María Luisa San José

En la pasada edición del Festival transcurrió un rato precioso cuando con motivo de la celebración de La película de oro, que en esa ocasión fue ‘Los nuevos españoles’ de Roberto Bodegas, asistimos a una conversación sosegada y relajante entre José Sacristán y María Luisa San José, acompañados por Fernando Méndez-Leite.

A Sacristán lo vemos mucho, por suerte, en comparecencias televisivas y sobre los escenarios, pero a María Luisa le habíamos perdido la pista. Por eso fue maravilloso encontrarla tan radiante, tan estupenda como hace cincuenta años. Porqué es verdad que ha pasado medio siglo, que se dice pronto. Yo lo recuerdo como si fuera ayer, viéndola en los programas dobles de los sábados y domingos por la tarde, en un buen puñado de películas de la época del destape y otras muchas de la denominada tercería vía del cine español. En todas ellas, en las olvidables y las rescatables, me llamaba la atención esa señora espléndida que contaba con una voz prodigiosa, única y genuina.

Málaga se ha acordado de María Luisa San José rindiéndole el tributo de concederle la biznaga Ciudad del Paraíso, y me parece de justicia enmarcarla en ese grupo de privilegiadas como Fiorella Faltoyano o Julieta Serrano. Grandísimas actrices que protagonizaron una época completamente distinta a la actual. No había Goyas ni democracia, y ya estaban ahí. María Luisa San José es como de la familia. Una actriz que nos acompañó durante muchísimas tardes de cine en nuestra etapa de formación, cuando la vida entera estaba por escribir y decidimos que la sala de cine era un lugar maravilloso en el que comenzar a consumir capítulos. Aunque fuese con programas dobles tan imposibles como Operación dragón y Hasta que el matrimonio nos separe.