Los lobos al sol del Tercer Reich

Nazis en Málaga

José Manuel Portero publica 'Nazis en la Costa del Sol' (Almuzara), una investigación que pone nombre y apellidos a los secuaces de Hitler que encontraron refugio en la provincia de Málaga tras la Segunda Guerra Mundial

Léon Degrelle, en un acto del Partido Rexista, de inspiración mussoliniana, que fundó en Bélgica en los años 30.
Léon Degrelle, en un acto del Partido Rexista, de inspiración mussoliniana, que fundó en Bélgica en los años 30. / M. H.

Málaga/La posición actual de la extrema derecha europea sería muy distinta sin la figura de Léon Degrelle (1906-1994), político belga que en los años 30 fundó el Partido Rexista, de inspiración católica e ideología próxima al fascismo de Mussolini. Tras la invasión de Bélgica a manos de la Alemania nazi, Degrelle manifestó abiertamente su admiración por Hitler y en 1941 fundó la Legión Valona, una unidad de voluntarios belgas para la lucha en el frente oriental contra la URSS en la Segunda Guerra Mundial. Por sus servicios prestados, Degrelle fue objeto de homenaje por parte del mismísimo Führer, quien en al acto se acercó al también oficial de las Waffen SS y le dijo al oído: "Si tuviera un hijo, me gustaría que fuera como usted". Tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, Degrelle protagonizó una espectacular fuga en avión que terminó con un aterrizaje forzoso en la Plaza de la Concha, en San Sebastián. El objetivo era llegar a Madrid pero el combustible no dio más de sí. El destino no era, por supuesto, arbitrario: desde el primer momento, la España de Franco se perfilaba como el refugio más seguro para los criminales nazis. Degrelle guardó reposo en San Sebastián unos días mientras se reponía de sus heridas al cuidado de un médico falangista, pero su situación distaba mucho de ser segura. El gobierno atravesaba una crisis diplomática aguda a cuenta del devenir de la guerra y Franco no quería soliviantar a los Aliados. Pocos días antes, de hecho, había llegado a España en busca de asilo el francés Pierre Laval, miembro del gobierno colaboracionista de Vichy, junto a otros ministros, seguro de la complicidad de Franco. Pero las exigencias aliadas fueron inexorables y Laval acabó siendo detenido y enviado a Linz, en Austria, donde fue entregado por el ejército americano a las autoridades francesas. Laval fue llevado a juicio y condenado a muerte en octubre de 1945.

Hans Hoffmann, entre el general Emilio Esteban Infantes y Adolf Hitler, durante una entrevista.
Hans Hoffmann, entre el general Emilio Esteban Infantes y Adolf Hitler, durante una entrevista. / Almuzara

Tras conocerse el paradero de Degrelle en España, la exigencia aliada no fue menor. Sin embargo, el gobierno franquista actuó de manera muy distinta en este caso. El ministro de Exteriores, Martín Artajo, organizó una fuga que llevó al belga a Madrid, donde pasó un año y medio escondido en un sótano de la calle Goya. De allí se trasladó a Torremolinos, donde ganó la complicidad de otro miembro del gobierno muy vinculado a Málaga: el ministro de Trabajo, José Antonio Girón de Velasco, quien consideró que la Costa del Sol no era aún un lugar lo suficientemente seguro y envió a Degrelle a un cortijo en Constantina, en la provincia de Sevilla. Las presiones a Franco por parte de EEUU primero y de Bélgica después para que entregara a Degrelle fueron constantes durante los años 50, pero el régimen reaccionó concediendo la nacionalidad española a Legrelle, en un acto en el que dio fe de la adopción el notario Blas Piñar. Bajo la protección de Girón de Velasco, Serrano Suñer y otros cómplices como el alemán Hans Hoffmann, Degrelle, reconvertido en el ciudadano español José León Ramírez Reina, ejerció como promotor inmobiliario en Constantina hasta que se declaró en quiebra en 1963. Después se trasladó a Madrid y, por último, a la Costa del Sol, donde en muy poco tiempo, y de manera un tanto inexplicable, multiplicó su mermado patrimonio gracias al boom del ladrillo, del que fue protagonista esencial. Tuvo residencias en Fuengirola, Benalmádena y Málaga y nunca ocultó su pasado nazi. Al contrario, hizo gala siempre de su vínculo con Hitler y no perdía ocasión de divulgar su ideología fascista. Sus residencias en la provincia de Málaga se convirtieron en lugar de peregrinaje para acólitos de la extrema derecha llegados de toda Europa, y contribuyó a articular y organizar partidos de nuevo cuño dentro y fuera de España. Sus libros siguen siendo publicados y leídos fervorosamente.

El noruego Fredrik Jensen exhibe sus insignias de las Waffen SS en su domicilio en Marbella, en una imagen de 2007.
El noruego Fredrik Jensen exhibe sus insignias de las Waffen SS en su domicilio en Marbella, en una imagen de 2007. / Almuzara

En 1985, la revista Tiempo publicó una entrevista con Degrelle en la que el mismo no sólo negaba el Holocausto, sino que ironizaba sobre el asunto: "¿Los judíos? Evidentemente, si es que hay tantos ahora, resulta difícil creer que hayan salido tan vivos de los hornos crematorios", afirmaba, entre otras perlas. La entrevista llegó a manos de Violeta Friedman, judía rumana superviviente de Auschwitz, quien denunció a Degrelle y a Tiempo por divulgación de la ideología nazi y negación del Holocausto. Tras un largo calvario judicial, el Tribunal Constitucional falló en 1991 a favor de Friedman, impuso a Tiempo y a Léon Degrelle una elevada sanción económica y emitió una sentencia que sentó doctrina en el Código Penal con límites precisos a la libertad de expresión en relación con el derecho al honor y la verdad. Nada menos, sí, que en 1991.

José Manuel Portero, autor de 'Nazis en la Costa del Sol'.
José Manuel Portero, autor de 'Nazis en la Costa del Sol'. / Almuzara

Y fue Violeta Friedman la que despertó el interés de José Manuel Portero, escritor y profesor nacido en el municipio sevillano de El Rubio y vecino desde hace más de treinta de años de Benalmádena, donde ejerce de director de instituto. Autor de varias novelas, con especial querencia por el género policíaco, Portero encontró en Friedman una posible historia y, tirando del hilo, encontró a otros responsables de la antigua Alemania nazi que habían vivido sus últimos años muy cerca de él, en Marbella, Fuengirola, Málaga y la misma Benalmádena. El cerco se fue estrechando hasta que comprobó que la proximidad que había compartido con ellos había llegado a ser ciertamente estrecha, incluida alguna celebración en la que, a través de amigos comunes y familiares, había llegado a compartir mesa y mantel con el entonces desconocido para él Gerd Honsik, ideológico austriaco del nazismo y apóstol incansable del negacionismo que fue detenido en 2007 en Benalmádena, donde era conocido como Don Gerardo, para su extradición a Austria, donde fue condenado a cinco años de cárcel. "Parecía que esos hombres, de alguna forma, me persiguieran", expresa al respecto Portero, quien, llevado por esta revelación, decidió emprender una investigación para poner nombres y apellidos a los nazis que encontraron refugio en la Costa del Sol al amparo del gobierno de Franco. El resultado es el libro Nazis en la Costa del Sol (Almuzara), un apasionante y riguroso estudio con abundante trabajo de campo que se lee también como una novela de aventuras y en el que confluyen espías, mercenarios, verdaderos imperios financieros y episodios ciertamente aberrantes relacionados con los crímenes nazis.

En virtud de una abundante documentación, Portero abre su libro con varios capítulos dedicados a la posición de España, y muy especialmente la Costa del Sol, en la estrategia fascista que desembocó en la Segunda Guerra Mundial, con referencias a la conocida Operación Úrsula, el hundimiento del submarino republicano C-3 y la participación de fuerzas italianas y alemanas en la Desbandá malagueña de 1937. Especialmente interesante es el relato de la creación del holding español de empresas nazis al abrigo de la marca Sofindus a cargo de Johannes Bernhardt, una maquinaria que, entre otros servicios, extrajo de las minas leonesas y extremeñas el wolframio suficiente para la fabricación del 30% del armamento empleado por el ejército alemán en la Segunda Guerra Mundial. Portero pone en tela de juicio la idea de la no intervención de España en la contienda con datos aplastantes, como el reclutamiento de más de 47.000 hombres en la División Azul, una cifra superior a la de la mayoría de países que fueron invadidos por la Alemania nazi. Pero es en la historias de los nazis costasoleños, narradas con regusto literario, donde la obra alcanza mayor interés.

Hans Hoffmann, traductor predilecto de Hitler, fue nombrado cónsul honorario en Málaga en 1974

Es el caso del príncipe austriaco Maximiliano von Hohenlohe, quien, entregado sin reservas a los principios totalitarios del Reich, prestó un inestimable servicio al Reich como espía, especialmente desde España, donde representaba a la empresa de armamento Skoda-Brunner. Dos años después del fin de la Segunda Guerra Mundial, Von Hohenlohe se instaló con su familia en Marbella, donde, a salvo de cualquier investigación incómoda, su hijo Alfonso inauguró en 1953 el Marbella Club. O el de Otto Skorzeny, coronel de las Waffen SS muy cercano a Adolf Eichmann (con quien pronunció un encendido discurso en Berlín en presencia de Goebbels en 1945 para convencer a la ciudadanía de un inminente cambio de curso de la guerra), que fue considerado "el hombre más peligroso de Europa" por los Aliados tras su participación en el rescate de Mussolini al mando de la Operación Roble y, muy especialmente, por su papel protagonista en la Operación Grief, en la que, tras el desembarco de Normandía, logró infiltrarse en las filas aliadas para desestabilizar las operaciones enemigas. Juzgado en Nuremberg, Skorzeny, que también asumió una función esencial en la creación de Odessa para ayudar a los líderes nazis en su huida, fue internado en un campo de reeducación del que logró escapar. Después de prestar sus servicios al general Nasser en Egipto y al mismísimo Mosad en Israel, se instaló en España en los años 60 y adquirió una residencia en Marbella, donde recibía las frecuentes visitas de Léon Degrelle, José Antonio Girón y otra personalidad fundamental en esta historia: Hans Hoffmann.

El general Otto Remer
El general Otto Remer / Almuzara

Nacido en Berlín en 1916, Hoffmann, formado como traductor en la Legión Cóndor, vivió el comienzo de la Segunda Guerra Mundial en Madrid, donde desarrollaba una ambiciosa carrera diplomática. Ejerció como traductor para Hitler en los encuentros del Führer con Agustín Muñoz Grandes, el primer jefe de la División Azul, quien, en correspondencia con sus inclinaciones nazis, se mostraba abiertamente favorable a una intervención directa de España en la Segunda Guerra Mundial, por lo que obtuvo el reconocimiento público de Hitler para escarnio del general Franco. Todo apunta a que la influencia de Hoffmann fue, en este sentido, bastante más allá de la mera traducción. Miembro destacado de la Gestapo, Hoffmann había creado en España la Organización Ogro, un colectivo clandestino que reunía a militares y falangistas españoles para la divulgación del nazismo y del que formaron parte el citado Muñoz Grandes y Miguel Primo de Rivera. Acabada la guerra, Hoffmann se instaló sin problemas en España, donde influyó de manera decisiva en la vida política del país también después de la Transición: gracias a su amistad con Franz Josef Strauss, ministro de Adenauer, logró canalizar fondos del partido conservador CSU para financiar la fundación de Alianza Popular a manos de Manuel Fraga. Hoffmann tuvo su residencia en Benalmádena, donde adquirió una finca rústica en La Paloma y unos terrenos frente a Puerto Marina con los que se abrió camino en el negocio inmobiliario. En 1966 rescató en la misma Benalmádena el antiguo Colegio Alemán que había sido clausurado en 1945 y que poco después trasladó a Ojén. En 1974 fue nombrado cónsul honorífico en Málaga, donde ejerció como decano del cuerpo consular hasta su muerte en 1998. El Colegio Alemán llevó el nombre de Hans Hoffmann hasta 2017, cuando, en atención al pasado nazi del titular, y no sin presiones políticas, tanto el nombre del centro como la escultura instalada en su honor en el acceso fueron retirados.

Residencia de Hans Hoffmann en Benalmádena.
Residencia de Hans Hoffmann en Benalmádena. / Almuzara

En la obra de José Manuel Portero no faltan enigmas como el de Aribert Heim, quien fuera jefe de enfermería en Mauthausen, donde sometió a más de quinientas víctimas, en su mayor parte republicanos españoles represaliados, a la muerte más cruel tras largas horas de agonía y tortura. Tras el fin de la Segunda Guerra Mundial se sucedieron las órdenes internacionales de su busca y captura, sin éxito. En 1967, una pista le situó en Marbella, donde algunos testigos aseguraron haberlo visto junto a otro nazi noruego instalado en el municipio, Fredrik Jansen, pero al parecer Heim logró escapar a tiempo (muchos años después, su hijo mayor anunció que el criminal había fallecido en 1992 en un hospital de El Cairo, donde había vivido tras convertirse al islam y cambiar de identidad, aunque tales términos jamás pudieron comprobarse). Tampoco faltan coleccionistas de arte enriquecidos a costa del expolio nazi como Herbert Schaefer, residente en Benalmádena; ni el mayor Otto Remer, el hombre que desbarató la operación Valquiria (destinada a asesinar a Hitler mediante un atentado) y que residió plácidamente durante muchos años en la urbanización Las Cumbres de Elviria, en Marbella, donde recibía asiduamente al excapitán de las SS Erich Priebke, responsable del asesinato de 335 civiles italianos en las Fosas Ardeatinas. La lista de nazis que vivieron plácidamente en la Costa del Sol continúa con otros muchos nombres. No hay paraíso, al cabo, sin su correspondiente infierno.

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