La saeta o el rezo flamenco
Auditorio de Diputación. 8 de abril. Cante: Ana Fargas, Antonia Contreras, Bonela Hijo y Andrés Lozano. Tambor: Daniel Urbano; Poemas: Francisco Barrabino. Aforo: Un tercio de entrada.
Dicen algunos que hay que distinguir entre saeteros y cantaores y que por regla general, los buenos saeteros no son buenos cantaores y viceversa. En la III Exaltación de la Saeta organizada por Diputación y la Federación de peñas malagueñas La Alcazaba pudimos comprobar que eso no es necesariamente cierto -de hecho existen sobrados ejemplos en la historia del flamenco. En esta ocasión pudimos escuchar a cuatro artistas malagueños, algunos curtidos en estas lides y otros no tanto.
La joven cantaora Ana Fargas empezó con una saeta malagueña, para abordar otra por seguiriyas en la segunda ronda. Demostrando una gran profesionalidad -después supimos que había salido al escenario enferma- se entregó por completo, peleando con la dura saeta, uno de los palos más difíciles. La esteponera lleva muy buen camino para ser una gran saetera, facultades para ello ya tiene, pero advertimos en detalles como la elección del tono y la ejecución del cante que aún le falta experiencia.
Andrés Lozano, por su parte, es un cantaor dueño de una voz que, aunque cortita, es flamenquísima, quebrada y doliente, lo que propició unas saetas íntimas y pellizcaítas, por seguiriyas la primera y saeta malagueña la segunda -en esta con algunos problemas en el remate-, pero se notó que no suele cantar este palo.
Caso contrario es el de Antonia Contreras y Bonela Hijo, artistas habituales en los balcones de Málaga y su provincia y también en los concursos especializados, en los que han obtenido varios premios. La cantaora de Álora nos hizo la única saeta por carceleras de la noche, uno de los más bellos estilos de saeta que existen, pues se trata de un cante rico en musicalidad y giros vocales, idóneo para la garganta privilegiada de Antonia que aportó su personalidad en el remate final. Su segunda saeta fue de libro, una espectacular saeta malagueña cantada de una vez, con poderío y elegancia, poniendo de relieve su altura cantaora.
Por su parte, Bonela hijo eligió grandes saetas clásicas de Antonio Mairena y de la Niña de los Peines . Nos emocionó con el quejío de su voz, a pesar de que no tuvo su mejor noche. Se encontró difuso en la seguiriya, con demasiados parones, pero se creció en los remates, donde brilló con luz propia.
En un digno escenario adornado con enseres cedidos por la cofradía de El Rocío, la velada resultó dinámica y amena, introducida por la alocución y los sentidos poemas de Francisco Barrabino, que arrancó calurosos aplausos entre el, por desgracia, poco público asistente. Solamente hay que lamentar la falta de coordinación en los motivos a exaltar, es decir, hubiera sido bonito que poemas y saetas se hubieran dedicado a las mismas imágenes devocionales.
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