Este cuerpo contra la resignación
Teatro | Factoría Echegaray
Factoría Echegaray estrena el martes ‘Las palabras de la carne’, de Virginia Rota y José Andrés López
Málaga/El tándem formado por el creador escénico José Andrés López (fundador en 2015 de la compañía Viviseccionados, todo un modelo en la puesta en juego de nuevos lenguajes teatrales desde premisas tomadas a menudo de los clásicos) y la fotógrafa Virginia Rota (dueña de una trayectoria de amplio eco, con exposiciones dentro y fuera de España), ambos malagueños, había dado ya algunas muestras harto interesantes, como la pieza Los ingenuos, estrenada en el Museo Carmen Thyssen el año pasado. Las confluencias entre teatro e imagen no constituyen una novedad para ninguno de los dos, pero lo que su unión puede dar de sí resulta ciertamente estimulante en un contexto en el que la exploración artística parece abrir nuevas vías a cada paso. El siguiente envite es Las palabras de la carne, la nueva producción de Factoría Echegaray que, tras haber sido repescada de entre las cancelaciones que ocasionó la pandemia el año pasado, verá la luz finalmente el próximo martes 13 con un total de doce funciones en el Teatro Echegaray hasta el día 25. Elena Esparcia, Carlos Gorbe, José Andrés López y Alessandra García componen el elenco de la obra, que cuenta con la aportación de Luz Arcas de La Phármaco en las coreografías, de Jorge Colomer (otro habitual en las filas de La Phármaco, compañía con la que también colabora Virginia Rota) en la iluminación y con la música y el espacio sonoro del citado Carlos Gorbe. Las palabras de la carne se presenta como una obra de “teatro físico y textual”, si bien sus mimbres son bastante más amplios y abarcan el movimiento, la imagen, la luz y el drama como instrumentos para una indagación profunda y bien cargada de intenciones.
La propuesta nació como una aproximación por parte de Virginia Rota y José Andrés López al dolor desde una perspectiva antropológica y orgánica. Se trataba de abordar de manera directa la naturaleza sacrificial de la condición humana, expresada lo mismo en matanzas y tragedias (como la Desbandá de la Guerra Civil en Málaga) que en numerosas manifestaciones folklóricas y vernáculas. Sin embargo, Las palabras de la carne evolucionó posteriormente, en palabras de Virginia Rota, “a una cuestión más interior, más hacia adentro. La obra trata más bien sobre el modo en que ciertas costumbres conducen al silencio, a callarse, a morderse la lengua, a aguantar con lo que el destino nos dicta y no rechistar. Todo esto tiene que ver con el dolor también, claro, pero se expresa de otra manera, en esa contención ciega e impuesta”. Al mismo tiempo, el espectáculo “expone ciertos vicios que se dan por hechos a la hora de relacionarnos. De cómo se aceptan sin más situaciones que nos hacen daño, que son nocivas, pero ante las que muy pocos se atreven a rebelarse porque no hay más remedio que admitirlas y darlas por buenas, de manera irracional y en contra de los verdaderos sentimientos”. Las palabras de la carne trata, así, sobre la resignación, “sobre una cultura heredera principalmente del cristianismo y todavía muy extendida que nos lleva a sesgarnos, a convivir con lo que no queremos y a tragarnos nuestras palabras con tal de no ofender a una moral superior”. La obra entronca así con proyectos de Virginia Rota como La pena negra, una colección de fotografías en torno a la manifestación del luto, si bien la autora prefiere no señalar aquí contextos concretos: “Algunos elementos pueden hacer referencia a España, a su tradición, su herencia cristiana y su cultura, es cierto, pero de ninguna forma queremos decir ni dar a entender qué piensan ni qué sienten los españoles. Eso sería decididamente pretencioso por nuestra parte”.
Las palabras de la carne se articula en dos secciones bien diferencias y sin embargo, claro, armónicas: “La primera parte es más teatral: recrea un encuentro familiar en una situación difícil para todos y revela las tensiones que se crean entre los personajes. En la segunda parte, damos a cada uno de los personajes un espacio propio y los intérpretes tienen la ocasión de aprovecharlo al máximo. Hemos tenido la suerte de contar con intérpretes de amplia trayectoria y muy versátiles, que están acostumbrados a trabajar en conexión con la danza, la música o las artes plásticas, así que el proceso ha sido muy interesante, muy enriquecedor. Es en esta segunda parte donde el trabajo en torno al movimiento con Luz Arcas ha sido fundamental, aunque nos habría gustado tener más tiempo para profundizar al respecto. Esperamos, en todo caso, seguir contando con su aportación y su inspiración”.
Preguntada por su intención como fotógrafa a la hora de presentar un espectáculo teatral, en relación con la retina del espectador, Rota recuerda que la obra cuenta con una proyección de imágenes de unos veinte minutos de duración de su creación, y añade: “Sí que me gusta pensar en una reacción por parte del público como si le presentáramos una fotografía. De hecho, el trabajo que hace Jorge Colomer con la iluminación es exactamente el trabajo de un fotógrafo, muy especial. Al final, lo que queremos es llegar al espectador con todos los lenguajes de que disponemos, el movimiento, la imagen, el sonido y la palabra”. Corresponde al espectador disfrutarlo y, más aún, sentirse parte.
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