Alejandro Simón Partal, escritor de Málaga: “Pienso mucho en la muerte porque me gusta mucho la vida”

Cultura

El autor ha publicado su nueva obra, ‘La planta baja’, un diario paralelo a la grabación de la película ‘Segundo premio’

El libro retrata el día a día cerca de un largometraje sobre Los Planetas que "acabará siendo generacional”

'Segundo premio' reinterpreta la creación de uno de los mejores discos del 'indie' español

Alejandro Simón Partal posa con su libro 'La planta baja'
Alejandro Simón Partal posa con su libro 'La planta baja' / Mar Bassa

Segundo premio (no) es una película sobre Los Planetas. La planta baja (no) es un libro sobre el rodaje de la película Segundo premio. Tampoco es un libro sobre el grupo indie. No es una obra del rodaje técnico. Tampoco es un monográfico sobre la banda. Podría decirse todo lo que no es y parece ser, pero quedaría una larga lista. Lo que sí es, es un proyecto personal. Es un diario. El día a día del escritor de Estepona Alejandro Simón Partal en Granada mientras se grababa el largometraje. Es el "privilegio" de ser testigo de un filme que "acabará siendo generacional".

La cinta ganó la Biznaga de Oro a mejor película en el Festival de Málaga. El autor del diario publicado bajo el sello de Plaza & Janes, que ha sido testigo y observador del proyecto, opina que es un gran filme tanto por el presupuesto como por el alcance y la intención: "Es una narrativa bonita de ese momento de la banda, de la ciudad y de ese entorno, en la hemeroteca estará como un archivo y un testimonio importante del cine español".

La propuesta vino de la mano de su amigo Jonás Trueba, que iba a ser el director de la película. Para Simón Partal, el proyecto reunía los mejores ingredientes para aceptar: acompañar a un colega que admira, asentarse en Granada, ciudad que le "estimula mucho", y una grabación sobre un grupo que ya seguía y admira. Trueba abandonó el proyecto y lo sustituyó Isaki Lacuesta, pero el libro siguió adelante, abriéndose camino entre los cambios y adversidades. De entre todos los géneros, eligió que fuera un diario porque siempre ha sido lector de diarios y porque "no hay construcción posible, no hay ficción".

"Tiene que ser una escucha interior, un desahogo de alguien que cuenta su día a día", señala. Para él, no tiene sentido crear un diario que “no te interpele ni nazca de tus entrañas” porque es el tiempo el que "dicta" al diario y "no eres tú" el que escribe el libro. Se trata, en definitiva, de "un ejercicio de honestidad y de brutalidad contra uno mismo". Todo el diario nace de una "perspectiva del final de uno, no nace desde la vida, sino desde el agotamiento del tiempo, y ese agotamiento del tiempo tiene mucho que ver con la muerte, esa inquietud por el dejar de estar aquí".

¿Piensa mucho en la muerte? La respuesta del autor es rotunda: "Pienso mucho en la muerte porque me gusta mucho la vida". No ve la muerte como un "arrebato de la vida", sino como una "etapa más de la existencia". No le tiene miedo. Tampoco le tiene miedo a desaparecer. Pero sí que le gusta estar presente: "No vivo la vida con angustia, aunque la vida sea angustiosa".

Le cuesta elegir tres razones por las que alguien podría leer su libro porque es "complicado de responder", sobre todo si nunca le han formulado la pregunta. Tras una breve pausa, contesta que porque se lo ha "pasado bien" y la "literatura tiene que provocar felicidad". También por una cotidianidad con la que sentirse identificado y estar escrito de una forma visceral. En resumen, estas tres: la honestidad, la urgencia y porque "retrata una película necesaria, una generación y una forma de entender la música y el arte que tiene un valor importante en este tiempo".

Tampoco ha sido fan de Los Planetas, el grupo granadino de indie rock que empezó a principios de los 90, pero sí les tenía -y tiene- mucho respeto y consideración. Mientras se fraguaba la película, se propuso como tarea escucharlos diariamente y ahora se declara fan de sus últimos discos, Zona temporalmente autónoma y Las canciones del agua, porque le parecen "prodigiosos".

La vida en Granada

Buena parte del rodaje tuvo lugar en la ciudad que los vio nacer. Para un malagueño, Granada es sinónimo de ciudad lúdica, de ir un fin de semana, salir de fiesta, una relación "muy precipitada". Por primera vez, pudo instalarse y tener una rutina "alejada a lo que acostumbra uno", sobre todo en su época de estudiante. Tenía un propósito laboral. Un despertar con sentido, en una primavera, cerca de la Fuente de las Batallas. "Ha sido lo mejor de este proyecto junto a las personas que he conocido y con las que me he encontrado en el día y la noche, habitar esa ciudad".

El tiempo en primavera, antes de que la temperatura asfixie a cualquier persona que visite la ciudad, favoreció que Simón Partal pudiera recorrer sitios en los que había estado Federico García Lorca, seguir su trayectoria en las calles granadinas, su vida, todo lo que ocurrió y revisitarlo no de una forma melancólica, sino por pertenecer a lo que ha sido tan "importante" para dedicarse a la literatura, que es la música y la poesía de Lorca.

La rutina también incluye acudir todos los días al mismo sitio. Fue el caso del Botánico Café, un bar frente al Jardín Botánico de la Universidad de Granada. Todos los días leía la prensa, se tomaba un café y escribía. "Aunque no saliese el libro, esto era mucho más de lo que le podía pedir a la vida, estar viviendo esos días en esa tesitura después de haber pasado una situación complicada y de duelo", comenta con nostalgia. El contraste de vivir en República Checa, con un color gris y "turbia", arrastrando "ese calvario", a amanecer y pasear por Granada, fue una forma de reconciliarse consigo mismo y con la vida.

Ese bar fue una casualidad con un motivo de peso detrás: Lorca fue detenido y pasó ahí sus últimas horas antes de que lo llevasen a ejecutar. La terraza da al Jardín Botánico y sus vistas lo atrajeron. Empezó a frecuentar el establecimiento y se hizo amigo del camarero. Más tarde, ese local pasó a ser el sitio donde el equipo de rodaje iba a comer y a cenar todos los días. Lo que empezó siendo un descubrimiento y una sorpresa, acabó siendo el lugar de reunión de todo un equipo.

"El Botánico en el libro es una especie de personaje más porque recurro mucho a él, he pasado muchas horas allí cada día". La vida cultural de Granada gira en torno a espacios "abiertos" a todos, son "plurales y cómodos para estar". Al Botánico lo acompañan otros locales como el Bora Bora y La planta baja, que da nombre al diario.

En cuanto al equipo de rodaje de la película, al haber cambiado el inicial y con la "confianza e implicación que podría haber tenido", el escritor se "limitó" porque no se sentía "legitimado" a estar junto a ellos por ser tímido y por tratarse de un libro de vivencias sin estar pegado a las grabaciones. Se posicionó como un testigo, no como un activo en el largometraje, verlo todo desde el margen y contar lo que le sucedía a él mientras se rodaba.

Literatura y estilo

Prefiere que su escritura la definan los lectores porque no sabe describir cómo escribe. "De un libro de poemas a un diario hay mucha diferencia", dice. Lo que sí tiene claro es que escribe por urgencia y necesidad de contar historias: "Cuando no tenga esa necesidad o deje de emocionarme, dejaré de escribir". Sobre si tiene un estilo simónpartal, opina que tener un estilo es "necesario", pero que también "empobrece y ahoga". Quiere tener muchas voces, no que sea "la misma persona contando la misma historia", y prefiere no ser identificado: "No me preocupa el estilo, me preocupa el entendimiento y la comunicación".

El diario supuso un reto porque fue un ejercicio de escucha interior, de despojo. Un género "complejo" porque "inevitablemente compromete a los demás": "Por eso casi todos los diarios se publican cuando estás muerto, porque puedes hablar tranquilamente porque no habrá una respuesta cuando salga". Él busca ser leal a la intimidad extrema y, aunque sea ficción o no, "es tu verdad y va mucho más allá de lo que ocurra, es un desnudo porque nace de un desajuste de soledad".

La literatura a veces es un arte que tiende a estar infravalorada por una parte de la sociedad. Hay gente que opina que escribir es fácil, que es sentarse frente al ordenador y se arma un libro a golpe de tecla. Por supuesto, también lo es escribir un diario. Alejandro Simón Partal responde de forma rotunda y sin tapujos que sí: "Es fácil, y como es fácil, todo el mundo tendría que hacerlo".

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