
Rafael Salgueiro
Nuclear sí, por favor
Tribuna Económica
Hace unos días, la presidenta del BCE, Christine Lagarde, anunció que la moneda digital del euro podría estar en funcionamiento en octubre de 2025 si las bases legales y operativas avanzan según lo previsto. Con la situación internacional actual, este proyecto adquiere mucha más relevancia, ya que más allá de ser una alternativa segura y eficiente para realizar pagos, adaptar el euro a las tecnologías actuales es, como dijo esta semana nuestro gobernador del Banco de España, José Luis Escrivá, una necesidad para reforzar la autonomía europea, de potenciar uno de los elementos centrales que identifican nuestra soberanía. Es además una apuesta por la moneda pública frente a propuestas, como la de Trump, de potenciar la emisión de monedas privadas.
El euro digital será una moneda electrónica emitida directamente por el BCE, que garantizará su estabilidad y seguridad, y cuyo principal propósito será facilitar las transacciones diarias de los ciudadanos de la zona euro, tanto en pagos nacionales como transfronterizos. Conviene aclarar dos aspectos que preocupan especialmente a la población. El primero, que el euro digital complementará al efectivo físico, no lo sustituirá. El segundo, que la privacidad de los usuarios estará garantizada. Además, uno de los grandes retos será lograr que el sistema sea inclusivo, asegurando que todos los ciudadanos puedan acceder a él sin problemas.
Sin embargo, pese a los beneficios que podría ofrecer, el euro digital ha generado críticas por parte de los que temen que esta moneda digital podría aumentar el control gubernamental sobre las finanzas personales. Algunas voces sostienen que, al tener acceso a los datos de todas las transacciones, el BCE o los gobiernos podrían rastrear y vigilar los movimientos de dinero de los ciudadanos. Sin embargo, este argumento se desdibuja cuando se considera que hoy en día las entidades financieras ya tienen la capacidad de monitorizar los flujos de dinero, aunque de manera indirecta. Las transferencias bancarias, las compras con tarjeta y otras formas de pago ya dejan un rastro fácilmente accesible por parte de las instituciones financieras.
Donald Trump -pagando los apoyos recibidos del mundo cripto- hace suyas estas críticas y se opone al dólar digital. En su última intervención pública, señaló que sería una amenaza para la libertad individual y un paso hacia un control financiero totalitario. La administración Trump ha expresado su preferencia por mantener la moneda estadounidense en un sistema tradicional, mientras se protege el sistema financiero privado. “Si soy elegido, impulsaré el uso de criptomonedas como una forma de dar más poder a las personas y menos al gobierno” o “Promoveré el uso de monedas digitales privadas, pero no quiero un dólar digital respaldado por el gobierno” son algunas de sus frases.
Aunque la fecha de octubre de 2025 que ha puesto Lagarde sea muy optimista, la apuesta es clara: defender nuestra moneda pública ante la avalancha de emisiones de monedas privadas. Para ello resulta fundamental modernizarla, haciéndola digital. Con ello, se mejorarán las transacciones diarias de millones de ciudadanos. Y no sólo eso, ganaremos independencia. Actualmente, la mayoría de apps de pago y de tarjetas no son europeas, vienen de empresas del otro lado del Atlántico.
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