Falta un millón en los museos de Málaga
Cultura
La pérdida de visitantes en los centros de arte malagueños durante 2020 por la pandemia supera la fatídica cifra y hace más urgente un cambio de modelo
Málaga/Fue el director de la Agencia municipal para la gestión de la Casa Natal y otros espacios museísticos (entidad responsable del Centro Pompidou y el Museo Ruso, además del centro picassiano), José María Luna, el que ponía recientemente la cifra sobre la mesa en unas declaraciones: durante el año pasado, los museos malagueños perdieron un millón de visitantes por culpa del coronavirus. Por su intransigente carácter objetivo, puede decirse que las cifras las carga el diablo. Los números son los que son, pero conviene siempre reparar en los matices. Porque, de hecho, con un recuento suficiente amplio, la cantidad total de visitantes perdidos en 2020 supera de manera holgada la fatídica cifra del millón. En lo que a los museos malagueños se refiere, hay centros que ponen habitualmente el acento en los recuentos anuales de visitantes, sobre todo cuando éstos son positivos; mientras que otros prefieren poner el énfasis en criterios menos inmediatos y más cualitativos a la hora de valorar sus propias actividades y la recepción de las mismas por parte del público. Si alguna consecuencia ha dejado el coronavirus en este sentido es que ahora las cifras son importantes para todos, sin excepciones, porque las cuentas son, desde luego, abrumadoras. Las conclusiones respecto a las mismas, eso sí, merecen una consideración aparte.
En cualquier caso, la pérdida de visitantes en una ciudad que decidió colgarse el apellido de los museos y hacer de éstos una estrategia central es bien notoria y en ocasiones trágica, con porcentajes de pérdidas que oscilan entre el 60% y el 90%. Con mayor o menor precisión, a tenor de los diferentes balances ofrecidos, los números relativos a los principales museos de la ciudad quedan de esta guisa: el Museo Picasso recibió durante 2020 unos 164.000 visitantes, lo que supone un 25% de los recibidos en 2019, cuando, con categoría de récord, el museo contabilizó 703.807 entradas despachadas. En el Museo Carmen Thyssen, la resta es bien sencilla: 70.000 visitantes en 2020 frente a los 170.000 de 2019, con una diferencia de 100.000. Este registro del año pasado es en este caso similar al del Museo de Málaga, que en 2019 superó las 150.000 visitas, con lo que el déficit se queda en unas 80.000. En cuanto a los museos de la citada Agencia municipal, el Centro Pompidou recibió en 2020 55.435 visitantes frente a los 177.491 de 2019; el Museo Ruso, 31.674 frente a 82.724; y la Casa Natal de Picasso, 29.256 frente a 121.406. Respecto al CAC, las cuentas requieren la introducción de ciertas claves ya que durante 2019 el centro, inmerso en el largo proceso público de adjudicación del nuevo contrato de gestión, únicamente abrió durante su último trimestre. Pero es que los datos de visitantes de 2020, con cerca de 67.000, es inferior incluso al de que aquellos tres meses, cuando el registro alcanzó los 71.000. Si se establece la comparación con el último año en el que el CAC abrió durante todos y cada uno de sus doce meses, 2018, cuando se contabilizaron cerca de 475.000 visitantes, el resultado es aún más doloroso, con un porcentaje de pérdidas superior al 85%. Si se tiene en cuenta esta última variable en el caso del CAC, el número de visitantes perdidos en los museos citados durante el pasado 2020 es de algo más de 1.360.000.
Las razones de semejante debacle se explican por sí solas: los museos permanecieron cerrados entre marzo y mayo y a partir de entonces reabrieron con restricciones de aforo y de horario, con distancias de seguridad, protocolos sanitarios y, lo más importante, sin turistas. Y es que la pérdida de visitantes extranjeros resulta especialmente significativa en el contexto de un modelo que ideó la proliferación de museos entendidos como atractivos turísticos y cuya conexión local nunca representó una prioridad, en parte porque en relación con los balances la afluencia turística aportaba por sí sola las mayores garantías. Precisamente, fuentes consultadas tanto del Museo Picasso como de la Agencia municipal coinciden en una idea ya señalada por los responsables de los distintos museos: uno de los efectos positivos de la práctica desaparición del turismo ha sido una mayor atención desde los museos al público local como destinatario ideal (por no decir el único posible) de sus propuestas, un propósito loable (no hay que olvidar que el Ayuntamiento de Málaga destina cada año más de cinco millones de euros a sus museos, mientras que el presupuesto anual de la Junta de Andalucía para el Museo Picasso se ha establecido en los últimos ejercicios en 4,3 millones: el retorno social de semejante inversión pública merece algo más que un atractivo añadido a los cruceros) pero que todavía está por hacer. Todos los museos han reforzado, en consecuencia, sus actividades con vistas al contexto inmediato, lo mismo talleres familiares, programaciones complementarias de cine, teatro y otras expresiones artísticas, propuestas educativas y encuentros con creadores y conferencias, pero quedan las dudas respecto a lo que pasará con todo esto cuando se vaya la pandemia y vuelvan los turistas. También destacan las mismas fuentes el esfuerzo invertido en el desarrollo de actividades online, que resultaron cruciales durante los meses del confinamiento y que han reforzado notablemente la capacidad de los museos en el aprovechamiento del ámbito virtual, así como la cooperación de estos centros en proyectos compartidos como Museos a Escena. Pero la duda es la misma: será relativamente fácil recuperar el millón de visitantes perdido cuando acabe la pesadilla del coronavirus, pero un socavón semejante reclama un cambio de modelo que transfiera de una vez los museos de la mera etiqueta turística a la raigambre cultural de Málaga. Como una oportunidad caída del cielo.
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