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Álvaro Romero
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La aldaba
Sufrimos una coyuntura política que es el perfecto caldo de cultivo para los contorsionistas del análisis. Esto no va ya de izquierdas o derechas, de moderados o extremistas. El Gobierno resulta humillado un día sí y al otro también, pero trata de hacernos ver con ayuda de los contorsionistas que trabaja por la convivencia de todos los españoles, la unidad de nación, el estado del bienestar y todos los términos del catálogo de bondades. Asistimos a la “normalización” de un engaño a base de repetir una descripción ficticia de la realidad. El caso es que siempre hay mucha gente de buena fe dispuesta a creer que el Gobierno es bueno. Y el Gobierno es malo porque no dice la verdad: sufre un calvario porque solo tiene el objetivo de sobrevivir un día más aupado en el machito. Esto tampoco va de socialismo, ni mucho de progresismo, ni del sonido de otras gaitas. Esto va de perpetuarse en el poder al precio que sea. Quizás sería honesto presumir de que el PSOE estaba al borde de quedar como un solar tras el varapalo de las elecciones municipales. Entenderíamos que Pedro Sánchez se revistiera de alguna manera de salvador de un partido que estuvo a punto de colgar el Se vende en el balcón de la sede de Ferraz. Pero ha ido mucho más lejos y no hay señal alguna de que pise el freno. Se trata de mantener la chistera para inventar cada día un conejo: las matemáticas, la comprensión lectora, la reducción de la jornada laboral... Ni siquiera esto consiste ya en el sanchismo o en el antisanchismo. Se trata de que los ciudadanos no se traguen la película que se les proyecta, no comulguen con ruedas de molino, sean maduros en su análisis, abran bien los ojos y desconfíen de tanta propaganda. Sigan los mensajes de Junts. No se necesita mucho más para saber que sus dirigentes no se tapan, tienen claros sus objetivos, no maquillan sus intenciones y se jactan de cuanto han perpetrado y seguirán perpetrando. Los ciudadanos saben en manos de quién estamos como tienen que saber de quién dependemos en la práctica: de una pandilla liderada por un delincuente que manda a sus secuaces a calumniar a los jueces con nombres y apellidos desde la tribuna del Congreso. El Gobierno está sostenido por una panda que osa con chulería exigir una amnistía imposible y no “indultos de alta gama”. Ellos no hablan de convivencia ni de la sacrosanta normalización, ellos no se esconden ni usan cosméticos en sus discursos. Que esto no va de ideologías, ni del interés general, ni de resolver el problema de la sequía.
La Cámara baja es un circo donde las fieras separatistas se comen poco a poco a un Gobierno que mantiene a duras penas la buena cara para vendernos que trabaja por la paz, la desjudicialización de las relaciones del Estado con Cataluña y esa convivencia de luna de miel que se cargó, cómo no, aquella derecha de Rajoy. No fue Pujol y la corrupción, fue Rajoy... Chichichí. Si sobrevivir es el triunfo, el presidente del Gobierno está triunfando. El paciente vive pero cada vez con peor calidad de vida y con los cuidadores fatigados y los contorsionistas exprimidos. Sanchez libró al PSOE de ser un solar, lo salvó del estado de coma en que parecía metido el pasado verano. De momento ha ganado unos meses a base de prometer la luna a las amistades peligrosas y de juntarse con los peores de la clase. Siempre le quedará el papel de víctima para generar comprensión, no faltarán contorsionistas para explicar si es preciso que, al final, no ha entregado su alma al diablo. No sabemos si la derecha hubiera gobernado mejor, tenemos claro que el Gobierno actual está dispuesto a arrodillarse ante los socios y contarnos a los demás que se está atando los zapatos.
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