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Málaga/No tiene tanto que ver con el azar, sino con la lógica de los tiempos, el hecho de que los dos espectáculos musicales que con mayor éxito han abordado la figura de Cristo, Godspell y Jesucristo Superstar, se gestaran casi en paralelo. Por una parte, los aires renovadores que la Iglesia católica abrió con su Concilio Vaticano II seguían soplando en un ámbito de influencia creciente. Por otra, la contracultura anglosajona atravesada por el movimiento hippy se mostraba cada vez más inclinada a adoptar a Jesucristo como uno de los suyos, subrayados sus matices revolucionarios, su oposición al consumo, su preferencia por los marginados y su gusto por ir de un lado para otro con lo justo, despreocupado por el avituallamiento y por el qué dirán. Se trataba de hacer de Cristo un emblema del pop, cuestión para la que la adopción contracultural dio frutos harto interesantes en muy diversos formatos, del cine al cómic, si bien el mayor órdago llegó, justamente, desde Broadway. Sin embargo, no era fácil montar un espectáculo musical sobre Cristo a comienzos de los años 70: la idea de Jesucristo Superstar que alumbraron los todavía primerizos Andrew Lloyd Weber y Tim Rice fue rechazada por todos y cada uno de los productores consultados, con lo que sus mentores optaron por convertir el proyecto en un disco conceptual, lanzado en 1970 (con Ian Gillan, la voz de Deep Purple, en el papel de Jesús) y cuyo éxito sí convenció a los productores ya a toro pasado. El estreno en Broadway tuvo lugar en octubre de 1971 y la película de Norman Jewison llegó a las pantallas en 1973 con la bendición de Pablo VI. Desde entonces, Jesucristo Superstar ha conocido innumerables producciones en todo el mundo, desde el más entusiasta registro amateur a los principales teatros, consolidado como pulso favorable a la taquilla.
El tiempo ha sido menos condescendiente con Godspell, muy a pesar de que en sus primeros años el éxito fue similar (como similares fueron los elementos que promovieron el rechazo de no pocas comunidades cristianas a ambos proyectos) y de que su premisa artística contenía un vaticinio más que revelador respecto a la Iglesia y su relación con los jóvenes en las siguientes generaciones. Ahora, sin embargo, el musical de Stephen Schwartz y John-Michael Tebelak vuelve a la primera fila gracias a Antonio Banderas, quien anunció recientemente una nueva producción a estrenar la próxima temporada en su malagueño Teatro del Soho en colaboración con Estudio Caribe, la factoría de Emilio Aragón, quien, según confirmaron desde el centro, se hará cargo de la dirección artística.
Los orígenes de Godspell fueron humildes y estuvieron marcados igualmente por la incertidumbre. Tebelak compuso la mayor parte del libreto y las letras como alumno en la Carnegie Mellon University, y tan convencido estaba de las posibilidades de su obra que abandonó los estudios para defenderla en Nueva York. Allí conoció a Stephen Schwartz, un joven compositor que se buscaba la vida, sin mucho éxito, en el Off-Broadway y quien accedió a colaborar con Tebelak en su proyecto. La primera representación tuvo lugar en un local del East Village llamado La Mama Experimental Theatre Club con un reparto universitario, aunque el estreno en el Off-Broadway llegó finalmente el 17 de mayo de 1971 en el Cherry Lane Theatre. La acogida fue realmente asombrosa: en el mismo 1971 veían la luz dos nuevas producciones en Londres y Melbourne, mientras que la partitura de Schwartz, inspirada en himnos tradicionales de la Iglesia y vertida en un pop luminoso y pegadizo, recibía una nominación en los Premios Tony. También en 1973 conoció Godspell su adaptación cinematográfica, dirigida por David Greene, con el correspondiente éxito en la taquilla.
Godspell presenta una estructura narrativa en forma de sketches inspirados en las parábolas del Evangelio de San Mateo, y articula su desarrollo entre la narración y la representación de las mismas. Mientras Jesucristo Superstar apuntaba a una introspección psicológica y humana de Jesucristo con Judas Iscariote como proverbial antagonista, Godspell exhala un tono mucho más desenfadado, alegre y abierto. La intención de Tebelak al escribir su musical era ofrecer una respuesta a los muchos jóvenes que, como él, querían asumir los valores del cristianismo sin formar parte necesariamente de la Iglesia, un sentimiento de orfandad cuya exploración sigue siendo pertinente en el siglo XXI. Como en Jesucristo Superstar, Tebelak resuelve la muerte de Cristo con una leve referencia final y pasa de largo por el asunto de la Resurrección, lo que encajaba con la personificación de un Mesías enteramente humano. Pero fue esta decisión la que, al igual que sucedió con el musical de Lloyd Weber, despertó el rechazo de varias comunidades evangélicas en EEUU, que tampoco veían con buenos ojos el colorido vestuario de Godspell y que no dudaron en emplear su influencia en la opinión pública para llamar al boicot. Polémicas aparte, la buena noticia vuelve a escena en suelo andaluz. Así que habrá que preparar el camino.
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