La memoria viva del rock

Fallece a los 76 años el guitarrista y cantante Enrique Lozano, el genio que al frente de Los Íberos revolucionó desde Torremolinos el panorama musical español a finales de los 60

La memoria viva del rock
La memoria viva del rock
Pablo Bujalance

04 de enero 2017 - 02:04

Málaga/Suya fue la primera guitarra eléctrica que llegó a Málaga. Aquella Gibson Melody Maker fue un regalo de Lee Setomer, el propietario del local de Torremolinos El Mañana, el mismo en el que nuestro hombre, quien ejercía aún de camarero, decidió que lo suyo tenía que ser la música. Tanto fue así que Enrique Lozano llegó a revolucionar el rock español a finales de los 60 al frente de Los Íberos, el grupo que desde la misma Costa del Sol aportó madurez, músculo y ambición al todavía ingenuo y candoroso pop nacional. La historia de Los Íberos fue efímera, pero su influencia y especialmente su calidad, con producciones facturadas en Londres que aún hoy destilan una admirable solvencia, apenas tienen parangón en las bandas de su generación. Lozano, cantante, guitarra solista y compositor de la mayor parte de los éxitos de Los Íberos, falleció ayer en Málaga un mes antes de cumplir 77 inviernos, después de años de contienda contra la mala salud y la desmemoria. Su mujer, Carmen Donate, escribió y publicó en 2013 su biografía, A la búsqueda de una identidad, un órdago lanzado precisamente para garantizar que nada quedara perdido. Y es que tras la muerte de Lozano, un talento musical único en su tiempo, el recuerdo es lo que nos queda para que el rock conserve su latido en este siglo.

Nacido en El Perchel en febrero de 1940, hijo de un represaliado republicano que tuvo que exiliarse en Francia aquel mismo año, Enrique Lozano también marchó al país galo en un temprano 1955 pero regresó a tiempo para incorporarse al volcán que se disponía a entrar en erupción en Torremolinos. Ya a partir de 1961 probó suerte sin mucha fortuna en diversas bandas y orquestas (con las que, no obstante, pudo actuar en Francia, Alemania e Inglaterra; llegó a tocar de hecho en el legendario Whisky a Go-Go del Soho londinense) hasta que en 1966 decidió fundar Los Íberos junto al leonés Adolfo Rodríguez (guitarra rítmica y voz), el también malagueño Diego Cascado a la batería y el almeriense Cristóbal de Haro al bajo. El grupo tenía su plaza fuerte en el Top Ten, otro de los locales imprescindibles de la época en Torremolinos, donde cada noche deleitaba al respetable con sus versiones de The Beatles, The Hollies, The Kinks, Manfred Mann y Small Faces, entre otros. La experiencia internacional de Lozano permitió a Los Íberos grabar su primer sencillo, Summertime girl (con el irresistible golpe psicodélico de Hiding behind my smile en la cara B), en 1968 en los estudios Decca de Londres a las órdenes de Wayne Bickerton y Tony Waddington. Poco después, el cuarteto entregó un segundo sencillo con Las Tres de la Noche y Corto y Ancho, ya enteramente en castellano y con aspiraciones comerciales más palpables sin renunciar al sonido marca de la casa, tan contundente como esmerado. A partir de entonces, la escena madrileña se rindió al grupo, que se hizo imprescindible en locales como el Picadilly y que contó con el apoyo de periodistas como Carlos Tena y José María Íñigo hasta su aparición en el histórico programa televisivo Escala en Hi-Fi, donde llegaron a tener una sección semanal. Las ofertas para la grabación de su primer LP llegaron de inmediato pero Lozano y los suyos decidieron rechazar cualquier propuesta que llegara de los estudios españoles: querían repetir la hazaña y grabar su primer álbum de larga duración en Londres. Lo consiguieron finalmente en 1969, cuando ficharon por Columbia tras una actuación como teloneros de Los Bravos en el Caravelle en la que el público se negó a recibir a los cabezas de cartel mientras aclamaban a los de Torremolinos. Aquel primer LP, Los Íberos, fue también el último. Su posterior cambio de rumbo a favor de la adopción de tonos progresivos se saldó con una notable pérdida de popularidad. En 1970, cuando ejercían de banda de acompañamiento de Massiel, los cuatro músicos sufrieron un accidente de tráfico. Enrique Lozano quedó con secuelas graves y fue sustituido por el madrileño Anselmo José Fernández. Después de otros cambios, y tras la salida de Adolfo Rodríguez (quien se integró en el cuarteto Cánovas, Rodrigo, Adolfo y Guzmán), Los Íberos se disolvieron finalmente en 1973.

La última actuación de Enrique Lozano tuvo lugar en 2011 en el Teatro Cervantes, dentro del homenaje a Los Íberos que organizó Javier Ojeda. El resto es memoria.

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