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Premios Goya en Málaga
Málaga/Daba por sentado hace poco más de un mes Antonio Banderas que la gala de los Goya de este 2021 sería recordada, inevitablemente, como "la gala del año del Covid". Al término de la velada, celebrada este sábado en el Teatro del Soho Caixabank, el malagueño matizó sus palabras: "En lugar de la gala del año del Covid, me gustaría que este encuentro quede para la historia como el del comienzo de la recuperación". La historia, sin embargo, funciona a menudo de manera caprichosa; tanto, que cabe esperar que la segunda gala de los Goya que acoge la capital malagueña sea recordada por el mismo Antonio Banderas y su papel como director y conductor, junto a María Casado, de una cita que entrañó un verdadero punto de inflexión en la trayectoria de los galardones, de cuya entrega se celebraba la 35 edición. La apuesta decidida de Banderas por una gala "más solemne, con menos humor y más cine", tal y como ya manifestó el pasado verano a modo de declaración de intenciones, recibió la bendición del mismo sector cinematográfico, expresada así en redes sociales, con una unanimidad decididamente extraña a estas alturas. Actores, directores, músicos y artistas pero también los principales portavoces de los grupos políticos en España, incluido el ministro de Cultura, José Manuel Rodríguez Uribes, coincidieron en señalar el acierto de una gala que adoptó el rigor propio que imponía la epidemia del coronavirus pero que aprovechó tal coyuntura para ofrecer un rostro muy distinto del cine español, más maduro y comprometido, sin chistes zafios ni subidas de tono. Estrictamente, el único momento de humor, propiamente dicho, llegó con la intervención de Carlos Latre durante el homenaje a Luis García Berlanga en su centenario, y el mismo constituyó seguramente el episodio más flojo de la gala muy a pesar de la espectacular actuación de Diana Navarro. Por el contrario, abundaron momentos marcados a fuego por la emoción, como el discurso de Ángela Molina tras recibir el Goya de Honor de manos de Jaime Chávarri o el In Memoriam en recuerdo a los profesionales del cine fallecidos en el último que protagonizó Vanesa Martín con una vibrante interpretación de Una nube blanca de Lluís Llach en la versión de Ana Belén (por cierto: ante el aluvión de críticas, la Academia de Cine se apresuró a aclarar que la recientemente fallecida Rosa María Sardá había manifestado su voluntad de no figurar en el susodicho In Memoriam a la misma institución. Su ausencia resultó clamorosa a buena parte de la audiencia, que no dudó en expresar su indignación en las redes).
No menos halagos han quedado dirigidos a Antonio Banderas a cuenta de los mensajes enviados por la flor y grana de la cinematografía internacional en apoyo al cine español, con intervenciones sonadas de Robert de Niro, Al Pacino, Helen Mirren, Laura Dern, Tom Cruise, Emma Thompson, Dustin Hoffman, Halle Berry, Barbra Streisand, Glenn Close, Margot Robbie, Salma Hayek, Melanie Griffith, Ricardo Darín y Sylvester Stallone, entre muchos otros. La poeta Elvira Sastre expresó de manera acertada el sentir general en Twitter al pedir para Banderas "el Goya al mejor relaciones públicas internacional". Eso sí, también llegaron al malagueño alabanzas por su reconocimiento a los profesionales del cine anónimos y exentos de alfombras rojas que, ya sea al volante, en las cocinas, entre cables o en cualquiera de los muchos oficios detrás de las cámaras hacen posible el milagro que representa una película. Banderas firmó el primer tributo de gran calibre en este sentido en la historia de los Goya y el mundo del audiovisual español reaccionó en consecuencia.
Eso sí, la otra cara de la moneda de este éxito para Antonio Banderas llegó esto domingo con la notificación de la audiencia televisiva: la gala del sábado fue la menos vista en TVE en los últimos quince años, desde la que presentaron en 2006 Concha Velasco y Antonio Resines. El encuentro reunió a 2.482.000 espectadores con un share del 15,6%, lo que entraña 1.116.000 espectadores y 10,4 puntos menos respecto a la gala de 2020, también celebrada en Málaga y consagrada como la segunda más vista en la última década (en términos de cuota de pantalla, hay que acudir a la gala que presentó Rosa María Sardá en 1994 para encontrar registros similares). Hay muchos elementos que podrían explicar este menor apego del público general: el anunciado tono más solemne y menos humorístico no parecía, de entrada, el mejor reclamo para convocar a la audiencia más amplia, pero también el hecho de que la gala fuese más corta y llegara a su fin a las 00:30 (exactamente a la hora prevista) en lugar de hacerlo a la 1:30 o cerca de las 2:00, como venía siendo habitual, contribuyó a limitar el recuento. Cabe recordar que Banderas había manifestado en varias ocasiones su intención de que la gala fuese más breve y, además, de que empezara antes, con lo que el share no parece haber estado entre sus preocupaciones más acuciantes. Finalmente, la lógica televisiva del prime time se impuso a este empeño. Lo interesante será comprobar, a partir de 2022, cómo se resuelve este conflicto entre el éxito artístico, aclamado con unanimidad, y una imposición mediática que únicamente entiende de cifras a la hora de establecer las líneas esenciales de los contenidos televisivos. Incluido, sí, el ámbito público.
Había apuntado Antonio Banderas que, por su parte, no pensaba empujar con tal de lograr una gala emocionante "ya que el contexto ya lo es de por sí". Y no le faltaba razón, si bien el discurso con el que abrió el encuentro, antes de convocar un minuto de silencio, apuntó directo a la médula: "Quisiera pediros que compartamos algo juntos, unos instantes de reflexión y de silencio por todas las personas que, de una forma u otra, han sido y están siendo a día de hoy víctimas de la pandemia", apuntó para abrir boca, antes de continuar: "Mi primer pensamiento va dirigido a la familia del cine, a mis compañeros, los nominados, los verdaderos protagonistas de esta noche que desgraciadamente hoy no están en este patio de butacas, pero sí en este escenario. Aunque sea de forma telemática, bienvenidos a todos a este teatro que es vuestra casa. Creo que es muy difícil concentrar tanto talento, sacrificio y lucha en un escenario". "No he dejado de preguntarme cuál era mi papel, el del cine, el del arte y el de la cultura frente a la cantidad de acontecimientos que hemos recibido como un tsunami", confesó el actor, antes de servir en bandeja su particular respuesta: "Somos contadores de historias y eso es lo que haremos. La historia de estos días, la de cada uno a su manera para tratar de entender la dimensión de lo que nos ha sucedido y cómo nos ha afectado esta realidad. La profundidad de esta herida abierta. Qué fue aquello que nos emocionó y qué nos hizo llorar. Qué nos enfadó o nos asustó y por qué. Reflexionar sobre las circunstancias tan complejas que la vida nos ha puesto por delante. Quizás haciendo ese esfuerzo de entender las cosas terminemos dando sentido a las contradicciones con las que nos hemos visto obligados a vivir. Dejar testimonios de lo vivido puede ser nuestra aportación. No nos eleva a la categoría de esenciales, pero sí necesarios: la categoría de los que quieren arrimar el hombro". Tal vez, sí, fuese demasiado para el prime time. Pero será imposible para las futuras galas de los Goya obviar tan poderoso precedente.
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