Por el país de los cátaros I: Por tierras e historias de Occitania
Jardín de los Monos
País de trovadores, caballeros y del “fin’amour” (en occitano “amor cortés”) en el que florecía la cultura, el comercio, la libertad y el respeto
La historia que vamos a contar con este viaje es la que transcurre entre los siglos XIII y XIV
Paseando por Roma XX: Arrivederci (Una cena soñada con Indro Montaneli)
Málaga/LOS antiguos helenos cultivaban un género literario al que llamaban periégesis que se puede traducir como “conducir en torno a”. Consiste en el relato de un viaje en el que además de describir los lugares que se visitan se recoge información de la historia, sus gente, sus usos y costumbres, su religión o su mitología. En definitiva es lo que hoy conocemos como literatura de viajes.
Viajar es imprescindible y la sed de viaje, un síntoma de inteligencia. Eso decía Jardiel Poncela sobre la afición a recorrer otros lugares, a entender otras formas de vivir y a conocer la cultura de otros pueblos. Hay otras formas de conocer el mundo, pero no son tan divertidas. Viajar no es otra cosa que hacer pasar el mundo ante nuestros ojos percibiendo todas sus esencias. Pero viajar no es tan sólo percibir, es fundamentalmente conocer. Nada, o poco, nos dicen unos vestigios del pasado, si no conocemos su historia. Es imprescindible dotar de vida todo aquello que impresiona nuestras retinas. Las reliquias de un lejano pasado pueden ser, a los ojos del viajero, un simple bodegón, una naturaleza muerta o un bello pasaje de la historia y un intrigante relato sobre las personas que las habitaron. Los vestigios conservados pueden ser el testigo presente de hechos luctuosos o grandiosos, hechos que pueden permanecer en el más absoluto de los misterios o estar cargados de mitos o leyendas. Con toda seguridad siempre serán el legado de la historia de ese lugar. Describir un viaje no tiene sentido sin contar paralelamente la historia de los lugares que se visitan en él. El viaje siempre debe ir íntimamente unido a la historia, la cultura de sus pueblos, los usos y costumbres, la geografía, la gastronomía y, en fin, todo lo que ha conformado en el pasado el presente de los lugares que estamos visitando. No tenemos otra intención con este relato que la de invitar –e incitar– al lector a viajar y conocer los lugares que en él se describen así como la historia y los sucesos acaecidos en una época subyugante que convulsionó los cimientos feudales de la Europa medieval. En definitiva, es tan sólo un intento de hacer una periégesis por Occitania. Ese país del sur de Francia que acogió a los herejes cátaros y que, por ello, sufrió la más cruel de las cruzadas. Una cruzada, la única que se ha dado, de cristianos católicos contra cristianos herejes.
Si viajar por Europa desde España, especialmente desde el sur, tiene el inconveniente de que cualquier lugar queda lejos, por el contrario tiene la enorme ventaja, o mejor dicho, la delicia, de que se ha de pasar necesariamente por Francia. Ese gran país de la luz, del imperio de la razón, del hedonismo, de la vida. Un país que conserva esmeradamente las páginas de su historia que, a su vez, es uno de los capítulos más importantes de la historia de la propia Europa. En el país galo todo se vuelve reino de los sentidos. Cuna de grandes hombres y de un pueblo que cambió el destino del mundo, especialmente de Occidente. Francia ha sido, es y será siempre un destino ineludible para el viajero de cualquier parte del mundo y, mucho más, para el español.
Casi siempre, cuando hemos viajado por Europa, mi esposa Nani y yo, hemos salido de España por la autovía del Mediterráneo y entrado en Francia por la Junquera. Pasada la frontera y hasta Narbonnne veíamos numerosos carteles turísticos anunciando el “País de los Cátaros”. Son esos carteles, que tan bien saben hacer los franceses, los que te incitan a visitar los lugares indicados. Unos carteles de fondo marrón con las imágenes, de los monumentos o lugares a visitar, en blanco. En ellos se muestran edificaciones como catedrales, castillos, puentes, etc. o paisajes con viñedos o caballos de La Camarga, de tal forma que se te hace poco menos que irresistible tener que conocerlos.
Tantas veces pasamos y tantas los vimos que decidimos dedicar un mes de agosto a recorrer la zona, anunciada también como el País de Oc, esto es, Occitania. País de trovadores, caballeros y del “fin’amour” (en occitano “amor cortés”) en el que florecía la cultura, el comercio, la libertad y el respeto. No en balde se le conocía a la región del Lauragais (en el centro de Occitania) que comprendía las tierras que se extiende entre Carcassonne, Toulouse y Albí, como el “País de la Cocagne (Cucaña)” que, en castellano, se traduciría como el “País de Jauja”, esto es, un país rico y de buen vivir.
La historia que vamos a contar con este viaje es la que transcurre entre los siglos XIII y XIV. Era la época en la que la Edad Media estaba sufriendo una transformación importante, donde brotaban las urbes en torno a los burgos y, con ellas, nacía una burguesía pujante y deseosa de cambios. Las ciudades se transformaban y sus construcciones dejaban atrás el románico para entrar de lleno en el gótico.
Iremos describiendo las ciudades tal como ahora las vemos, con la particularidad de que la mayoría de ellas conservan importantes edificios y vestigios de aquella época, pero las descripciones de los lugares se irán intercalando con el relato de la historia de dichos siglos que, por otra parte, es la historia de la cruzada cátara o albigense, así también llamada por la importancia que tuvo en ella la ciudad de Albi.
El itinerario que vamos a recorrer tenía para nosotros un doble interés. Por un lado la visita turística a las ciudades, entre las que se encuentran algunas que son Patrimonio de la Humanidad y otras que están consideradas como de las más bonitas de Francia y, por otro, la curiosidad que nos llevó a indagar para tener un mejor conocimiento de una de las herejías con más misterios y leyendas, con unos orígenes cargados de esoterismo, además de bucear por la truculenta cruzada, organizada por la Iglesia de Roma con la ayuda del Rey de Francia, contra los herejes. Una guerra que fue tan brutal como para conseguir que desapareciesen del mapa todos los que profesaron la fe cátara.
En cuanto a la geografía que vamos a recorrer hemos de decir que la región de Occitania, desde la reforma territorial que se hizo en Francia el año 2016, incluye lo que era el Midi-Pyrenee y el Languedoc-Rosellón, con lo que sus límites han quedado así: al Sur con los Pirineos Orientales-Andorra, al Este con la Provenza-Alpes-Mar Mediterráneo, al Norte con Auvernia-Ródano-Alpes y, al Oeste, con la región de Nueva Aquitania. Consta de 13 departamentos y, de sus capitales, las más importantes son: Perpiñán, Foix, Toulouse, Carcasonne, Montpelier, Nimes, Rodez, Albí, Montauban y Cahors. Estaremos de visita en casi todas ellas, especialmente en aquellas que tuvieron una especial relevancia en los acaecimientos bélicos de la terrible y sangrienta cruzada contra los cátaros.
Así, la periégesis sobre el País de los Cátaros, como ya hemos dicho anteriormente, irá alternando relatos de la actualidad geográfica, urbana y monumental de las ciudades que vayamos visitando con relatos de la historia de la cruzada albigense. Iremos saltando del siglo XXI a los siglos XIII y XIV conforme vayamos avanzando por la ruta que hemos marcado en el plano que adjuntamos.
Los relatos irán acompañados de fotografías de algún lugar de los citados o, en su caso, de la foto de una magnífica acuarela realizada ad hoc por el acreditado, prestigioso y reconocido arquitecto Luis Machuca Santa-Cruz, al que quiero agradecerle este precioso regalo que ilustra y encarece esta modesta periégesis.
Tan solo me queda esperar que aquellos lectores que gusten de la literatura de viajes con historia tengan en éste un agradable esparcimiento semanal, porque amenazo con estar cada domingo en las páginas de Málaga Hoy. Y Vd. que lo vea.
También te puede interesar
Lo último