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La malagueña más universal

La Orquesta Filarmónica cerrará el próximo fin de semana su temporada con el programa 'Málaga, Ciudad del Paraíso', una revisión a la influencia del género popular en compositores como Albéniz, Debussy y Chabrier.

El guitarrista malagueño Pepe Romero, uno de los primeros embajadores de su instrumento en todo el mundo, participará en el concierto.
Pablo Bujalance / Málaga

18 de junio 2012 - 05:00

Si la historia de la música en España se dibujara como una línea continua y coloreada según los periodos de esplendor o decadencia, se observaría una larga travesía en negro desde mediados del siglo XVI hasta principios del siglo XX, o lo que es lo mismo, desde la proyección renacentista y europea de Tomás Luis de Victoria hasta la aparición de compositores nacionalistas como Falla y Albéniz. Durante esos 400 años el apogeo mundial en cuanto a la composición musical correspondió a Alemania, Austria, Italia y, en menor medida, a Inglaterra, cunas de las más excelsas óperas y sinfonías. En la distinción entre música culta y popular, fue paradójicamente la aproximación a géneros folklóricos lo que permitió a España volver a competir con el resto de Europa: la suite Iberia de Isaac Albéniz, compuesta entre 1905 y 1909, fue aclamada por Debussy primero y Messiaen después y considerada en todo el mundo una de las cumbres de la producción pianística desde la misma invención del instrumento. La atención a lo popular por parte de los grandes genios, con el flamenco ya más que consolidado como género en toda su variedad rítmica, tuvo a la malagueña, uno de los palos matriz más eficaces por sus cualidades melódicas, en su más alta estima, y por eso influyó de manera decidida en compositores como los citados. Ahora, la Orquesta Filarmónica de Málaga se dispone a cerrar la temporada de abono 2011/2012 con un programa que revisa precisamente los mecanismos por los que la música popular andaluza en general, y malagueña en particular, alumbraron algunos de los episodios más felices de la llamada música culta (demostrando, de paso, que los límites entre ambas no eran tan sólidos como algunos aún pretendían, dando así la razón a quienes desde el romanticismo preconizaban lo contrario) del siglo XX.

Este programa, bautizado en recuerdo a Vicente Aleixandre Málaga, Ciudad del Paraíso, se vestirá así de largo el viernes 22 y el sábado 23 con un repertorio significativo en su alcance nacional e internacional. La huella más presente de la malagueña vendrá la mano de Málaga, la pieza que Albéniz incluyó precisamente en su suite Iberia, adaptada para orquesta por Carlos Suriñach y dotada de una notable complejidad rítmica, deudora del cante original y con una expresiva arquitectura armónica; también de la misma suite, e igualmente orquestada por Suriñach, es la Rondeña, con su compás de amalgama tomado de la petenera (buena parte de los palos flamencos construidos en compás de amalgama más populares de la actualidad procedente de la rondeña). Por lo demás, puede considerarse de verdadero acontecimiento la comparecencia del guitarrista Pepe Romero como solista para la interpretación de la suite Nocturnos de Andalucía, compuesta en 1938 en Berlín por el cordobés Lorenzo Palomo. Y de la influencia que el nacionalismo español, y por extensión la música tradicional andaluza, ejercieron en los impresionistas franceses darán cuenta la pieza Iberia de Claude Debussy, casi un scherzo integrado en sus Imágenes para orquesta con castañuela y pandereta, según el orden del arabesco postromántico; y España, compuesta por el visionario Enmanuel Chabrier ya a finales del siglo XIX tras una estancia de cuatro meses en la Península Ibérica, cuyo momento álgido viene de la mano, claro, de una malagueña por derecho.

Los interesados podrán profundizar en este legado en un encuentro con el director titular de la OFM, Edmon Colomer, que se celebrará con entrada libre en el mismo Teatro Cervantes antes de los conciertos (el viernes 22 a las 18:30 y el sábado 23 a las 18:00), con la participación del profesor y crítico Fernando Anaya. Y es que, cuando Ernesto Lecuona armó su Malagueña, en 1933, ya estaba casi todo dicho. Ahora toca gozarlo.

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