Un verano en Cornualles V: Penzance y St. Ives
El Jardín de los Monos
Comparé la tierra de este mítico condado con la trompa de un oso hormiguero, pues bien, nuestro entorno vital sería la protuberancia superior de la trompa cuya capital era el pueblo de Penzance
Un verano en Cornualles IV: de Botallack al cabo Kernidjack
Para estos días de primeros de agosto ya teníamos organizada la vida en Cornualles; Carichu, Mónica, Patricia y Beatriz ya estaban en pleno curso y pasaban el día en el colegio con Mr Tarbet, mientras que Paco, Cari, Fran, Nani y yo, nos organizábamos para explorar el condado. Bueno, en realidad, nuestra vida se centraba en ese trozo de Cornualles que es la pequeña península más occidental del condado. Comparé la tierra de este mítico condado con la trompa de un oso hormiguero, pues bien, nuestro entorno vital sería la protuberancia superior de la trompa cuya capital era el pueblo de Penzance. Y en él pasamos la mañana de este soleado día que comenzamos con el agradable piropo de un vecino que, al vernos subir al coche, amablemente nos dijo en un español bastante macarrónico: “El sol brilla por ustedes”. Todo un detalle. −Thanks.
Este pueblo costero, de clima suave y rodeado de una vegetación subtropical, es conocido como la capital de la “Riviera de Cornualles” (Cornish Riviera) que está bañada por la bahía de Mount (Mount´s Bay). Ronda los 20.000 habitantes y cuenta con todos los servicios esenciales que la pequeña región (de unos 20 Km2) puede necesitar. Es Penzance un pueblo agradable, en el que podíamos encontrar restaurantes y pubs en los que comer bien o disfrutar de unas cervezas o copas viendo como sus habitantes se las jugaban a meter un dardo en la diana correspondiente. Había un museo muy interesante, un totum revolutum dedicado a todo lo que pillaban exponible, ya fuesen muestras geológicas, artefactos arqueológicos, fósiles paleontológicos, elementos de la fauna o la flora, galería de arte o piezas típicas del folclore córnico. Este museo conocido por el Penlee House está situado en un precioso parque, el Penlee Memorial Park.
También dispone Penzance de otro curioso y divertido museo, el Museo Marítimo. Divertido para nosotros los españoles porque, si históricamente los piratas que asaltaban nuestras costas eran ingleses, para la gente de Cornualles, los piratas que asaltaban y saqueaban sus pueblos, eran españoles, así que el museo está lleno de trozos de barcos naufragados en sus costas y la mayoría son hispanos. Hablando de piratas, se cuenta que en uno de los pueblos costeros, en sus fiestas patronales, dan comienzo al almuerzo tomando el postre en primer lugar; esa costumbre proviene de que, en cierta ocasión, allá por el siglo XVII, en que celebraban la fiesta, al acabar la comida aparecieron los piratas españoles y, además de saquear la población, se comieron los postres. A partir de este suceso decidieron festejar las fiestas comenzando la comida por el postre por si aparecían de nuevo los españoles.
Muy cerca de este museo marítimo (en Pensance todo está muy cerca de todo), se encuentra uno de los comercios más curiosos y entretenidos que pueda uno imaginarse. Ya el edificio es en sí mismo una fantasía. Le llamábamos la “casa roja”, si bien su nombre era la Egyptian House. Con un lamentable estilo egipcio hortera, en su interior se ofrecía cualquier objeto que pudiera imaginar la mente más enrevesada; desde un extraño y magnífico sacacorchos de madera hasta un herbario para disecar plantas y flores, por poner un ejemplo. Ejemplo que no pude dejar de adquirir.
A 4 millas, esto es, a unos 6 kilómetros, de distancia del pueblo se encuentra uno de los más interesantes monumentos megalíticos de los muchos que pueblan la región. Se llama Lanyon Quoit que quiere decir “Tejo de Lanyon” y es un dolmen neolítico formado por una gran lasca de piedra sustentada por tres piedras clavadas en el suelo. Seguramente fue una cámara funeraria, aunque es difícil saber su forma y dimensión original. Lo cierto es que la losa que tiene 5,3 metros de largo, 2,7 de ancho y 30 cm de grosor, pesa unas 15 toneladas e impresiona al visitante. Y ¡Cómo no! El monumento tiene sus leyendas. Una dice que en la cámara funeraria se encontraron los huesos de un gigante, por lo que la gente lo conoce también con el nombre de “Tejo del Gigante”, en tanto que otra leyenda mucho más evocadora del legendario rey Arturo, al que muchos han imaginado como un gigante, dan por cierto que Lanyon Quoit fue su mesa de comedor. Por eso, también lo llaman la “Mesa del Gigante”.
Comimos en un pub donde servían comidas. Nos decidió su atractiva carta con una buena oferta de mariscos. Un plato de cigalitas con lubina y vieira, regado con una pinta de cerveza, satisfizo nuestro almuerzo. La verdad es que Cornualles es el condado de Inglaterra donde mejor y más barato se puede comer el marisco (seafood).
Después, para pasar la tarde, decidimos hacer turismo por la costa norte y ver el pueblo de St. Ives. Un típico pueblo costero muy turístico, de unos 10.000 habitantes, que estaba a unos 15 Km de nuestra residencia de Carnyorth. El pueblo es muy pintoresco, con callejuelas estrechas y numerosas galerías cubiertas donde cohabitan viviendas, tiendas y talleres de artistas, la mayoría pintores, que tenían sus propios locales donde exponían y vendían sus obras. Un pueblo lleno de turistas y bohemios que vivían de lo que podían, unos haciendo juegos malabares, otros cantando con su guitarra enchufada a un altavoz y algunos haciendo caricaturas por cinco libras. Junto a toda esta gente, sorprendía la cantidad de gaviotas que pululaban en perfecta convivencia con los humanos. Parecían estar colocadas con la misma hierba que los bohemios. A mi me recordó a algunos pueblos franceses como el de Honfleur, en la desembocadura del Sena, o Aix-en-Provence en la Costa Azul. No cabe duda de que St. Ives tiene un atractivo que enamora. Quizá sea ese magnetismo lo que atrae a tantos artistas en busca de esa inspiración que proporciona la cálida luz de los atardeceres irisando el puerto con sus barcas mecidas por las olas.
El pueblo, económicamente, había dependido siempre de la pesca (su puerto fue el cuarto más importante de Inglaterra) y la minería. Pero eso pasó a la historia y hoy su principal industria es el turismo. En el centro del casco viejo sobresale, alzándose altivamente, la torre de la iglesia de Santa Ìa que data del siglo XV. Esta santa de origen irlandés tiene una bonita historia que parte del siglo VI, cuando cruzó el mar de Irlanda para evangelizar a los habitantes de Cornualles. La leyenda dice que la santa se acercó al mar y con su vara de caminar tocó una hoja de árbol que flotaba en el agua. Al ser tocada, la hoja comenzó a crecer hasta que acabó sirviendo como embarcación a la santa para hacer su travesía. Hoy día no vemos navegar a la santa subida en la hoja de un árbol, pero vemos a cientos de jóvenes navegando sobre sus tablas de surf, especialmente en el propicio oleaje de las aguas de su playa de Porthmeor.
Caminando por sus calles adoquinadas nos encontramos la Tate Gallery, una sucursal de la famosa galería londinense. El moderno edificio es ya de por sí un monumento. Una gran escalera nos lleva a un porche circular totalmente abierto que da entrada al edificio que parece suspendido sobre la arena de la antedicha playa. En su interior nos encontramos ante una nutrida representación de artistas británicos del siglo XX junto a pinturas y esculturas de Picasso, Louise Bourgeois o Henry Moore.
Fuera de la Tate, por todo St. Ives, nos vamos a encontrar con la fabulosa obra de la escultora más significada del arte abstracto, Bárbara Hepworth, quién, junto a su marido, el escultor ruso pionero del arte cinético, Naum Gabo, fue artífice de la explosión artística de este maravilloso pueblecito. Esta genial escultora tuvo un final tan extraordinario como lo fue su propia vida. Enferma de cáncer, se quedó dormida y el cigarrillo que tenía encendido entre sus dedos cayó al suelo y provocó un incendio en el que pereció. Tiene su propia casa-museo. Bárbara Hepworth está considerada una de las más influyentes y carismáticas artistas británicas del pasado siglo XX.
Al regreso, antes de irnos para Carnyorth y recogernos, paramos en el pueblo de St. Just para tomarnos unas cervezas en su pub, auténtico centro de información, aparte de nuestra amiga Merche, para conocer historias curiosas de Cornualles.
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