Violeta Salama: érase una vez en Melilla
Cine
La realizadora residente en Málaga finaliza el rodaje de su ópera prima, ‘Alegría’, una comedia sobre la familia, la convivencia y las raíces
Málaga/Convertida en piedra arrojadiza para el debate político cuando de hincarle el diente a la cuestión migratoria se trata, Melilla es, bajo todos sus estigmas, una ciudad desconocida para la mayor parte de quienes no han pisado sus calles. En su atalaya norteafricana, el enclave es uno de los secretos mejor guardados, todavía, del tiempo presente. No muchos saben, por ejemplo, que Melilla es, después de Barcelona, el mayor emblema español de arquitectura modernista. Pero menos conocido es aún su condición de crisol cultural, un rincón en el que, a orillas del Mediterráneo, conviven cristianos, judíos, musulmanes y creyentes de otras religiones en el mismo marco de paz y convivencia que han venido cultivando desde hace siglos: “Hay una confluencia muy interesante, las distintas comunidades comparten tradiciones, gastronomía y costumbres diversas a las que a menudo llaman con nombres distintos cuando en realidad se están refiriendo a las mismas cosas. Para la mayor parte del equipo que se trasladó al rodaje en Melilla, todo esto resultó un verdadero descubrimiento”. Quien habla es Violeta Salama, directora de cine que atesora en su biografía una más que sugerente querencia nómada: nacida en Granada, criada en Melilla y residente en Málaga, Salama es un poco de todos los lugares en los que ha vivido, aunque precisamente su particular regreso a Melilla y el redescubrimiento de sus propias raíces judías le sirvieron en bandeja la historia que quiso contar en la gran pantalla. El resultado de esta odisea personal es Alegría, su ópera prima, cuyo rodaje concluyó hace unos días en la misma Melilla y en la que la propia ciudad, celebrada como “modelo de convivencia”, es la absoluta protagonista.
“Así quería que fuese: no habría concebido contar esta historia en otro lugar”, afirma Salama al respecto. El rodaje de Alegría se desarrolló durante siete semanas, en Melilla y en diversas localizaciones (principalmente interiores) andaluzas. Cecilia Suárez, Laia Manzanares, Sarah Perles y la malagueña Mara Guil componen el cuarteto protagonista, al que se unen en el reparto Leonardo Sbaraglia y los también malagueños Adelfa Calvo y Emilio Palacios, entre otros. La propia Salama firma el guión junto a otra malagueña, Isa Sánchez, conocida por sus trabajos para películas como 321 días en Michigan y series como Malaka y El Ministerio del Tiempo. Precisamente, el guión de Salama y Sánchez ganó el Premio Julio Alejandro de la Fundación SGAE, lo que despertó el interés de los productores Clara Nieto y Olmo Figueredo González-Quevedo, tándem implicado anteriormente en títulos como Adiós y Tu hijo. Además, Alegría ganó el favor de RTVE, el ICAA, la Junta de Andalucía y el Gobierno Autónomo de Melilla, lo que dio la definitiva luz verde al proyecto: “Isa sabía que la historia que yo quería contar era muy personal, y desde el principio respetó mi idea. Durante el proceso de creación de guión iba ordenando y dando forma cinematográfica a todo lo que se me iba ocurriendo. Hemos hecho un equipo fantástico”, explica Violeta Salama sobre la escritura a cuatro manos del guión de Alegría.
La protagonista del filme realiza el mismo viaje que en su día hizo la cineasta: vive de espaldas a sus raíces judías, pero su regreso a Melilla le permite reencontrarse con sus orígenes. Todo cambia, eso sí, cuando su familia decide instalarse al completo en su casa para preparar la boda de una sobrina, un volcán en el que Alegría encuentra el mayor consuelo en una amiga marroquí. A la hora de reflejar la vida en Melilla, Salama optó por la comedia “para facilitar el viaje al público y llevarlo de la mano a lo que quería contar. El nombre de Melilla está habitualmente asociado a la frontera y a la valla, pero yo quería mostrar una ciudad distinta, más luminosa, más favorable al entendimiento y, por tanto, más real”. Lo más difícil del rodaje fue recrear la Melilla que la directora conoció en su infancia: “Hoy esto parece una locura y a mucha gente le sorprende, pero hasta los años 80 y 90 en Melilla no había fronteras. La gente iba a Marruecos y volvía sin problemas. Es más, muchas familias, como la mía, tenían casas en Marruecos donde iban a pasar las vacaciones. Yo quería contar justamente esto, pero nos ha sido imposible rodar en Marruecos, así que hubo que recrear esa casa familiar marroquí en la misma Melilla”.
Con el montaje como siguiente paso obligado, el objetivo es presentar un adelanto de Alegría en la sección Cinco minutos de cinedel Festival de Málaga y afrontar el posterior estreno en salas “con incertidumbre y algo de miedo, pero también con muchas ganas”. Pocas historias, de entrada, parecen tan necesarias en el presente.
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