Para nombrar el mundo
Los seis participantes en la presente convocatoria del programa de creadores residentes en La Térmica comparten con 'Málaga Hoy' sus trabajos, ya a punto de su culminación para integrarse en la exposición cuya inauguración se celebrará el próximo 1 de junio
Málaga/En el ala derecha de la primera planta del viejo Centro Cívico se respira una calma que anuncia ciertas corrientes internas. Tras el acceso a la sala 104, seis artistas de muy distintos orígenes y procedencias, así como inquietudes plásticas y querencias estéticas, ponen toda su atención en la fase final del desarrollo de sus trabajos. Irene González, Ernesto Casero, Enar de Dios Rodríguez, Marco Moreira, Mirimari Väyrynen y Alejandro Ginés fueron seleccionados el pasado diciembre para la presente edición del programa de creadores residentes de La Térmica de entre más de 225 aspirantes de todo el mundo por un jurado integrado por la vicerrectora de Cultura de la Universidad de Málaga, Tecla Lumbreras; la profesora titular de arte contemporáneo de la misma institución, Maite Méndez Baiges; y el decano de la Facultad de Bellas Artes, Salvador Haro González. Los seis candidatos escogidos han trabajado, residido y convivido en La Térmica desde el pasado 4 de febrero concentrados exclusivamente en su trabajo, un privilegio al que sólo cabe acceder a través programas de residencia como el aquí implicado. El próximo 1 de junio, La Térmica inaugurará la exposición con las obras que estos artistas han desarrollado durante cuatro meses como colofón al proyecto y con el vicedecano de Cultura de la Facultad de Bellas Artes, Carlos Miranda, como comisario. Este lunes comenzará ya de hecho el montaje de la muestra en la sala, pero antes los artistas recibieron a Málaga Hoy para dar a conocer sus criaturas. Ya sea visto como una suma de individualidades o como un conjunto, el paisaje resultante ofrece una instantánea fiable de las tensiones del arte contemporáneo, con una confluencia internacional de miradas que revelan, desde sus respectivos puntos cardinales, que las preocupaciones tienden a coincidir mucho más que a distanciarse. Los motivos de inspiración de los que hacen gala estos artistas no son, ni más ni menos, que los retos a los que se enfrenta el mundo actual, desde la crisis del medio ambiente hasta los refuerzos de las fronteras pasando por el posthumanismo y la propia definición del arte en un contexto cambiante. Lo que estos artistas ofrecen son así puertas desde las que aproximarse al mundo según sus particulares ópticas y, más aún, nombrarlo. El ánimo de diálogo, interrogación y debate es claro en cada una de las propuestas presentadas.
Coinciden los creadores en señalar el elemento humano como uno de los mayores valores de su experiencia: a estas alturas todos conforman un grupo cohesionado, cómplice y surcado de afectos, merced al mucho tiempo compartido tanto en el trabajo como en el descanso, el ocio y los quehaceres cotidianos. La Térmica se ha convertido para ellos en una casa en la que crear, dormir, comer y relacionarse, e inevitablemente la camaradería ocupa sus posiciones. Responsable de buena parte de la cohesión es la hija pequeña de Mirimari Väyrynen, que desde las nueve de la mañana hasta las cinco de la tarde pasa el tiempo en la guardería y después, lejos de permanecer ausente del trabajo de los artistas, se implica hasta el punto de que una de las obras que podrán verse en la exposición, así como la portada del catálogo, son de su creación. Cuando llegamos a conocer el trabajo de su madre, eso sí, la niña duerme una siesta merecida sin reparar siquiera en la presencia de los periodistas.
Väyrynen es una artista finlandesa que vivió en Málaga desde 2002 hasta 2014 y que vio en el programa de creadores residentes de La Térmica una oportunidad para volver a la ciudad de forma temporal. Su proyecto, De post a transit y más allá, se compone principalmente de pinturas al óleo realizadas sobre finas láminas de metacrilato que evocan circulaciones oceánicas, formaciones nubosas y glaciares en plena transformación. La serie tiene mucho que ver con el medio ambiente, pero Väyrynen pone las bases en el paisaje: "Yo soy pintora, y pintora de paisajes. Y por eso me parece importante que nos preguntemos por el paisaje contemporáneo. ¿Es una idea exclusivamente física? ¿O puede tratarse de algo mental, incluso abstracto gracias a su formulación digital"?, se pregunta la artista. Algunas pinturas recrean diminutos píxeles, como en una imagen digital sobredimensionada; y otras incluyen, incrustadas en las mismas láminas de metacrilato, pequeñas pantallas que proyectan imágenes de vídeo que a su vez dialogan con la pintura en el mismo objeto. Para Väyrynen, el modo en que pensemos sobre el paisaje "influirá sin duda en nuestra relación con el medio ambiente. Por eso es esencial que debatamos sobre lo que vemos, lo que no vemos y lo que creemos ver en imágenes confusas, como éstas pixeladas. La adaptación al cambio climático en una época de grandes incertidumbres debería llevarnos a interrogarnos al respecto".
El portugués Marco Moreira estudia el doctorado en Bellas Artes en la Universidad de Vigo y ha dedicado estos cuatro meses en La Térmica a un proyecto sin título que indaga en la naturaleza del dibujo. La investigación que Moreira desarrolla no de manera específica para la residencia, aunque es aquí donde ha cobrado especial impulso, nace de la propia experiencia artística del creador y continuará después de su estancia en Málaga hasta alcanzar, seguramente, rango transversal. "El dibujo es la génesis de toda producción artística, pero ¿qué es realmente el dibujo? ¿Está más cerca de la representación que de la realidad representada, o tal vez es al revés?", reflexiona Moreira, convencido de que precisamente la evolución del arte contemporáneo permite analizar la semilla presente en el mero hecho de dibujar de manera distinta. Por eso su proyecto incluye no sólo dibujos, también fotografías, instalaciones y esculturas, "porque me interesa el modo en que el dibujo prefigura el volumen dimensional de la escultura y la forma en que se anticipa a la fotografía como representación de la realidad". Su trabajo invita al espectador a preguntarse de qué hablamos cuando hablamos de dibujar, y lo cierto es que la sola puesta en juego de las preguntas, sin necesidad de respuestas, introduce un más que interesante debate sobre la creación artística.
El creador sevillano Alejandro Ginés presenta por su parte Islas, una instalación incluida en un proyecto superior, a modo de trilogía, titulado Plan de fuga. Su iniciativa se concreta en tres grandes paneles repletos de fotografías de todos y cada uno de los puertos deportivos del continente europeo, tomadas a través de Google Earth siempre a 400 metros de altura, con lo que se respeta en cada imagen la misma escala. Las otras dos entregas de Plan de fuga estarán dedicadas respectivamente a los puertos comerciales y los aeropuertos, elementos con los que Ginés plantea una cartografía alternativa de los territorios: "Los puertos deportivos nos aportan información muy concreta de cada área fotografiada, desde su proyección económica hasta sus condiciones geográficas. Por ejemplo, en España vemos menos puertos deportivos de los que cabría esperar por la razón de que los que hay son muy grandes, mientras que en un país como Finlandia vemos muchos puertos pero mucho más pequeños, ya que allí se emplean los barcos como aquí los coches", explica el artista, quien subraya además su intención de "reflejar la transformación de la misma idea de puerto a lo largo de la Historia".
Irene González, nacida en Málaga pero de biografía ampliamente cosmopolita, dedica también al dibujo su proyecto El eterno retorno, esta vez desde la perspectiva del tiempo. Su trabajo incluye dieciséis dibujos que a simple vista parecen iguales, con la recreación de un cuadro de Bronzino (en todo un juego metartístico que habría hecho las delicias de Georges Perec) en un claroscuro doméstico; sin embargo, armados como secuencias, estos dieciséis dibujos adquieren la función de fotogramas en una pieza de vídeo que también forma parte del proyecto y en la que se percibe una leve modificación de las sombras. El montaje en bucle de este vídeo refuerza la idea nietzscheana del eterno retorno, "no tanto sobre el tiempo sino sobre la certeza de que cada experiencia insertada en el mismo vuelve siempre", explica González, en cuya mesa de trabajo reposa un ejemplar del libro Esculpir en el tiempo, del cineasta Andréi Tarkovski, como matiz revelador.
Enar de Dios Rodríguez, natural de Orense, residente en Viena y muy vinculada a San Francisco, donde ha vivido varios años, presenta una más que recomendable experiencia artística en The more complicated the borders. Fue precisamente tras su regreso a Europa en 2014 "cuando empecé a preocuparme por las fronteras y por su refuerzo, con la consiguiente exclusión de todo lo ajeno". Esta inquietud se traduce en una propuesta multidisciplinar que incluye, por ejemplo, un poema visual armado con fragmentos de spots publicitarios "de las empresas privadas responsables de la construcción y mantenimiento de las fronteras en Europa con financiación pública. Ocurre que a veces estas mismas empresas, como Thales e Indra, también compiten en la carrera armamentística, con lo que a menudo quienes obligan a la gente de huir de sus países por la guerra son los mismos que le impiden llegar a otros por las fronteras". Una cinta de seguridad cortará el paso de la salida de emergencia en la muestra, donde también se verán reproducciones digitales de cuadros representativos del Mediterráneo decimonónico (todo un guiño a la actual exposición del Museo Carmen Thyssen) en los que las figuras de inspiración burguesa han sido sustituidas por sombras pintadas en negro.
Por último, el valenciano Ernesto Casero brinda en The posthuman protests una aproximación al posthumanismo desde la estética de la protesta, con pancartas, dibujos y plantillas que, no sin cierto humor, reivindican una humanidad en plena igualdad de condiciones con otras entidades biológicas o no. Liberación mineral ahora, reza uno de los lemas de inspiración sesentayochista para cambiar otro mundo. El nuestro, acaso.
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