Picasso en Royan: el monstruo y el ángel

Museo Picasso Málaga

El Museo Picasso Málaga inaugura el próximo 31 de enero una exposición con los cuadernos que realizó el artista en el municipio francés al que huyó tras el estallido de la Segunda Guerra Mundial

Los protagonistas de las exposiciones de 2025

Inscripción realizada por Pablo Picasso en el Cuaderno 202 de Royan con la fecha del 9 de noviembre de 1939.
Inscripción realizada por Pablo Picasso en el Cuaderno 202 de Royan con la fecha del 9 de noviembre de 1939. / Museo Picasso Málaga / Rafael Lobato

Málaga/El periodo que Pablo Picasso pasó en Royan es uno de los menos conocidos de la biografía del artista, en parte porque se trató de un plazo muy breve: el artista se trasladó al municipio francés, situado en la costa atlántica al norte de Burdeos, tras el estallido de la Segunda Guerra Mundial, en septiembre de 1939; y volvió a París en agosto de 1940, dos meses después de la ocupación nazi. Se trata, sin embargo, de un episodio fascinante en la historia de Picasso, que cristaliza de un modo ilustrativo las constantes esenciales de su manera de entender el arte y las relaciones humanas y que, precisamente, permite distinguir con claridad al Picasso más humano, más desnudo, como si el velo que conformaba su abrumadora producción artística y con la que de alguna forma se protegía del mundo exterior se hubiese desplazado por una vez para permitirnos la contemplación de un Pablo sin Picasso. Todas las obsesiones y todos los miedos del artista, pero también sus anhelos más íntimos, se manifiestan en esta historia de manera abierta. Ahora, el Museo Picasso Málaga reúne por primera vez los ocho cuadernos de dibujos que Picasso completó en Royan en la exposición Picasso: los cuadernos de Royan, que inaugura el próximo 31 de enero y que podrá verse hasta el 30 de abril. Comisariada por dos de los principales expertos en la obra del malagueño en todo el mundo, Marilyn McCully y Michael Raeburn, la muestra reúne también otros dibujos, pinturas (incluido el legendario Café en Royan, el lienzo con el que Picasso se despidió de la localidad ya en agosto de 1940), poemas realizados por el artista en el mismo periodo y, en una más que interesante incorporación, una selección de las pinturas y fotografías que Dora Maar, que compartió con Picasso aquellos meses en Royan, realizó en el mismo estudio y en el mismo plazo. Se trata, en fin, de un verdadero hito en la historia del Museo Picasso y una oportunidad única para conocer y descubrir a su mentor en un contexto histórico distinto del acostumbrado.

'Café en Royan' (1940).
'Café en Royan' (1940). / Musée National Picasso-Paris / Mathieu Rabeau

La decisión por parte de Picasso de abandonar París inmediatamente después del estallido de la Segunda Guerra Mundial revela la angustia que debía sacudir entonces al artista. Apenas terminada la Guerra Civil Española y asentada la dictadura franquista, para Picasso su país ya no constituía una opción a la hora de buscar refugio. De hecho, aquellas heridas seguían bien abiertas: desde que estalló la contienda en 1936, el artista había recibido en su casa de París a exiliados españoles que acudían a menudo con lo puesto y para quienes, haciendo uso de su ya reconocida influencia, buscaba ocupación y cobijo en la capital francesa. Ahora, la guerra europea acrecentaba la angustia que se había venido fraguando desde el ascenso del Partido Nazi: una vez que Hitler ordenó la invasión de Polonia e Inglaterra declaró la guerra a Alemania, la certeza de que los nazis bombardearían París más pronto que tarde era absoluta. Picasso era entonces un hombre de 58 años que había logrado poner a sus pies todo el sistema del arte, había puesto boca abajo las vanguardias, había rescatado estéticas clásicas que parecían olvidadas y solo dos años antes había conmocionado a propios y extraños con Guernica. La idea de perderlo todo bajo las bombas le abrasaba, pero lo que más le quitaba el sueño era la posibilidad de perder la vida: si hay algún momento de su trayectoria en que podemos imaginar a Picasso devorado por el miedo, con la menor disposición a parecer un héroe, es este septiembre de 1939. Así que decidió trasladarse a un lugar más seguro. En el mapa, la ciudad de Royan, a quinientos kilómetros de París, le ofrecía a priori suficientes garantías: nada se les había perdido allí a los nazis.

Detalle del dibujo del Cuaderno 202 (noviembre de 1939) a partir del que realizó Picasso su 'Busto de mujer con los brazos cruzados detrás de la cabeza'.
Detalle del dibujo del Cuaderno 202 (noviembre de 1939) a partir del que realizó Picasso su 'Busto de mujer con los brazos cruzados detrás de la cabeza'. / Museo Picasso Málaga / Rafael Lobato

Pero si un traslado apresurado nunca es fácil, tratándose de Picasso lo es mucho menos. En un principio, el artista envió a Royan a Marie-Thérèse Walter y la hija de ambos, Maya, quienes se instalaron en la villa Gerbier de Jonc. Posteriormente lo hizo el propio Picasso junto a su secretario, Jaime Sabartés, y Dora Maar. Picasso se instaló con Maar en el Hôtel du Tigre y poco después armó un estudio en la misma Gerbier de Jonc, de manera que Walter, Maar y el amante de ambas iniciaron una convivencia que resultó tormentosa por motivos evidentes. A tenor de los textos que Sabartés escribió en la época, parece que Picasso decidió desentenderse y dejar a sus dos amantes que se entendieran como pudieran. A cambio, los meses que pasó en Royan le permitieron establecer una relación especial y afectuosa con Maya, quien tenía solo cuatro años cuando huyó de París con su madre. Maya interpretó, de hecho, el papel de ángel que contrarrestaba la amenaza del monstruo que atenazó a su padre en aquellos años. La situación mejoró cuando, en enero de 1940, Picasso pudo alquilar otro taller en un edificio de apartamentos conocido como Les Voiliers, cerca del puerto de Royan, con vistas al mar. Dora Maar, como había hecho en Gerbier de Jonc, comenzó a trabajar en sus obras aquí también y, con el mismo empeño sostenido durante el proceso de creación de Guernica, documentó con sus fotografías la realización tanto de los cuadernos como del resto de obras por parte de Picasso. Se suponía que en Les Voiliers Picasso y Maar encontrarían al fin la placidez deseada, pero la furia y el abuso con los que él solía revolverse contra ella volvieron, intactos, para satisfacción del monstruo.

Detalle de otro dibujo procedente del Cuaderno 202 (noviembre de 1939).
Detalle de otro dibujo procedente del Cuaderno 202 (noviembre de 1939). / Museo Picasso Málaga / Rafael Lobato

En realidad, como apuntan desde el Museo Picasso, el retiro en Royan no fue absoluto, sino que Picasso volvió a París a menudo en aquellos diez meses, especialmente desde que el temor al bombardeo empezó a disiparse. Incluso asistió a la inauguración de una exposición con sus obras en París en aquel periodo. Pero siempre volvió a Royan, temeroso aún del curso de los acontecimientos. Su primer viaje a París desde Royan se debió a la imposibilidad de hacerse en la localidad costera con el material indispensable para pintar. Trasladar los lienzos y caballetes desde París tampoco resultaba precisamente fácil ni discreto, así que Picasso optó por comprar unos cuadernos de dibujo en la librería Hachette de la capital gala, con los que trabajó en Royan (más tarde sí lograría hacerse con óleos y lienzos). En aquellos dibujos, Picasso parecía revisitar buena parte de los motivos que había cultivado en los años anteriores, como las corridas de toros y las representaciones de la misma Dora Maar, aunque con un estilo más radical y atrevido: uno de estos dibujos, por ejemplo, sirvió de estudio preparatorio del cuadro Busto de mujer con los brazos cruzados detrás de la cabeza, que desde hace años puede admirarse en la colección permanente del Museo Picasso Málaga y que a partir del 31 de enero pasará a formar parte de la exposición temporal. La composición es aquí audaz, rupturista y violenta de alguna forma a tenor del punto de vista, nada condescendiente, que adopta Picasso.

Picasso permaneció en Royan junto a Dora Maar, Marie-Thérèse Walter, Jaime Sabartés y su hija Maya hasta agosto de 1940

Finalmente, Picasso volvió a París de manera definitiva junto a Sabartés, Walter, Maar y Maya en agosto de 1940. Se trató de un regreso, cuanto menos, paradójico: París había caído a manos de los nazis en junio, de manera que el artista decidió asentarse en una ciudad ocupada, el escenario de sus peores pesadillas. Al mismo tiempo, sin embargo, París parecía ofrecerle más seguridad: Picasso entendía que en la capital podría pasar más inadvertido, mientras que en la soledad de Royan, que había quedado bajo la administración directa de la Alemania nazi tras el reparto del territorio francés con el gobierno leal de Vichy, se veía a sí mismo más expuesto. En París, acontecimientos como la lectura clandestina de su obra de teatro surrealista El deseo atrapado por la cola de la mano de Albert Camus, Jean-Paul Sartre, Simone de Beauvoir y otros escritores y artistas, hicieron de Picasso una especie de emblema de la Resistencia, honor al que, en realidad, el artista nunca aspiró: el malagueño deseaba, ante todo, poder seguir creando en las condiciones más exentas de riesgo, y entendió que París se las ofrecía. Eso sí, en 1944 contribuyó a sufragar la construcción del Hospital Varsovia en Toulouse para la atención a los refugiados españoles que habían luchado en la Resistencia francesa contra la ocupación nazi. En 1945, Royan quedó arrasada bajo los bombardeos del final de la guerra.

Imagen del largometraje de animación 'Picasso en Royan', de Benoît Laure, que representa a Picasso en su estudio de Les Voiliers.
Imagen del largometraje de animación 'Picasso en Royan', de Benoît Laure, que representa a Picasso en su estudio de Les Voiliers. / Les Films du Poisson Rouge

En marzo de 2024 se estrenó Picasso en Royan, largometraje de animación de producción francoespañola que recrea este episodio de la vida del artista malagueño con tono documental. Su director, el cineasta y artista Benoît Laure, afirmó entonces que, a partir de 1940, “Picasso se convirtió en un héroe de la liberación a pesar de sí mismo, porque nunca fue un héroe”. Es muy posible que un héroe se hubiera comportado de manera distinta en septiembre de 1939, aunque sea porque un héroe tiende a camuflar sus miedos con tal de inspirar confianza entre los suyos. Pero también de ese monstruo amenazante, así como del pánico que inspira, nace el arte capaz de cambiar el mundo.         

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