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Al final siempre queda el teatro. "Y al principio también", suscribe el actor Juanma Lara, inmerso hoy en la misma espiral que le vio crecer. La necesidad de volver a los escenarios con su niña mimada, la compañía Teatroz, ha podido con su agenda; después de una década de ausencia la formación regresa el próximo mayo con Se ha escribido un crimen, una propuesta humorística con la que resucitar aquella firma pionera en Málaga en lo que a café-teatro se refiere. Feliz por el reencuentro, Lara recuerda con nostalgia aquellos años 90 cuando cuatro teatreros con muchas ganas y poco medios decidieron apostar por un formato acorde a sus posibilidades.
Así, Fernando Jiménez, María José Parra, Silvia Quevedo y Juanma Lara irrumpieron en el café de calle Afligidos dispuestos a sorprender con una fórmula que requería talento para la comicidad "y cero medios", apostilla el dramaturgo. Pequeñas obras con cinco ejes monográficos que desgranaban cada 15 días sobre las tablas. A saber: el arte, la mujer, el amor, la televisión y la religión. Motivos de sobra para la crítica mordaz con sus buenas dosis de improvisación. La cercanía de un público receptivo y preparado para la carcajada entre copa y copa tenía su reverso. "Te ríes con más desparpajo, pero si no te gusta lo criticas también con más desparpajo. Pero cuando se establece una buena comunicación es maravilloso", apunta Lara.
Teatroz se hizo con su público, el boca-oreja funcionó, y poco a poco empezaron a proliferar compañías (como A Contrapunto y Alteradas) con propuestas idóneas para los café-teatro. "De la precariedad sacábamos humor", evoca Lara. Teatroz despertó el interés de empresarios, entusiasmados con la posibilidad de abrir un local de copas con espacio para la comedia de pequeño formato. Durante tres o cuatro años los café-teatros estuvieron de moda en Málaga para bien de compañías independientes. "Pero no bastaba con poner un escalón. Requería unas condiciones mínimas de inversión para que todo saliera bien", subraya el actor.
La buena acogida de Teatroz pronto le abriría las puertas a escenarios mayores. El Teatro Cervantes se interesó en el ingenio de estos cuatro cómicos y decidió incluirlos en el ciclo Escaparate escénico malagueño por el que desfilaban durante una semana las últimas creaciones de intérpretes locales. Por aquella época, la planta superior del coliseo se reservaba a obras de pequeño formato (se podía ver también a Ángel Calvente y sus títeres) y Teatroz volvía a arrasar.
Y de Málaga a otras plazas. El éxito de la compañía les llevó al festival internacional de Cádiz, al de Palma del Río y al aplauso de sus compañeros de profesión. Juanma y los suyos recorrieron toda España y repitieron presencia en un certamen internacional de teatro en República Dominicana.
Sin más créditos que pedir y con nulas subvenciones, el nombre de la compañía desapareció hace una década de cartel. Como un mal augurio, la esencia del género hizo aparición. "El teatro es deficitario", recuerda Lara y tras el montaje de Barataria a finales de los 90 Teatroz se disolvió. Juanma Lara llegó a un acuerdo con su socia, Silvia Quevedo, él se hizo cargo de las deudas y continuó en escena esta vez bajo el nombre de Laraña Teatro y el montaje Juro por Dios que este no es mi próximo espectáculo, junto a la Free Soul Band.
Tras su paso por la pequeña y gran pantalla, Lara retoma ahora su proyecto inicial, con el nombre original y energías renovadas. "El cine y la televisión matan un poco el espíritu del actor. Y el teatro renueva las células", confiesa. Con sus deseos cumplidos, el malagueño vuelve a las tablas a sabiendas de contar con la materia prima. "Tener algo que decir algo y ambición. Montar un espectáculo para el mundo", asegura.
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