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La Historia suele perseguir a quien no acaba de saldar sus cuentas con ella. Pasado y presente confluyen en un mismo plano para remover las entrañas de su protagonista y salpicar a quienes comparten mesa con él. Hoy, sobre el escenario del Echegaray cuatro hermanos se disponen a reventar los silencios, cómplices de una verdad a medias que termina por atormentarles. Así, La mesa del padre, la obra teatral de Pablo Bujalance -periodista del Málaga hoy- cobra forma esta noche (a las 21:00) en una lectura dramatizada que protagonizan Miguel Zurita, Virginia Nölting, Rafael Castillo y Oscar Romero, dirigidos por José Antonio Triguero y Mayte Serrano.
"Casi todo lo que escribo gira en torno a relaciones entre padres e hijos. Me interesa la tensión dramática que crea y cómo, a pesar del paso del tiempo, este tipo de relación o la ausencia de ella sigue marcando la personalidad de sus miembros", relata Bujalance en su primer texto llevado a escena. La mesa del padre deviene de un novela que su autor tenía escrita y que finalmente ha querido transformar en pieza teatral, casi por imperativos del guión. La novela giraba alrededor de un militar encerrado durante diez años al otro lado del Muro de Berlín. Aquí su ausencia es la que marca el devenir dialéctico de los protagonistas. "Me parecía más interesante escenificar lo que ocurre alrededor de una mesa, con sólo cuatro hermanos y las memorias en mano de un padre que ya no está", detalla el escritor. Pero el punto de partida de esta narración se remonta veinte años atrás, cuando su autor emprendió un viaje en carretera desde la antigua República Democrática Alemana a la Federal un año después de la reunificación. "Me impresionó ver una ciudad aún partida en dos", recuerda para referirse a una sensación que ha seguido alimentando sus escritos, la del muro como símbolo "de la incomunicación", puntualiza.
Paralelamente a la intrahistoria familiar, la obra encierra otro relato, el de la violencia exacerbada y los abusos practicados por un padre militar durante y después de su oscura misión en la Alemania dividida. "Tengo una visión pesimista de la Historia. Porque creo que no se puede conocer a ciencia cierta, salvo espejismos. Cuando hay intereses por medio está sometida a los mecanismos de poder", opina Bujalance. Y como ejemplo rescata nuestro pasado reciente. "De la Transición española se suele dar una imagen idílica, cuando hubo centenares de muertos y se diseñó todo desde el régimen", evoca.
En este caso, alrededor de La mesa del padre cada uno de los cuatro hijos se aferra a la versión que conocen del pasado de su progenitor, creyendo estar en posesión de la verdad hasta que la narración en voz alta de sus memorias rompe todos sus esquemas. La atmósfera se enrarece y enseguida afloran rencores, confesiones arrinconadas demasiado tiempo y miserias de todo tipo. Entre ellos "se reparten las respuestas" a un pasado demasiado incómodo, y cada uno se llevará a casa una carga difícil de soportar.
Para Bujalance, la oportunidad que le brinda el Festival Internacional de Teatro de Málaga -dentro del ciclo A Telón Cerrado- le permite ser testigo directo de un proyecto, ahora sí, completo. "Escribir teatro es algo muerto, inacabado. Sólo llega a su fin con el actor, que es quien lo acaba", sostiene. Esta tarde esa Mesa del Padre que ideó sobre papel cobrará vida, la de cuatro hermanos obligados a mirarse de frente.
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