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La uruguaya Marta-Cora Castro, una cineasta de 81 años afincada en Málaga con vida de película

La artista ha aprendido de la musa de Federico García Lorca, Margarita Xirgu

En reconocimiento a su trayectoria artística, recibió el Premio 10 de la Diputación Provincial de Málaga

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La artista Marta-Cora Castro sonríe ante la cámara durante la entrevista / Mar Bassa

Margarita Xirgu, María Ruanova, Pinochet y Charles de Gaulle son cuatro personalidades públicas sin ninguna aparente relación entre sí. Pero hay algo que las une. El nexo en común es Marta-Cora Castro, artista afincada en Fuengirola y nacida en Montevideo, Uruguay. Saluda a sus vecinos y alimenta a "sus gatos" de la calle con cariño. Con melena rubia y los ojos maquillados con sombra azul, sonríe ante la cámara para las fotografías que acompañan una entrevista que le ilusiona. Vestida con una blusa blanca llena de estampas de colores, refleja lo que hay dentro de ella: vitalidad y alegría. A sus 81 años ha vivido en varios países, ha coincidido con personajes famosos y, sobre todo, ha defendido el arte en todas sus disciplinas.

Se enamoró de la danza cuando vio bailar a María Ruanova en el drama argentino Donde mueren las palabras en el cine cuando tenía cuatro años. Le dijo a su madre que quería ser bailarina. Ella, que era maestra, la apoyó y le puso la condición de que sacase buenas notas en el colegio y tuviese disciplina. "Cuando era niña, no había televisión, mi madre me llevaba al teatro y he crecido con esos valores y, sobre todo, su disciplina", comenta. Estudió al mismo tiempo que empezó a formarse en ballet a los siete años. Un año después, ya bailaba con la orquesta sinfónica del teatro. A los 15, ya era bailarina profesional del ballet nacional uruguayo. "Vinieron los mejores maestros del mundo en mi época porque fue la posguerra, muchos emigraron desde Europa a Latinoamérica y, en concreto, a Uruguay", recuerda.

Ha bailado para grandes personajes como solista de música clásica y contemporánea en sus primeros años en Montevideo, como para Vivien Leigh (Lo que el viento se llevó), para el presidente de Chile Salvador Allende, para Olof Palme y hasta para el presidente de Francia Charles de Gaulle en un viaje internacional en el que visitó a Uruguay. "Vino al teatro para ver los ensayos y se quedó fascinado, guardo este recuerdo con mucho cariño, le pedí amablemente que nos hiciéramos una foto al acabar", recuerda.

"Margarita Xirgu me dirigió con 12 años en El sueño de una noche de verano, tuve el honor de conocer a la musa de Federico García Lorca", dice. Compaginó la danza con el teatro, otra de las disciplinas artísticas que le llamaban la atención. Estuvo tres años con Canciones para mirar en el Teatro Solís de Montevideo. A los 20 consiguió ser solista en la ópera y de ahí la ficharon para ser parte del ballet nacional chileno. "Un artista tiene que evolucionar y a veces se tiene que marchar", pensó. Se fue a Chile y estuvo tres años dedicándose a la danza. Pero la mirada se le oscurece al recordar la "tragedia". El golpe de Estado de Chile liderado por Augusto Pinochet.

"Por trabajar en la cultura y el arte para todos, no les gustaba y me persiguieron, me sacaron el embajador sueco y las Naciones Unidas, acabé en un campo para refugiados en Suecia", rememora. Tuerce el labio y admite que, a sus 30 años, nunca pensó acabar tan lejos de su familia, pero "la vida es un carrusel". "Si no les gusta que trabaje en la cultura, moriré trabajando en la cultura, aquí estoy, con 81 años, señores anticulturales, y trato de dar lo mejor de mí", añade. La coreógrafa y bailarina sueca Birgit Cullberg se enteró de que Castro estaba allí y habló con las autoridades para sacarla. La acabó fichando en su compañía.

La uruguaya decidió entonces que era el momento de ir más allá. Hablaba inglés y francés y estudió sueco para poder comunicarse con su entorno. Bailó para distintos grupos y llegó a pesar 38 kilos. Pasado el tiempo, creó su propia compañía de danza y teatro, Färg gruppen (grupo de color en sueco), para recorrer el país entero con sus musicales: "Me gustan los retos, ya había hecho coreografías en Chile y en Suecia hacía 200 funciones al año". Aparece en los libros del Ministerio de Cultura de Suecia compartiendo páginas con el bailarín Rudolf Núreyev y Bibbi Andersson, la musa del director de cine Ingmar Bergman. 

A los 47 años tuvo que dejar la danza -la edad media de jubilación es de 40 años- y se centró en preparar las obras para su compañía. "Fue una etapa de mi vida muy feliz", asegura. Pero algo le faltaba. Nieta de españoles, en 1982 vino a España de visita. Se enamoró del país. Decidió comprarse una casa en la Cala de Mijas para veranear. Y eso era lo que le faltaba: el sol y la cercanía española. En 1996 se mudó a la Costa del Sol y, dos años después, se afincó en Fuengirola. "Amo Málaga, adoro a Andalucía entera", comenta sonriendo.

Cine y teatro

Siempre le ha gustado escribir: "De pequeña era yo quien les contaba historias a mis padres antes de dormir". De más mayor fue explorando su creatividad al mismo tiempo que se formaba en danza. A sus 30, ya era bailarina, coreógrafa y dramaturga de sus propias funciones. Quería transmitir tanto con el vaivén de su cuerpo como con el mensaje escrito de los musicales. "Cada año tenía que presentar diferentes espectáculos, vivía las 24 horas del día para el arte porque hacía las coreografías y escribía los guiones, me divertía", comenta, como si no le hubiera supuesto ningún esfuerzo.

Al llegar a España, ya jubilada a sus 53 años, quiso tomarse un descanso después del desgaste físico y mental de llevar su propia compañía artística por todo un país durante dos décadas. Empezó a pintar cuadros. Otra disciplina añadida, por si ya fueran pocas. Sus obras llamaron la atención y han sido expuestas en Fuengirola. "Eran cuadros llenos de color, con mucha vida, y algunos han llegado a países como Alemania y Francia", comenta.

Poco después decidió que era el momento perfecto para emprender una nueva aventura: Quimera del sur. Una compañía de teatro con actores y actrices malagueños que recorrió Andalucía y parte de Extremadura. "Era sinánimo de lucro, lo que ganábamos con las funciones lo donábamos a asociaciones", dice. Ella se encargaba del elenco, dirigir, escribir y hasta componer la música: "Cuando hago algo, lo quiero hacer para el público y el público se merece lo mejor".

Marta-Cora Castro con uno de sus gatos de la colonia que cuida / Mar Bassa

A los 72 pensó que necesitaba un cambio de aires y se apuntó a un máster de dirección de cine en SchoolTraining, escuela de cine y sonido de El Palo. "Siempre me había interesado el cine porque como tengo tantas disciplinas artísticas y el cine me permite expresarme en todas aquellas en las que profesionalmente me he dedicado a lo largo de mi vida", confiesa sin dejar de sonreír. Cineasta independiente que cuenta con un equipo de profesionales que aportan su granito de arena en diferentes proyectos audiovisuales. Ella dirige, hace el guion literario, el guion técnico, rueda con los actores y produce.

En menos de una década ya ha rodado cinco cortometrajes: Cosecha del 73, A orillas del mundo, La pareja, Lamendiga y Ganas de reñir. Su último proyecto, presentado en el cine Alfil de Fuengirola con la sala llena, ha sido el mediometraje Las Cuatro Estaciones. Es socia de CIMA, la Asociación de Mujeres Cineastas y de Medios Audiovisuales de España, y ha recibido varios premios y reconocimientos como representar a España con su cortometraje La Mendiga en el Festival de Cine Internacional de Cajamarca. En reconocimiento a su trayectoria artística, en 2022 recibió el Premio 10 de la Diputación Provincial de Málaga.

También ha recibido un homenaje de MAF, perteneciente al Festival de Cine de Málaga, con el área de Igualdad del Ayuntamiento de Málaga en el Museo del Patrimonio Municipal de Málaga. "Me encantaría estar en el Festival de cine", contesta ante la pregunta de si se ve en un futuro próximo con una proyección suya. Otro sueño que tiene por cumplir es asistir al Festival Internacional de Cine Premios Lorca de Granada, por su "cercanía" con el poeta a través de Xirgu. Muchos años contando historias a través de distintas disciplinas y, curiosamente, su propia vida es de cine.

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