La tribuna
Voto de pobreza
Lydia Cacho | Periodista y escritora
Málaga/La publicación en 2004 del libro Los demonios del Edén, una investigación periodística que vinculaba la corrupción política en México con las redes de pedofilia, desató una tormenta judicial que concluyó con la primera sentencia por tráfico sexual de niños en el país y con nueva leyes, aún vigentes, para la protección de la infancia. Detrás de aquella revolución se encontraba Lydia Cacho (Ciudad de México, 1963), quien, a cuenta del señalamiento que hacía en su obra del empresario de origen libanés Jean Succar Kuri, todavía en prisión, así como del también empresario Kamel Nacif y del entonces gobernador de Puebla, Mario Marín Torres, fue secuestrada y torturada. Desde entonces, Cacho, que ya había investigado el feminicidio de Ciudad Juárez, se ha convertido en una referencia fundamental del periodismo y del activismo por la igualdad, mediante la publicación de artículos y reportajes de impacto mundial en muy diversos soportes y también a través de la puesta en marcha de casas de acogida. Autora de una veintena de libros (el último, Rebeldes y libres, apareció este mismo año) y reconocida con más de sesenta premios internacionales (entre ellos el Premio Olof Palme y el Premio de Libertad de Prensa de la Unesco), Cacho, nacionalizada española, tuvo que abandonar México hace cuatro años tras numerosas amenazas de muerte y, tras pasar tres años en Madrid, reside actualmente en Málaga. Rechaza el calificativo de leyenda ("No soy una anciana sabia, de momento"), pero su influencia en el mundo contemporáneo es proporcional a su coraje.
-¿Qué vino a buscar a Málaga y qué ha encontrado?
-Estoy feliz aquí. Salirme de Madrid es lo más inteligente que pude haber hecho. Madrid es una ciudad fascinante para visitarla, pero para residir puede ser muy hostil. Pero Málaga tiene todo lo que buscaba. La gente aquí es amable y sonríe, y eso es muy raro que pase en Madrid. Yo ya conocía Málaga desde hace veinte años, pero ahora la veo con una oferta cultural mucho más interesante y con librerías que tienen los libros que me gustan.
-¿En qué medida ha influido el exilio en su obra?
-Ahora estoy en un proceso de búsqueda de mi voz como escritora desterrada. He vuelto a escribir poesía y he llenado dos cuadernos, pero no sé si serán buenos. Hace poco me decía Isabel Allende que cuando eres migrante vas feliz con tus maletas a buscar un nuevo paraíso, mientras que cuando eres exiliada llevas las llaves de tu casa en la mano, con la esperanza de volver. Y es cierto, de hecho conservo en mi casa de Málaga las llaves de mi casa de México. Sin duda, todo mi trabajo periodístico y de investigación ha quedado trastocado por el destierro. Cuando tienes que dejar tu país, lo primero que tienes que hacer es garantizar tu sustento, y eso no es fácil. Todo lo demás viene después. En mi caso, Málaga ha sido la isla emocional en la que he podido comprender que sigo viva, que no tengo que seguir huyendo y que debo seguir adelante con lo que hacía. Y eso es lo más difícil.
-Recientemente se canceló en Toledo la representación de su obra teatral La infamia, en la que narra su experiencia como periodista en México. ¿Qué lectura hace de esta decisión?
-Vengo a España con frecuencia desde hace más de veinte años. Aquí he hecho muchas cosas, desde cursos de verano en universidades hasta trabajos de organización en casas de acogida para mujeres y niños. Justo hace veinte años me incorporé a un proyecto llamado Ellas dan la nota, un colectivo que dirige Cristina del Valle y que reúne a mujeres artistas y creadoras de distintos ámbitos. El objetivo de este proyecto es ofrecer propuestas culturales liderados por mujeres, dentro y fuera de España, a partir de los que podamos tener una cierta incidencia política. En los primeros años hicimos dos giras por toda España y más de la mitad de los Ayuntamientos gobernados por el PP nos contrataron, y conviene no olvidar que en el PP hay muchas mujeres implicadas en áreas de Igualdad que buscan proyectos culturales y educativos para sensibilizar sobre la materia. Pero, cuando me llamaron de la productora para decirnos que cancelaban La infamia, entendí que era una medida tomada a título individual, muy seguramente por un señor de Vox que quería mandar un mensaje de advertencia, no a mí, sino a las mujeres que hacen su trabajo en las concejalías de Igualdad. Y me gustaría reivindicar que, en cuestiones de igualdad, todas las mujeres que trabajan en esta área dentro de las administraciones, sean de izquierdas o de derechas, quieren seguir luchando contra la violencia de género. Lo que tenemos ahora son algunos individuos ignorantes dispuestos a ordenar que se pague lo que cueste la cancelación de un proyecto que no les gusta sólo por una demostración de poder.
-Nada que ver entonces con el ajuste presupuestario que argumentó el Ayuntamiento de Toledo.
-No, claro que no, de hecho hubo proyectos mucho más caros que se financiaron y se aprobaron sin problema. En ningún momento hubo problemas de liquidez, eso quedó demostrado.
-¿Qué opinión le merece la vida cultural española desde que reside aquí?
-Creo que, en los últimos años, la gente de la cultura y los creadores que trabajan en España, y seguramente estoy haciendo una generalización injusta, se ha convertido en esclavos del Estado del bienestar. Se creyeron demasiado pronto que son muy europeos. Quienes vivimos desde fuera lo que hizo el franquismo a este país vimos después cómo se cambió todo, de la noche a la mañana, en una democracia un tanto artificiosa, un proceso sometido a la opinión de un rey, lo que no deja de corresponderse con un paternalismo notorio: tenemos una democracia pero, por si acaso, por si no funcionara, podemos acogernos a lo otro. Al mismo tiempo, España pasó de aquel terror del franquismo a sentirse en la primera línea europea casi de un día para otro, cuando esos desarrollos requieren mucho más tiempo. En España hay todavía cien mil personas desaparecidas, igual que en México; pero, para el periodismo español, en México son todos unos bárbaros mientras España es ese país que preserva su memoria histórica, que se resiste a entrar de lleno en su pasado con tal de no herir a nadie. Lo que pasa es que España tiene miedo de descubrir un buen día que su democracia era de juguete, de mentiritas. En México ya sabemos lo que hay, todo es un desastre, los políticos son una mierda, la corrupción lo llena todo, pero, con todo, la democracia está instalada. Aquí la democracia todo el mundo la toma como con pinzas. Pero en cualquier momento caerá el fantasma y los franquistas que andan por ahí pululando adquirirán más fuerza. Y eso tendrá que ver con el rechazo a buscar a los cien mil desaparecidos que siguen en las fosas comunes.
-En cuanto al feminismo, ¿ha revelado el caso de Luis Rubiales una conciencia distinta en España?
-Celebro que exista Luis Rubiales. Ese beso fue lo mejor que le pudo pasar al deporte femenino en España. Durante décadas, en todos los deportes, con mujeres y también con niños, ha habido una enorme cantidad de abusos por parte de entrenadores y técnicos. Tenemos a sanitarios que insisten en los tocamientos a testículos a niños cuando esto está ya tipificado como abuso, pero todo se ha silenciado sistemáticamente. Todos estos individuos han lanzado un mensaje muy concreto a las mujeres y niños que han querido dedicarse al deporte: si te enfrentas a mí, olvídate de tener una carrera. En cualquier modalidad. Así que España necesitaba un Luis Rubiales, con su falso comunicado, con toda su confianza en que las futbolistas le tendrían miedo, con el teatro con sus hijas y todos los que le aplaudían. Así hemos podido ver a esa parte de la sociedad española que sigue aplaudiendo al modelo de hombre cromañón. Y ese modelo, agresivo, patriarcal, que se cree dueño de las mujeres, se ha visto representado. Pero también hemos visto otra cosa: si esto llega a pasar hace diez o quince años, apenas un puñado de hombres se habría atrevido a criticar a Rubiales. Ahora hemos constatado una respuesta masiva, también desde muchos futbolistas, lo que demuestra hasta qué punto se ha interiorizado el concepto de igualdad, hasta qué punto el feminismo ha hecho su trabajo. Yo celebro todo esto.
-Sus últimos libros prestan especial atención a los adolescentes. ¿Hay motivos para la esperanza?
-Si prestas atención a lo que llaman Generación Z, encuentras que esos niños y jóvenes han desarrollado capacidades cognitivas, conductuales e intelectuales que ninguna otra generación había alcanzado en la historia de la humanidad. Esto tiene que ver con el impacto de las nuevas tecnologías, pero también con la manera en que el cerebro humano se ha transformado fisiológicamente, tal y como han investigado numerosos neurólogos. La ansiedad, por ejemplo, funciona hoy de manera completamente distinta a como lo hacía hace sesenta años. Entonces, una persona que tuviera que enfrentarse a los niveles habituales de ansiedad en el presente, difícilmente lograría sobrevivir. Ahora, nuestros jóvenes comparten una preocupación general por el cambio climático, por ejemplo, pero no sienten ningún respeto a cuestiones como la inteligencia artificial, que es algo que aterra a los mayores de cuarenta años. Esos jóvenes están aprendiendo a aprender: son capaces de mostrarse creativos con sus propias vidas, emplean sin miedo la tecnología para adaptar su existencia a las nuevas circunstancias. Los mayores son incapaces de emprender esta adaptación, por eso ven a los jóvenes como a bichos raros. Un adolescente admitirá que es adicto a la pornografía en internet con mucha más naturalidad que un adulto. Y sabrá buscar remedio, por tanto, con mucha más madurez. Esos jóvenes van a enfrentarse a un mundo mucho más duro del que nosotros les dejamos. Pero saben manejar las herramientas para salir airosos.
-Hace unos días, un juez ordenó en México el regreso de Succar Kuri a la prisión de Cancún desde el penal de Chiapas al que había sido trasladado. Algunos expertos advierten del riesgo que esta medida entraña para la gobernabilidad de la prisión de Cancún. ¿Cómo vive usted estos acontecimientos desde la distancia?
-Con hartazgo. Estoy muy orgullosa de lo que hice, volvería a hacerlo. Lo que pasa es que ahora conocemos bien las redes de poder de esta gente, que cada vez son menores, es cierto, pero ahí están, en parte porque hay jueces que se siguen vendiendo. La corrupción es muy profunda. Y al final todo esto invade mi vida de manera innecesaria. No ya a un nivel emocional, sino porque continuamente estoy obligada a tomar decisiones con mis abogados en México. Y ya sólo quiero que me dejen en paz. Hace unos días me enviaron un informe médico que confirma que Succar Kuri tiene cáncer de próstata y que se encuentra muy grave. Pero de momento sigue en la prisión de alta seguridad de Chiapas, todavía no lo han movido a Cancún.
-Tal vez entonces la decisión del juez ha sido motivada por su enfermedad.
-El hijo mayor de Succar Kuri sigue viviendo en Cancún, al frente del negocio de su padre y de buena parte de sus propiedades. Ahora, la familia ha pedido a la gobernadora de Quintana Roo esta medida de clemencia, dado que Succar Kuri está muy enfermo y es un hombre ya mayor. Así que corresponde a la gobernadora decidir si tendrá piedad o no con un hombre que se dedicó a abusar sexualmente de cientos de niñas y niños. Pero no hay que olvidar lo que dicen otros informes: en la prisión de Cancún, hace sólo ocho años, Succar Kuri vivía en una suite y le llevaban allí a niñas pequeñas. Eso fue lo que motivó el traslado a Chiapas.
-¿Valió todo la pena, aunque parezca que el tiempo diluya los efectos de Los demonios del Edén?
-Claro que sí. Yo soy periodista, no policía. Mi trabajo llevó a muchos sujetos a la cárcel, con sentencias firmes, y los jueces me pidieron que testificara, lo que me obligó a actuar en parte casi como policía y como abogada, porque tuve que dar la cara por víctimas que confiaban en mí. Ahí había una decisión ética que tomar, sobre si debía testificar o no, y la tomé. Otros colegas en situaciones similares recurrieron a su derecho a no testificar. Yo no lo hice. Pero todo eso es circunstancial. Lo que hice como periodista fue revelar a la sociedad determinados hechos que no conocía y explicarlo todo con cierta pedagogía. Por eso escribí Los demonios del Edén y otros libros que han causado justo el efecto deseado. Las leyes que actualmente rigen en México todo lo que tiene que ver con pornografía infantil y el abuso a la infancia nacen directamente de la reacción social que se dio entonces. Eso sí que tiene que ver con mi trabajo. Y me siento orgullosa.
-¿Se sabrá algún día todo lo que pasó en Ciudad Juárez?
-Espero que sí. Empezamos un puñado de feministas hace treinta años a narrar los feminicidios de Ciudad Juárez. No es poca cosa. Y creo que este trabajo sobre cómo documentamos el feminicidio en México puede ser útil para España. Nos dedicamos a investigar el fenómeno, historia por historia, tratando de entender el contexto social en el que estas chicas desaparecían. Casi todas eran maquiladoras y compartían rasgos, así que tiramos de ese hilo, haciendo una investigación criminológica casi sin saberlo. Pero teníamos claro que no se trataba de poner el grito en el cielo, ni de culpar a todos los hombres, ni de armar un escándalo, sino de aclarar en cada caso quién, por qué y qué les permitía cometer esos crímenes. Creo que aquí hay una lección: hay que salirse del escándalo y del grito y hacer tu trabajo en silencio, seguir todos los rastros y completar todas las historias. Y, luego, contar a la sociedad lo que has descubierto con el mismo sosiego, sin horror ni acusaciones generales. La rabia se apodera de la inteligencia y se la come a bocados. La ira, por el contrario, es un disparador emocional que te pone en marcha sin cegar la inteligencia. Hay que tener siempre claro que los periodistas no somos los protagonistas de la noticia. Trabajar desde la descalificación y el escándalo no sirve para nada a la pedagogía social.
-¿Espera darle uso pronto a la llave de su casa de México?
-No. Mira, justo estos días estoy terminando de vender esa casa. Tengo que aprender a decir adiós al pasado. Me está costando muchísimo, pero volver significaría dirigirme a la muerte sólo por querer regresar a un hogar que ya no existe. Ahora se trata de reinventar un hogar en el destierro. Un hogar del que no tenga que huir.
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