El tiempo en tus manos

Realizada entre 1981 y 2001, por fin se publica en España 'Alec' (Astiberri), la monumental obra autobiográfica de Eddie Campbell, el autor de la famosa novela gráfica From Hell

El tiempo en tus manos
José Abad

17 de abril 2011 - 05:00

No perdáis nada de vuestro pasado, advertía Anatole France, pues con él tendréis que construir el porvenir; y que el pasado no os sirva nunca de sofá, añadía Harold Macmillan, sino de trampolín. Eddie Campbell lo entendió así. A principios de la década de los 80, cuando era un perfecto Don Nadie, este dibujante escocés decidió plasmar (y preservar) su vida en las hornacinas de un cómic, Alec (1981-2001), que durante años únicamente leyeron amigos, conocidos o gente que pasaba por allí. Para Campbell, como para France, el pasado no es escombro, sino cimiento del edificio futuro. Como para MacMillan, el ayer no es la poltrona donde repantigarse y quizás dormirse, y tal vez soñar, sino un trampolín tendido sobre las piscinas del mañana. Nada hay que no tenga su comienzo tiempo atrás; el ayer es el instante en que emprendimos el camino recorrido a día de hoy. Más o menos.

Hasta convertirse en una monumental obra de casi setecientas páginas, Alec conoció los rigores de una travesía azarosa. Las primeras páginas del proyecto se incorporaron como simples fotocopias a las publicaciones alternativas en donde se fogueó el joven Campbell. Luego, a mediados de los 80, reunió parte del material en varios cuadernos antes de lanzar un primer volumen recopilatorio, The Complete Alec (1990), llamado a quedar incompleto. El relato siguió creciendo, acomodado en diversas revistas o publicado escalonadamente por el propio autor. En total, Campbell ha realizado siete libros. En el mercado español, la editorial Astiberri ha reunido los seis primeros en dos recios volúmenes, en los cuales se incluye páginas colaterales o inéditas. El título del primer volumen es Cómo ser artista; el del segundo, La musa muerta. El resultado, apasionante. Durante dos décadas, Eddie Campbell ha estado evocando el pasado, en tanto recorría las sucesivas etapas de un futuro siempre incierto, que no tardaría en ser invocado como tiempo ido en las nuevas entregas del cómic. No cabe la menor duda, el protagonista de la obra es el tiempo, eso que huye constantemente, y no Alec MacGarry, el alter ego de Campbell.

En los primeros capítulos sorprendemos a Alec en los veintitantos, trabajando en una fábrica de metal, dando sus primeros pasos por la vida adulta. Ya sueña con ganársela gracias al dibujo, pero éste todavía es un vicio solitario, incluso secundario respecto a otras urgencias más viscerales: salir con los amigos, tomarse unas cervezas, enrollarse con alguna chica, echar una cana al aire o viajar (Nunca en primera clase ni demasiado lejos ni demasiado tiempo). Sólo más tarde, al cerrar la fábrica y quedarse de patitas en la calle, Campbell se plantea convertir esta pulsión en profesión. Lo difícil será abrirse un hueco en un mundillo abierto a todos, aunque con cabida para sólo unos pocos, no necesariamente los más talentosos. Y eso que, cuando Campbell entra en escena, el género está en plena efervescencia. Son los años del Maus de Art Spiegelman o de Watchmen, escrita por su amigo Alan Moore -"una apisonadora creativa" en palabras de Campbell- con quien luego trabajará en From Hell.

Todo ejercicio de memoria refleja un "tiempo doble", llamémoslo así: el tiempo del recuerdo y el de la evocación del recuerdo. En Alec, pues, asistimos a un "relato doble", llamémoslo también así. Por un lado, nos muestra cómo va madurando un individuo (y deviene marido, padre y artista de prestigio internacional); por otro, el cómic muestra su evolución como dibujante: los tanteos del comienzo, los palos de ciego, la afirmación de un estilo, los coqueteos con la historieta hiperrealista, la intrusión del absurdo, etc. La memoria está custodiada por demonios traicioneros; al recuperar una imagen del ayer, éstos nos tientan: ¿Y si la manipularas un poquito para que te favorezca el día de mañana? Eddie Campbell ha sabido domeñar estos espíritus murmuradores. El autorretrato es mordaz, raramente complaciente. En este sentido, la preferencia de Campbell por el trazo inconcluso se revela benéfica. Una mayor elaboración del dibujo habría supuesto una pérdida de "espontaneidad" e, incluso, un intento de adecentamiento de su persona.

El arte se basa, en buena medida, en la ilusión de que podemos atrapar el tiempo en una viñeta, en un lienzo, en unos versos, en una página, etc. En Alec, no obstante, esta ilusión parece haberse hecho realidad.

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