El premio Nobel entre la economía y la política

Tribuna Económica

15 de octubre 2024 - 03:05

En los últimos años la concesión del premio Nobel de Economía, manteniendo una exigencia teórica y técnica muy alta de los premiados, va a temas de fuerte contenido social como el salario mínimo y relaciones laborales, experimentos para tratar situaciones de pobreza, o el análisis económico de género. De los premiados este año, Daron Acemoglu, Simon Johson, y James A. Robinson, Acemoglu son conocidos por sus estudios sobre la distribución de la renta, riqueza y bienestar, en una línea crítica con la economía convencional; sin embargo, el premio se otorga por trabajos sobre las instituciones que son causa de la prosperidad y de la miseria de los países. Es verdad que se pone énfasis en la diferencia de renta, mencionándose que el 20% más rico lo es 30 veces más que el 20% más pobre, y que esta situación es persistente, y también en las diferencias en nutrición, enfermedades y mortalidad; pero el premio es para el análisis de la colonización desde el siglo XVI en adelante, y cómo afecta, en general negativamente, a los territorios que fueron colonizados, pues los más ricos, como India, con un producto superior en el siglo XIX al de Estados Unidos, se convierte en un país muy pobre.

La visión temporal es importante, porque entra de lleno en si la evolución de un territorio ha sido negativa porque estuvo sujeto a instituciones de explotación, o posteriormente no han evolucionado instituciones para un bienestar generalizado. Los premios Nobel tratan de establecer relaciones causales cuantificadas, donde un hecho explica estadísticamente otro, lo cual es muy difícil en ciencias sociales. El modelo de los tres premiados descansa en lo que se denomina instituciones extractivas, de las que se aprovechan unos pocos, y suelen añadir escasa productividad; en la historia tenemos burocracias al servicio de una élite, la esclavitud como forma de producción, la explotación de recursos naturales y medio ambiente, o los monopolios actuales sobre información y datos, que dejan daños a plazos muy largos. Hay en el premio una defensa de la democracia para transformar una situación de poder sobre la producción en otra inclusiva; sin embargo, las innovaciones técnicas que difunden prosperidad sólo lo logran donde las instituciones son capaces de llevarlas a la mayoría de la población, lo que no siempre se da en democracia, como muestra el caso de China.

Aunque se trata, sin duda, de un premio Nobel que generará polémica, hay que verlo como una investigación muy innovadora sobre lo que afecta a la prosperidad de los países a largo plazo; se afirma que los efectos de la colonización no dependen de la nacionalidad de los colonizadores, y es importante la capacidad de evolución hacia situaciones de legalidad, democracia e inclusividad, lo que nos deja tres ideas clave. Una, que la historia no son anécdotas y debe estudiarse con un modelo econométrico. Otra, que hay que poner todo el énfasis en cómo las instituciones y relaciones internacionales actuales contribuyen a la mejora o no de países pobres. Y una tercera, mirar en nuestras propias sociedades qué tipo de producción resulta inclusiva y tiene efectos de distribución de riqueza, renta y bienestar, y cuáles pueden considerarse que son extractivas.

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