Roberto Scholtes
Implicaciones de una Reserva Federal en pausa
Desde mi córner
Con los deberes sobradamente hechos el resultado sería lo de menos si en fútbol pudiera considerarse alguna vez que el resultado no importa. Por eso cuando el malagueño Bryan Zaragoza se sacó de la manga un slalom cortado de mala manera, el penalti se celebró igual que si hubiera sido trascendente. Y es que aunque el papel de España en esta fase de grupos de Liga de Naciones no era discutible, aquello se recibió con alborozo.
A renglón seguido, el propio autor de la cosa convertía el lanzamiento en el gol de la victoria de un equipo que resolvía con rotundidad el compromiso. Y se hacía mediante la puesta en escena de lo que bien pudiera calificarse como la Unidad B o la C de Luis De la Fuente, ese riojano coherente y pragmático que está poniendo por las nubes el rol de seleccionador. Era una formación con pocos titulares y que acababa con dos demonios de nombre Bryan en las alas.
Y serían dichos tocayos los que, a la postre, iban a decidir el pleito a favor de España, que de esta manera remataba la liguilla imbatido y con un empate como única concesión. Ha sido un trayecto brillante el realizado por una selección que lleva en su valija la promesa de ser el equipazo de futuro que en el presente no admite dudas. Juegue quien juegue, España es una máquina de hacer fútbol con la premisa de que a su filosofía de posesiones largas une la verticalidad.
Ayer sacó De la Fuente un equipo con muchas variantes respecto al del triunfo del viernes en Copenhague. Empezando por la portería, todas las líneas fueron retocadas y aunque los deberes hechos restaron vibración, la sensación seguía siendo la habitual de estar ante un grupo que es una delicia ver cómo es su comportamiento a lo largo de los noventa minutos. Ahora, tres meses para preparar el futuro con la constatación de que está en buenas manos, muy buenas manos.
También te puede interesar