Ángela Molina o el cine
Premios Goya en Málaga
La actriz, emblema de la cinematografía española, recibirá el Premio Goya de Honor en la que gala que acogerá el 6 de marzo del Teatro del Soho Caixabank
Málaga/Tras la decisión de conceder el Goya de Honor a Ángela Molina (Madrid, 1955), anunciada este lunes por la Academia del Cine Español, se esconden motivos tanto puramente meritorios (el reconocimiento era una demanda ya antigua hacia una actriz nominada al Goya en cinco ocasiones y que nunca llegó a ganarlo, si bien cuenta en su palmarés con el David di Donatello, la Medalla de Oro de las Bellas Artes, la Concha de Plata del Festival de San Sebastián y el Premio Nacional de Cinematografía concedido en 2016: el Goya de Honor, como sucede a menudo, viene a corregir una anomalía abultada) como, digamos, estratégicos: la gala de los Premios Goya celebrada este año en Málaga contó entre sus sinsabores con la ausencia de Pepa Flores, objeto del mismo galardón y protagonista de un hueco que, claro, no hubo forma de llenar. Para la gala que tendrá lugar el próximo 6 de marzo de nuevo en Málaga, en el Teatro del Soho Caixabank, bajo la dirección de Antonio Banderas y María Casado, la Academia ha querido jugar sobre seguro y evitar nuevos desplantes con su apuesta por Ángela Molina, cuyos vínculos con Málaga, ciudad con la que mantiene una relación harto conocida, van mucho más allá de su condición de hija de un malagueño. La propia actriz despejó de hecho las dudas al afirmar, nada más anunciarse su designación como ganadora del Goya de Honor, y en declaraciones recogidas por Efe, lo siguiente: “Estoy muy, muy feliz. Ha sido una alegría inmensa, me ha llenado el corazón. Hace unos días estuve en la Academia, y cuando vi el busto gigante del maestro Goya le miré y sentí algo como muy familiar, y resulta que me lo voy a encontrar en mi casa dentro de poco”.
Así, en una gala de los Goya con un formato más reducido y adaptada a las exigencias de la epidemia del coronavirus, la presencia de Ángela Molina promete ya un episodio de altura justo en la línea anunciada por Antonio Banderas para el encuentro: más sobria, más contenida y más centrada en el cine como patrimonio cultural. De hecho, Molina, que antes de dedicarse al cine trabajó en el circo y se diplomó como profesora de baile clásico español, ha hecho siempre de la exigencia su mayor bandera. En los años de la Transición demostró que había para las actrices del cine español una vía alternativa al destape y puso en ella todo su empeño, demasiadas veces en solitario. Aunque su atribuye su descubrimiento a Luis Buñuel en Ese oscuro objeto del deseo (1977), donde compartió personaje con Carole Bouquet, para entonces la actriz ya había trabajado con Jaime Camino en Las largas vacaciones del 36 y con Antoni Ribas en la muy merecedora de reivindicación La ciudad quemada; en estas películas, estrenadas ambas en 1976, Ángela Molina daba ya por buena una de las razones que esgrime ahora la Academia de Cine para concederle el Goya de Honor: su capacidad para hacer grandes los papeles pequeños.
En el comunicado emitido este lunes, la Academia se refiere también a la actriz como “uno de esos milagros que ocurren de vez en cuando en el cine español” y destaca su participación en “títulos indispensables del cine español y europeo”. Y así es: su filmografía sostiene en peso la mejor tradición del cine español con títulos como, además de los citados, A un dios desconocido (Jaime Chávarri, 1977), El corazón del bosque (Manuel Gutiérrez Aragón, 1979), La Sabina (José Luis Borau, 1979), Bearn o La sala de las muñecas (Jaime Chávarri, 1983), Esquilache (Josefina Molina, 1989), Las cosas del querer (Jaime Chávarri, 1989), El hombre que perdió su sombra (Alain Tanner, 1991), 1492. La conquista del paraíso (Ridley Scott, 1992), ¡Oh, cielos! (Ricardo Franco, 1995), Carne trémula (Pedro Almodóvar, 1997), El mar (Agustí Villaronga, 2000), Piedras (Ramón Salazar, 2002), La desconocida (Giuseppe Tornatore, 2003), El destino de Nunik (Paolo y Vittorio Taviani, 2007) 14, Fabian Road (Jaime de Armiñán, 2008), Los abrazos rotos (Pedro Almodóvar, 2009), Blancanieves (Pablo Berger, 2012) y El árbol de la sangre (Julio Médem, 2019). Aunque no ha cultivado demasiado la escena, también aquí cuenta con trabajos memorables: baste recordar sus estrenos en el Festival de Teatro Clásico de Mérida y su participación en el histórico montaje de La mujer del mar de Ibsen con versión de Susan Sontag que dirigió Bob Wilson.
En los años 80, una Ángela Molina cada vez más reclamada en Europa estuvo a punto de ser la Carmen de Carlos Saura y la protagonista de ¿Qué he hecho yo para merecer esto? de Almodóvar. Pero lo cierto es que en el idilio de Ángela Molina con el cine español hay mucho amor y también trances de desamor, algo de lo que en parte han dado buena cuenta sus cinco nominaciones a los Goya que acabaron sin premio y a los que aspiró por La mitad del cielo (Manuel Gutiérrez Aragón, 1986), Luces y sombras (Jaime Camino, 1988), Las cosas del querer (Jaime Chávarri, 1989), Carne trémula (Pedro Almodóvar, 1997) y Blancanieves (Pablo Berger, 2012). Precisamente, sobre su primera nominación, hacía ayer Ángela Molina esta reflexión: “Pensé que me lo iban a dar. Fue para Amparo Rivelles, por Hay que deshacer la casa, y pensé: ‘Amparo es mayor, yo tengo tiempo’. Y ahora me toca a mí, que soy mayor. Todo es muy hermoso, todo está en su lugar, viene cuando tiene que ser, si es que tiene que ser”. Su signo es el de las grandes de su tiempo.
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