Una discreta representación cultural e institucional de la ciudad despide a Alfonso Canales

Ni el alcalde, ni la delegada provincial de la Junta, ni el delegado municipal de Cultura, que presentaron sus respetos al mediodía, acudieron esta tarde al entierro del Hijo Predilecto de la ciudad

La despedida del poeta malagueño Alfonso Canales, que falleció anoche a los 87 años, no fue tan discreta como él mismo dejó ordenado. Pero entre la escasa representación institucional y cultural que acudió a las 17:00 de esta tarde a Parcemasa se habló, y mucho, de las ausencias. Ni el alcalde de Málaga, Francisco de la Torre; ni la delegada provincial de la Junta María Gámez; ni el delegado municipal de Cultura, Miguel Briones; ni el delegado provincial de Cultura, Manuel Jesús García, acudieron a la misa y posterior entierro, si bien todos ellos habían presentado sus respetos a los familiares durante el mediodía en el propio cementerio (nadie acudió en representación de la Diputación provincial). De cualquier forma, el acto resultó cuanto menos deslucido para un poeta fundamental de la literatura española del pasado siglo, Hijo Predilecto de la Ciudad (donde una plaza está consagrada a su nombre) y doctor 'honoris causa' de la Universidad de Málaga. Estrictamente, la única representación institucional correspondió esta tarde al concejal de Urbanismo, Manuel Díaz.

Entre quienes sí asistieron, además de Díaz, se encontraban los académicos de San Telmo Manuel del Campo, Mari Pepa Lara, Francisco Cabrera y Pepe Bornoy; los poetas y escritores María Victoria Atencia, Manuel Alcántara, Francisco Ruiz Noguera, Guillermo Busutil y Alfredo Taján (director también del Instituto Municipal del Libro); los artistas Eugenio Chicano y José Manuel Cabra de Luna; el galerista Alfredo Viñas; el presidente de la Fundación Unicaja, Felipe Faraguna; el ex alcalde de Málaga Pedro Aparicio; el deán de la Catedral, Francisco García Mota; el presidente de los Ateneos andaluces, Luciano González; la vicerrectora de Cultura de la Universidad, Isabel Calero; su antecesora en el cargo, Mercedes Vico; y el catedrático de arqueología Pedro Rodríguez Oliva. Todos ellos acompañaron a los familiares en una tarde gris de otoño en la que la ciudad, incompleta, perdió a uno de sus poetas más ilustres.