La reinvención del arte
El Centro Pompidou Málaga abrió ayer sus puertas como ejemplo decisivo de museo del siglo XXI, capaz de suscitar las más diversas experiencias y con el cuerpo humano como argumento
Dieciséis meses después de que el alcalde, Francisco de la Torre, anunciara el proyecto, el Centro Pompidou Málaga, la primera sede de la institución instalada fuera de Francia, abrió ayer sus puertas. Ya se había dado a conocer el acuerdo por el que se garantiza la permanencia del equipamiento en la ciudad por un plazo de cinco años prorrogable a otros cinco, y también se había revelado el contenido de la colección permanente (habrá que esperar al verano para ver la primera muestra temporal, dedicada a Miró), con más de 80 obras de genios del último siglo como Francis Bacon, Frida Kahlo, Pablo Picasso, Tony Oursler, Max Ernst, Alberto Giacometti, George Baselitz, Marc Chagall y Fernand Léger. Pero, visto al fin en toda su amplitud, cabe concluir que el Centro Pompidou Málaga es mucho más que las obras que contiene: es un verdadero ejemplo de museo del siglo XXI, que propone de manera muy ambiciosa, y en relación a los planes de expansión internacional del Centro Pompidou de París, una revisión (reinvención, tal vez) de la experiencia que constituye la asunción del arte, asumida como mucho más que mera contemplación. A pesar de la brevedad de la colección, y de que la misma ocupa un espacio en el Cubo del Puerto que no fue pensado para el arte (algo que también forma parte de la estrategia de la institución parisina), Málaga dispone de un objeto creativo de difícil parangón en España, por su intención, su alcance y la universalidad a la que aspira. Sean cinco o diez los años de su vigencia, corresponde aprovecharlos.
El Centro Pompidou llegó a Málaga con un objetivo claro en mente: conquistar al no público, la población que nunca va a los museos, los que consideran que el arte corresponde a unas élites o exige un determinado adiestramiento para su comprensión. En consecuencia, todo el equipamiento está dispuesto, mediado, rumiado e interpretado para hacer del arte una cuestión común. Algo para todos. No es necesario entender nada ni saber nada. Basta la disposición a sentir. Esta premisa explica ya la elección del cuerpo humano y la representación del mismo en el arte desde 1920 hasta la actualidad como eje argumental de la colección: no hay nada más universal e inmediato que el cuerpo, todo el mundo tiene uno. No hay que analizarlo, ya viene de serie: cualquier intervención intelectual para el cuerpo es innecesaria. A partir de aquí, todo en el Centro Pompidou Málaga se da para una conexión inmediata y libre. Y la colección, en este sentido, presta especial atención a los niños: en cada sala hay propuestas de intervención directa para los más pequeños, con juegos, cosas que se pueden tocar, propuestas para mirar las obras desde ángulos concretos y no pocas sorpresas, además del teatro que Tony Oursler brinda para la imaginación en Switch y el juguete que Miquel Navarro regala a los niños con Bajo la luna II, un laberinto de figuras que los chavales pueden combinar y mover a su antojo. Es todo este despliegue dispuesto a la afectación lo que hace del Pompidou algo que en esta ciudad aún estaba por ver. Y hay que admitir, sin remedio, que aquí hay bastante más que turismo.
En cuanto a la colección, diseñada por la directora adjunta del Museo de Arte Moderno Centro Pompidou de París, Brigitte Léal, junto al director de la Agencia para la gestión del Centro Pompidou Málaga, José María Luna, con la supervisión de Denis Berthomier y Bernard Blistène (director general y director del Museo de Arte Moderno del Centro Pompidou de París, respectivamente), sus cinco secciones ahondan en las diferentes perspectivas desde las que el cuerpo humano queda representado, tal y como detalló Léal en la visita reservada a los medios de comunicación el pasado viernes. En Metamorfosis se rompen las barreras entre el arte del siglo XX y el XXI, desde el diálogo entre El sombrero con flores (1940) de Picasso y Dora Maar 23.5.83 (1983) de Antonio Saura hasta I see a woman crying (2009-2010) de la artista holandesa Rineke Dijkstra, una pieza de vídeo que recoge las impresiones de unos niños al ver una obra de Picasso. En Autorretratos conviven el esplendor autobiógrafico de Marc Chagall en Dimanche (1952-1954) con el dolor expresado en Selfportrait (1971) de Francis Bacon y El marco (1938) de Frida Khalo, así como la tragedia de la historia en Zoran Music en su Autoportrait (1988) y en la brutal instalación del mismo título de Jean Tinguely (1988). En el hombre sin rostro se aspira a representar la humanidad perdida en Femme nue debout (1945) de Giacometti, Deux personnages (1920) de De Chirico y Femmes dans un intériur (1922) de Fernand Léger, además de la descomposición anatómica en los vídeos de Yoko Ono, Gérard Malanga y Bruce Nauman. El cuerpo político presenta un discurso en clave feminista con piezas tan violentas como el vídeo Barbed Hula (2001), de la israelí Sigalit Landau, en la que la artista aparece desnuda bailando con un hula-hop hecho de alambre de espinos. Y en El cuerpo en pedazos, antes de las esculturas de Picasso y Julio González, Kader Attia representa la ausencia del cuerpo en su descomunal instalación de huecos postrados Ghost (2007). En la sala reservada a las exposiciones temporales puede verse Cuerpos simples, con vídeo y danza. Lo mejor es no perdérselo. Vivirlo.
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