Museo Picasso Málaga: cambiarlo todo, seguir igual
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El centro cierra el año de la ‘Celebración Picasso’ con su mayor registro de visitantes, un nuevo director artístico y algunos ases garantizados de cara a un futuro lleno de incógnitas
Miguel López-Remiro, nuevo director del Museo Picasso Málaga
Récord de visitas en el Palacio de Buenavista
Málaga/Consideraba Séneca el éxito como un eficaz evaluador del carácter: entre quienes se aferran a lo logrado para justificar la mayor fidelidad al rumbo seguido y quienes deciden aprovechar la coyuntura para ponerlo todo patas arriba y probar fórmulas distintas, los estoicos, ya se sabe, preferían el punto medio aunque sin jugársela demasiado, lo que venía a redundar en cierta impostura social. El Museo Picasso Málaga cierra su participación en la Celebración Picasso, orquestada entre España y Francia para la conmemoración del 50 aniversario de la muerte del genio, con una cierta sensación de más de lo mismo, de esto ya lo sabíamos, aunque con los deberes bien hechos: la efemérides, la afluencia turística y la programación defendida se han confabulado para arrojar el mayor registro de visitantes en la historia del museo, con cerca de 780.000 en los últimos doce meses, con lo que la pinacoteca revalida su posición como el museo más visitado de Andalucía y uno de los que más crecen en España en cuanto a proyección e influencia. Pero donde sí que acertó el Museo Picasso fue en la celebración particular de su vigésimo aniversario, concebida de puertas afuera en una simbólica alianza con la ciudad misma: fue ahí donde Málaga pudo revalidar con más firmeza su idilio con el Picasso como su museo. Aunque tampoco ha sido un año fácil, con un conflicto laboral enquistado entre los trabajadores del centro y su Consejo Ejecutivo que, aunque resuelto in extremis con el nuevo convenio colectivo, ha dejado tras de sí un desgaste notorio. De cualquier modo, y dijera lo que dijera Séneca, el Museo Picasso Málaga llega a un estado de buenas noticias obligado a afrontar cambios de altura con la salida de José Lebrero como director artístico y la llegada de Miguel López-Remiro como su sustituto. El relevo que deja Lebrero después de tres lustros es una cuestión bien delicada, con una colección acrecentada y consolidada, un reguero de exposiciones temporales con las que Málaga ni siquiera habría podido soñar sólo unos años antes (de Hilma af Klint a Louise Bourgeois pasando por la Escuela de Londres, Andy Warhol o Jackson Pollock) y, tal vez lo más importante, un diálogo social y cultural con la ciudad que ha abordado algunos de sus problemas más acuciantes, incluidos aquellos de los que el mismo Museo Picasso puede considerarse parte responsable. La pregunta es sencilla: ¿qué puede y qué debe pasar ahora?
De entrada, López-Remiro (Pamplona, 1977) aúna en su trayectoria tanta experiencia puntuable en el apartado de garantías como suficiente juventud para probar otras cosas sin excesivas servidumbres. Su etapa como subdirector curatorial en el Guggenheim de Bilbao dejó una impronta más que satisfactoria que ha perdurado como signo inherente a las colecciones del museo. La triple naturaleza de su currículum entre la gestión cultural, la teoría estética y la práctica artística puede alumbrar resultados interesantes en una Málaga donde este tipo de audacias suele despertar aún más recelos que adhesiones. Su querencia por artistas como Mark Rothko encaja bien, de entrada, en la línea de programación sostenida por Lebrero (quien, por cierto, figura como comisario de la próxima exposición temporal del Museo Picasso, que estará dedicada a María Blanchard y se inaugurará en abril: habrá que esperar a la temporada siguiente para calibrar la apuesta del nuevo director en su totalidad), pero lo más importante tendrá que ver con lo que López-Remiro haga con Picasso y con Málaga, qué novedades abrazará su discurso y qué margen de confianza le otorgarán los agentes políticos y familiares incluidos en la Fundación Museo Picasso Málaga. Legado Paul, Christine y Bernard Ruiz-Picasso, entidad rectora del centro, para aplicarlas. No es poco lo que hay en juego.
Precisamente, en un contexto en el que todo parece jugarse a la carta de la afluencia, la presión a la que deberá hacer frente el nuevo director para mantener las cifras de visitantes no será pequeña. Pero, a la hora de señalar lo que sí debe ser preservado respecto a la etapa de Lebrero, convendría reparar mejor en otras dos cuestiones más urgentes: la primera es la relación que el Museo Picasso ha logrado establecer y consolidar con buena parte de los mejores museos del mundo, un vínculo cocinado a fuego muy lento que ha hecho posible la organización de las exposiciones antes señaladas y que mantiene la puerta abierta a otros órdagos similares en el futuro inmediato. La segunda tiene que ver con el diálogo social impulsado desde el mismo Museo Picasso, a través de talleres, congresos, seminarios y otras muchas actividades más allá de lo meramente artístico, bajo la premisa de que un museo puede ser un instrumento transformador capaz de corregir o paliar las consecuencias gentrificadoras que especialmente una ciudad como Málaga acusa en relación con sus museos. Entre ambas claves, asomaría una tercera: el Picasso ha establecido precisamente un plan de ciudad en alianza con otros museos malagueños que, sobre todo en el paisaje inmediatamente posterior al confinamiento pandémico, resultó determinante. Advertía Maquiavelo de que al príncipe le corresponde cambiarlo todo para que todo siga igual. Y por ahí, sí, parece que tendrán que ir los tiros.
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