras. Piensa que la Comedia Francesa, que podría ser el modelo más consciente para la CNTC, lleva siglos funcionando. La Royal Shakespeare, lo mismo. La CNTC se fundó hace 35 años, eso no es nada. Estamos dando los primeros pasos. Es apasionante, pero está todo por hacer.

-Perdone que insista con Shakespeare, pero ¿no le convendría pasar al teatro del Siglo de Oro por la misma desacralización de la que ha sido objeto el Bardo por parte del teatro británico? ¿Quitarle el mármol y ponerlo a jugar?

-Sí, claro que hay que hacer ese juego. Hay que poner al Siglo de Oro del revés. Hay que sobreponerse a la idea, todavía vigente en demasiadas partes, de que el Siglo de Oro hay que hacerlo con vestuario de época. Pero hay que hacerlo desde dentro, con rigor. Sin rebajar ese material que tenemos entre manos. Evidentemente, toda labor creativa exige libertad, hay que soltar la cuerda y dejar que suceda lo que tenga que suceder. Pero es importante no perder esa confianza que estamos recuperando ahora. No empequeñecer el material tan valioso del que disponemos.

-¿La evidencia de que a mucha gente le gusta el teatro clásico es una responsabilidad?

-Sí, tiene que ver con lo que te decía antes. Cuando alguien te agradece el trabajo que haces sientes un escalofrío, pero al mismo tiempo eres muy consciente de la responsabilidad que tienes entre manos. Por eso para nosotros es fundamental trabajar con rigor y buscar la excelencia, sin renunciar a la alegría. Es importante ser honestos y trabajar con la verdad. Eso está en el núcleo de todo. Para bien o para mal, yo ya tengo hecha mi carrera de actor. Pero si estoy en la CNTC es para aportar mi visión personal, mi trabajo y toda la experiencia que he atesorado desde el Lluire. La necesidad de buscar el alma en el teatro, esa demanda, no es hoy menor.

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