Las mezquitas funerarias de calle Agua, 20 años después
A finales de los 80 se hallaron las únicas mezquitas de este tipo conservadas en al-Ándalus · Hace un año se hizo el proyecto museográfico pero el espacio aún no está listo para la visita
En un solar en la calle Agua surgió en la segunda mitad de los años 80 un hallazgo arqueológico singular. Se trata de dos mezquitas funerarias y restos de un panteón que forman parte de la necrópolis de Yabal Faruh, considerada la más grande -tanto por espacio como por densidad- de al-Ándalus. En todo el territorio de la España musulmana no se han encontrado hasta el momento este tipo de construcción y por ello la Junta decidió expropiar el terreno para realizar las pertinentes excavaciones y puesta en valor de los vestigios. De eso ya han pasado 20 años. El arquitecto Ciro de la Torre acondicionó el espacio para la visita y la Dirección general de Bienes Culturales de la Junta encargó el año pasado al profesor Manuel Acién el proyecto museográfico, aún pendiente de adjudicación. Dos décadas después, los restos están cerrados al público.
Desde la actual plaza de los Monos y calle Altozano hasta la ladera del Monte Gibralfaro se extendía la necrópolis, dividida por el arroyo Calvario sobre el que hoy discurre la calle Victoria. En la zona donde se encontraron las mezquitas "aparecieron cinco niveles de enterramientos datados entre el siglo XI y el XV", explican los arqueólogos Manuel Corrales y Luis Efrén.
Las estructuras aparecidas son "exclusivas, porque no se han encontrado otras iguales en al-Ándalus", dicen los expertos. Estas mezquitas funerarias estuvieron en uso desde el siglo XII al XIV y "es la decoración la que demuestra sus tipos de uso". Estrellas de ocho puntas, octógonos y el árbol de la vida se pueden ver en los muros de estos edificios sin cubierta. "Tenían paredes de un metro y medio de altura aproximadamente con su Mihrab en el muro de la Quibla, orientado al este", comenta Luis Efrén. La primera hipótesis que se barajó, según apuntan los arqueólogos, es que eran lugares para enterrar a un santón, Ibn al-Qatar, eremita que habitó en la falda de Gibralfaro, pero no se hallaron evidencias que mantuvieran esta teoría. Eso sí, algunos de los restos humanos que se encontraron se conservan in situ, bajo la grava protectora.
También se encontraron otro tipo de piezas que se expondrán en vitrinas para completar, junto con paneles, dibujos y un audiovisual, el recorrido por el espacio arqueológico. "Sobre todo se encontraron macabrilla, piedras que se colocaban en la cabecera de los muertos, estelas de orejeras, otro tipo de ornamento, jarras y candiles", comenta Manuel Corrales y añade que también se encontraron restos de madera y clavos de los ataúdes. No se hallaron ajuares, porque los prohibía el Corán y los cuerpos, siempre que el espacio lo permitiese, tenían que reposar bajo un metro de tierra. Con una simple mortaja y colocados de cúbito lateral derecho con la cara mirando al este enterraban a sus difuntos en estos rawda funeraria, una especie de jardines y parques que invitaban al paseo y la contemplación.
La Junta espera adjudicar el proyecto de museografía el próximo año, pero aún no hay fecha para su apertura al público. Problemas en el proceso de expropiación ralentizaron los primeros pasos y se tuvo que esperar a la construcción del edificio para encargar el proyecto de puesta en valor. Mientras tanto, estos restos singulares siguen dormitando en el desconocimiento de malagueños y visitantes.
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