Una quincena de edificios del centro muestra sus restos arqueológicos

La muralla fenicia, piletas de salazones romanas, hornos y tenerías islámicas y el Castillo de los Genoveses del siglo XIV son algunos de los hitos que se pueden ver a pesar de que no hay editada ninguna guía

El Castillo de los Genoveses, fortaleza del siglo XIV, estaba en buen estado de conservación hasta que arrasaron parte de su trazado en la construcción del aparcamiento de La Marina.
Cristina Fernández / Málaga

29 de enero 2008 - 05:00

El pasado no siempre permanece enterrado. En ocasiones se destapa para convivir en armonía con el presente y aportar una riqueza añadida a los edificios que se enorgullecen de enseñarlo. Una quincena de inmuebles del centro tiene integrados los restos arqueológicos descubiertos tras alguna intervención. La muralla fenicia, piletas de salazones de época bajo imperial, el sistema defensivo que propició la dinastía Hammudí en el siglo XI, el Castillo de los Genoveses, hornos y tenerías islámicas son algunos de los vestigios que se pueden ver en sótanos, aparcamientos, librerías o tiendas. Sin embargo, no existe una guía que los reseñe y ni una señalética especial que los distinga desde el exterior.

Por ello, más de un visitante se lleva una sorpresa al entrar en el Rectorado de la Universidad de Málaga, el Museo Picasso o el hotel Kris Tribuna. Desde 1985, la Ley de Patrimonio Histórico obliga a que exista control y protección arqueológica en determinadas zonas de una población. Esto ha provocado que salgan a la luz -y puedan ser estudiados y documentados- importantes hitos de momentos históricos anteriores. Sin embargo, el propietario no está obligado a la integración, aunque sí a que la cimentación no altere los hallazgos más relevantes, según haya determinado la Comisión de Patrimonio de la Junta. Aunque algunos promotores consideran que la arqueología frena sus proyectos, otros la ven como una aliada para aumentar su valor.

"El Rectorado es un enclave muy interesante por su secuencia estratigráfica", explica en una visita guiada a un grupo de aficionados la arqueóloga Carmen Íñiguez. En este punto de la ciudad se constatan desde niveles fenicios -se halló el cierre de la muralla, aunque no es visitable- hasta el lienzo del tercer recinto defensivo de la Alcazaba. En el vestíbulo de la planta baja se puede ver un grupo de piletas de finales siglo III al IV de nuestra era. Son obras de mampostería recubiertas de opus signinum para impermeabilizar estos contenedores.

"Tenemos constancias de piletas romanas desde aquí hasta la calle Carretería y Pasillo Santa Isabel", explica la arqueóloga. "Aprovechaban las riquezas marítimas para hacer salazones y garum -una pasta hecha con vísceras maceradas de pescado-, un producto muy apreciado en todo el Mediterráneo, que se exportaba", añade Íñiguez. Junto a esta floreciente industria, el aceite y el vino también tenían su importancia en la provincia de Málaga. Pero sobrevino una crisis generalizada en el Mediterráneo, creció la inseguridad, los barcos se perdían en el camino y "se inició en Málaga un periodo de protofeudalización", comenta la arqueóloga. Desaparece el garum y la población huye a los Montes. Durante época visigoda se ha documentado un abandono masivo de la ciudad. A finales del siglo VI al VII desaparece el Puerto.

No será hasta el periodo califal cuando Málaga vuelva a tener relevancia. En el segundo tercio del siglo XI, bajo la dinastía Hammudí, se construyó la Alcazaba. El tercer recinto de este complejo militar se encuentra adosado a las piletas del Rectorado y se puede ver en la sala de exposiciones del sótano de dicho edificio. Este lienzo de muralla, en el que se puede ver cómo se adaptaba a la topografía del terreno, daba al mar y su objetivo era proteger la urbe de la llegada de los normandos.

El aparcamiento subterráneo de la Plaza de la Marina, que se hizo en los años 80, descubrió "una de las secuencias más interesantes; se halló una necrópolis de época emiral y el retorno de la actividad portuaria en la época Omeya", dice Carmen Íñiguez. Aunque, sin lugar a dudas, la arqueóloga señala el Castillo de los Genoveses (s. XIV) como el hito más interesante. Éstos eran los que controlaban el comercio del reino nazarí con el Mediterráneo. "La muralla llegaba hasta la fuente, pero durante un fin de semana, por la noche, las máquinas arrasaron toda la secuencia", criticó Íñiguez. "La Junta paralizó todo, se sancionó al Ayuntamiento pero no sé si se hizo efectivo el pago, las dos administraciones eran del mismo signo político", acusa. "Estaba en muy buen estado, hubiese sido un referencia nacional si hubiese quedado visitable", añade. Lo que sí pudieron salvar los arqueólogos se puede ver hoy mientras se aparca el coche. Sin embargo, no existe ni un sólo panel explicativo, por lo que muchos ni siquiera saben qué es el muro de piedra al que se le adosaban cinco torres semicirculares con base poligonal. Y mucho menos, que ya se usaba una especie de micropilotes de madera (extraída de un barco del siglo XIII) para anclar perfectamente la estructura a la arena.

Otros hallazgos tuvieron más suerte. En la plaza de las Flores, la tienda de Olivares aloja en su interior unas tenerías califales, un establecimiento para el curtido, el tintado y el tratamiento de las pieles. Éstas forman parte del barrio artesanal, que pierde su funcionalidad con la llegada de las tropas del norte de África. Estos terrenos quedaron destinados al ámbito doméstico, además de zoco y alcaicería.

Aunque no se ha realizado exactamente como los expertos propusieron, sí que los restos de muralla del siglo XI y la barbacana del XIII (línea defensiva de altura menor a la muralla) se pueden ver dentro del hotel Kris Tribuna, en la calle Carretería. Este recinto amurallado que estuvo en funcionamiento hasta el siglo XVIII (de unos 10 a 12 metros de altitud) se fue colmatando por las arrolladas del Calvario y las casas fueron sellando su trazado, abierto por siete puertas. Una de ellas era la de Buenaventura, uno de los principales accesos a la Málaga medieval. Por ella se entraba a la medina y se salía al arrabal de Funtanella. En el interior de la renovada librería Proteo se puede ver uno de sus torreones.

El Museo Picasso, el edificio Perchel Plaza y el Mercado de Atarazanas (cuya puerta principal es original de época nazarí), son otros inmuebles en los que los restos hablan de la herencia de nuestros antepasados. Aún quedan otros para sumarse a la lista.

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