Memoria histórica e igualdad: la defensa de dos directoras de teatro en Málaga

Festivalada es una iniciativa de la Asociación de Directoras de Artes Escénicas de Andalucía (ADA) para visibilizar a la mujer en el sector

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Las directoras de teatro Carmen Ruiz-Mingorance y Leonor Pelayo en la biblioteca de la ESAD.
Las directoras de teatro Carmen Ruiz-Mingorance y Leonor Pelayo en la biblioteca de la ESAD. / Mar Bassa

En el mundo del teatro, las mujeres directoras han tenido que enfrentarse históricamente a prejuicios y barreras que "dificultan" su desarrollo profesional. Así nació la Asociación de Directoras de Artes Escénicas de Andalucía (ADA), que ya cuenta con 100 integrantes y este año se han lanzado con el primer festival a nivel autonómico: Festivalada. El objetivo es dar visibilidad a las mujeres en el sector y contará con una variada programación de espectáculos y talleres desde el 1 hasta el 23 de febrero. "Con las taquillas de las funciones, se da una ayuda a la producción de cada compañía y esto no es solo una muestra, es una manera de respaldar nuestro trabajo y de dignificar nuestra profesión", explica Carmen Ruiz-Mingorance en una entrevista con Málaga Hoy.

Ella es profesora en la Escuela Superior de Arte Dramático, directora y actriz. Lleva a escena Seguramente vendrán mañana, una obra inspirada en Esperando a Godot de Samuel Beckett, pero desde una perspectiva que explora la memoria histórica. "En mi obra, en lugar de un árbol muerto, están las raíces que se entrelazan en la tierra para encontrar a dos mujeres enterradas, una en una cuneta y otra en una fosa común; llevan 88 años esperando a que alguien venga a sacarlas de allí", comenta la directora.

La obra aborda, además, el impacto de la Ley de Memoria Histórica: "Creo que esta ley salió para callar bocas, pero no se le dotó de presupuesto para levantar las fosas porque la gente tiene que hacerlo con su propio dinero, y eso es indignante". En su montaje hay documentos gráficos e históricos, un teatro documental que "impacta profundamente al público". Su compromiso refleja cómo el teatro sigue siendo un "medio poderoso para abordar temas sociales, rescatar historias olvidadas y dar voz a quienes, en otros tiempos, fueron silenciados".

Por otro lado, Leonor Pelayo presenta una lectura dramatizada que da voz a Blanche DuBoise, el personaje central de Un tranvía llamado deseo. Es una secuela de la obra original, en la que Blanche está fuera de "ese manicomio en el que la dejaron" y cuenta su verdad, sus vivencias internas, los problemas que "sufrió como mujer en una época de censura". "Creo que estos problemas, aunque sean ficción, representan mucho de lo que las mujeres vivimos", defiende la directora y profesora malagueña.

Pelayo también enfatiza su compromiso con la lucha por la igualdad de género en el ámbito artístico: "Todavía vivimos en un mundo donde el hombre tiene mucho más poder, hay más oportunidades para los hombres, incluso en las artes escénicas". La artista afirma que "siente una necesidad imperiosa" de hablar de la desigualdad de género en sus obras y que su propuesta quiere "hacer justicia a este personaje femenino, a las mujeres de esa época y a las de ahora".

Ambas directoras destacan la importancia de la unión entre mujeres en el ámbito artístico. Ruiz-Mingorance celebra la creación de una asociación de mujeres directoras: "En un año de vida hemos logrado organizar un festival con talleres, lecturas y conferencias en espacios maravillosos; las mujeres, cuando nos unimos, logramos cosas increíbles". Se siente orgullosa de pertenecer a la entidad y de contar que "esto es posible" y que deben seguir "ampliando el espectro, no solo en Andalucía, sino en toda España".

Ambas directoras coinciden en que el arte, y en particular el teatro, tiene el "poder de transformar y de mostrar verdades que no siempre se ven en otros espacios". Leonor Pelayo, además, sostiene que las mujeres tienen que seguir luchando por un espacio en el arte: "Somos distintas, sí, pero eso no debe impedirnos tener las mismas oportunidades que los hombres, es cuestión de justicia". Ambas coinciden en que, aunque los tiempos han cambiado, aún queda mucho por hacer para erradicar estos comportamientos.

"Menospreciada no me he sentido, porque será por mi carácter, pero sí discriminada", confiesa Ruiz-Mingorance. Cuando empezó a dirigir, cuenta que llegaba un teatro y los técnicos se miraban entre ellos: "Decían que no podía hacer según qué, se daban esos codazos como pensando que qué sabría yo, y yo les contestaba: 'No, no, lo vas a hacer, y como yo te diga'. No se encontraban cómodos con una mujer directora". Pelayo, por su parte, comparte una experiencia similar: "Aunque ahora pasa menos, todavía existe ese pensamiento de 'una mujer a mí no me manda'. Ya no lo dicen porque no pueden, pero está implícito en la mirada".

Para las mujeres en el teatro, el camino siempre parece más arduo. "Una mujer tiene que demostrar el triple para hacer lo mismo", sentencia Carmen. "Eso es lo que no nos parece justo, yo no quiero ser más que nadie, ni siquiera más que otra mujer, solo quiero hacer mi trabajo y que se me reconozca", añade. Leonor sostiene que están "trabajando constantemente": "No queremos que nos regalen nada, pero queremos el mismo reconocimiento que se le da a un hombre, llevamos muchos años luchando y no paramos, nuestro trabajo está tan preparado como el de cualquier otro profesional".

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