Paco Cerdà: “La épica nos encanta, pero es un lenguaje tramposo”

Libros

El autor publica ‘Presentes’, un libro que a partir del cortejo que trasladó los restos de José Antonio de Alicante a El Escorial ahonda en todo “lo que la propaganda se esforzaba en ocultar”

Entrevista con Xavier Güell

El periodista y escritor Paco Cerdà (Genovés, Valencia, 1985) regresa a las librerías con ‘Presentes’.
El periodista y escritor Paco Cerdà (Genovés, Valencia, 1985) regresa a las librerías con ‘Presentes’. / Javier Cebollada / Efe
Braulio Ortiz

02 de octubre 2024 - 06:30

En el otoño de 1939 se celebra la que para Paco Cerdà es “la ceremonia más inverosímil de la Historia contemporánea de España”, el “mayor culto a un político fallecido en la Europa occidental” en lo que iba de siglo XX, una liturgia que al autor le recuerda al Greco y a Caravaggio: la exhumación de los restos de José Antonio Primo de Rivera en el cementerio de Alicante y el traslado hasta El Escorial de aquel cadáver que sus seguidores llevarán a hombros hasta su destino, durante once días y diez noches. A Cerdà le intrigaba “ese largo peregrinar, alucinante y tenebrista, que dio comienzo a una larga dictadura”, un trayecto que reconstruye en Presentes (Alfaguara), una obra que presenta hoy a las 19:30 en el Centro de Iniciativas Culturales de la Universidad de Sevilla (Cicus), en un acto organizado por el Centro Andaluz de las Letras y en el que acompañará al escritor valenciano el profesor de Historia Contemporánea José Antonio Parejo.  

Este cortejo fúnebre, una fantasmagoría que atraviesa una España herida, “no tiene parangón”, expresa un asombrado Cerdà sobre un recorrido “de casi 500 kilómetros, en el que se portan hachones de fuego, incluso banderas nazis, y la gente de los pueblos saluda a la vera del camino, por miedo o por convicción. Es una puesta en escena casi operística que quiere reflejar el cambio de poder en España”, analiza el ganador del Premio de No Ficción Libros del Asteroide por 14 de abril, que remarca al final del primer capítulo el carácter teatral de aquel traslado: “Las luces se han apagado. La función va a comenzar”.

Cerdà rescata una idea de Agustín de Foxá, que sostuvo que José Antonio fue “el primer político español que afirmó que a los países los hacían los poetas”; otra sentencia de Eugenio Montes, que describió al líder de Falange Española como “el índice que puso en marcha la rueda de la nueva Historia de España”. Al ensayista le interesa más, confiesa, “el José Antonio muerto que el vivo”, ahondar en “cómo se construye un mártir”, se le adjudican a un individuo las hechuras de un mito y por tanto de una ficción, con “esa caravana periodística y literaria que seguía al cortejo” y que elevó a los cielos a ese hombre fusilado a los treinta y tres años.

José Antonio me interesa más muerto que vivo. He querido explorar cómo se construye un mártir”

Pero Presentes contrapone “la megalomanía totalitaria” de ese singular viaje entre Alicante y El Escorial “con la realidad de este país”, y Cerdà encadena las historias de aquellos que no esperaban en los márgenes para mostrar sus respetos a José Antonio: los exiliados, los presos en cárceles o en campos de concentración, los disidentes que intentan aferrarse a la alegría en tiempos oscuros o los desobedientes que reúnen el valor para no cumplir las órdenes. El “reto más apasionante de este libro” consistía para su artífice en “mostrar lo que el escaparate de la propaganda se esforzaba en ocultar”.

Uno de los primeros capítulos se centra en la trágica historia del carguero Stanbrook y del capitán Archibald Dickson, que subieron a bordo a miles de refugiados que huían de la guerra en España. Meses después, un torpedo hundiría a los veinte marineros que ocupaban el barco. “Es un tema que ya trataba en El peón, otro de mis libros”, señala Cerdà, “las acciones que alguien comete por el bien colectivo y el precio que paga por ellas. Me pregunto qué ocurre con el que se sacrifica, qué castigo tiene y a qué emociones se enfrenta. Porque la épica es un lenguaje tramposo, nos obnubila, nos encanta en el sentido de que ejerce en nosotros un encantamiento, y eso tiene unas consecuencias”. 

En esos días en los que el cortejo fúnebre de José Antonio se dirige a El Escorial, en Madrid recibe una paliza brutal Miguel de Molina, una agresión “por marica y por rojo” que no impide que el artista reaparezca, orgulloso y recompuesto, ante su público. “Si se escondiera”, escribe Cerdà, “no sería el gran Miguel de Molina, y por eso esta noche, aun doliéndole todo, aun sintiendo el miedo cerca y saberse perseguido por los heraldos de la muerte, quiere gustar y triunfar y volver a sentir, sobre las tablas del Pavón, esa droga que le embriaga más que el coñac: el aplauso”. Cerdà identifica como uno de los motivos del libro “la resistencia, la capacidad de enfrentarse al miedo, ese verso de Miguel Hernández que dice Dejadme la esperanza y que encarna Miguel de Molina”, un arrojo y un afán de belleza que en Cerdà aviva una pregunta, “dónde está la línea que separa la valentía de la temeridad”. 

En España vivimos atrapados por el pasado, hay que hacer eso que dice Lorca, recordar hacia mañana”

Entre otros personajes, por las páginas de Presentes desfilan el propio Miguel Hernández o Elena Fortún, creadora de los libros de Celia y Cuchifritín “que hacen feliz a la hija del Generalísimo mientras la autora se siente una desgraciada por las medidas que toma el padre de esa niña”, dice Cerdà, para quien la narradora representa el “impacto emocional que causa dejar tu patria. Los exiliados son muertos que no se cuentan en las guerras, pero allá donde van tienen algo de muertos. Hoy que se trata con odio al migrante debemos recordar que una maleta a veces es el único remedio para salvar el tipo”. 

Entre los personajes de Presentes también aparece Pilar de Valderrama, Guiomar, a la que le duele la ausencia de un hijo muerto en batalla y de su querido Antonio Machado. Guiomar simboliza para Cerdà la orfandad de los que supuestamente triunfaron. Se lee en el libro: “Es curioso el resumen de la guerra. Vencedores, vencidos y ya. Qué simple. Qué falso. Porque Pilar de Valderrama, que es rica, católica, monárquica (...) está muerta en vida en esta hora incierta de la noche”. “Sin caer en la equidistancia”, añade el autor en conversación telefónica, “hubo algunos que salieron vencedores, pero fueron una minoría. ¿Qué es una guerra, sino una factoría de perdedores, el summum de la derrota?”.

Cerdà, que en uno de los episodios del libro recuerda la “depuración” de obras, el “bibliocausto” que sufrió la Biblioteca Nacional, acude al Quijote en varias ocasiones para perfilar a sus protagonistas. “Me di cuenta al terminar de escribir Presentes, que en la lectura me pregunté cuántas veces aparecía. Resulta llamativo cómo gente de distintos credos se aferra a ese idealismo sin límite”, expone el periodista, que lamenta que en España “vivamos atrapados en el pasado, como el minotauro en el laberinto, y lo que tenemos que hacer es eso que decía Lorca: recordar hacia mañana. A mí me interesa eso, ahondar en la Historia para construir algo futuro”. 

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