La pasión oriental de Severo Sardury recorre Marruecos
Una exposición en el país vecino muestra la influencia que ejercieron las culturas orientales en la obra de este escritor y pintor considerado 'maldito' en Cuba
Severo Sarduy, escritor "maldito" cubano, tenía un plan: transformar su vida en literatura, y para ello buscó la inspiración en un Oriente distante y mágico, como recuerda ahora una exposición itinerante que recorre Marruecos. Heredero de la estirpe de Góngora, Sarduy halló en las civilizaciones orientales el caldo perfecto para cultivar su estilo barroco y metafórico, y para convertir hasta la experiencia más nimia en un viaje esencial hacia el arte.
"Una mañana, en el sur de Marruecos, Severo llegó excitado porque había visto un muro rosa y gris, donde el rosa se convertía en gris y el gris en rosa, y transformó aquello en un poema", explicó en el Instituto Cervantes de Rabat el compañero de Sarduy hasta su muerte en 1993, François Wahl.
La exposición El Oriente de Severo Sarduy muestra la influencia de las culturas orientales en la obra literaria y pictórica de este escritor, a la vanguardia del interculturalismo contemporáneo y un ejemplo del espíritu de apertura que ha caracterizado lo mejor de las artes y las letras del mundo hispánico a lo largo del siglo XX.
La muestra, que después de viajar por las principales ciudades de Marruecos será clausurada en Rabat, ofrece un vistazo a la peripecia vital de este escritor a través de fotografías, grabados y recuerdos personales. Para Wahl, filósofo francés, la escritura de su compañero "no es fácil, pero no porque lo que dice sea complicado, sino porque implica muchas cosas. Es un autor al que hay que descifrar".
La prematura muerte de Sarduy a los 55 años, víctima del sida, dejó de él las imágenes que recogen las fotografías de la muestra, en las que asoma su vitalismo entre exóticos paisajes orientales. Como dijo Wahl, "Severo no podía ser viejo, no podía haberse hecho mayor". El autor de libros como De dónde son los cantantes y Cobra viajó por primera vez a Marruecos en 1968 junto con Wahl y el filósofo Roland Barthes, maestro y amigo suyo. Este viaje dejó una profunda huella en Sarduy, especialmente por su indagación en el islam y en las raíces árabes de la cultura hispanoamericana.
Wahl evocó la emoción que experimentó su compañero cierto día cuando descubrió, en el recodo de una callejuela marroquí, una escuela donde un grupo de niñas recitaba el Corán, envueltas en una atmósfera casi irreal. La pasión de Sarduy -un cubano de París, como a él le gustaba decir- por Oriente le llevó más tarde a China, donde buscó parte de la triple raíz étnica que él atribuía a Cuba: africana, europea y china.
Este artista multidisciplinar, que quería recoger y expresar el arte en todas sus formas, también hizo incursiones en la pintura, que pueden verse en algunas piezas de la exposición en Rabat.
Esquemáticos grabados con motivos chinos y orientales son parte del legado pictórico de Sarduy, quien, para el director del Instituto Cervantes de Rabat, Federico Arbós, dejó tras de si una estimable producción plástica.
"Se trata de obras minimalistas, muy influidas por Oriente", explicó Arbós, a la vez que lamentó que no se hayan podido traer a Marruecos más ejemplos de la pintura de Sarduy que ya se expusieron en la inauguración de esta misma exposición en la sede del Cervantes en Madrid.
Según Arbós, Wahl tiene la intención de legar la herencia pictórica que dejó un personaje tan singular y poliédrico como Sarduy a alguna institución, posiblemente en España. Ésa sería la mejor forma de hacer realidad el viejo sueño de Sarduy: conservar su vida como una gran obra de arte.
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