El rey Felipe acerca aún más a Italia y a España
El rey Felipe acerca aún más a Italia y a España
Que la simpatía mutua entre italianos y españoles es muy alta lo saben jóvenes y mayores. Lo prueba que Italia es el primer país demandado por los españoles para ir de Erasmus; y España por los italianos. Un paseo por Valencia o Barcelona, incluso por Madrid, permite escuchar frases en italiano en bares y transportes. Pero no se conocían estas cifras antes: cuatrocientos vuelos unen a diario las dos penínsulas; un millón de estudiantes italianos eligen el español como segunda lengua, después del inglés, antes que francés y alemán; dos mil empresas italianas operan en España y emplean a casi setecientas mil personas. Con todo, la Confindustria italiana y su homóloga la CEOE española aseguran que hay margen para crecer.
La reciente visita de los Reyes reforzó esa expectativa. En la sesión conjunta de Congreso y Senado –sólo se recuerda una reunión similar para recibir al Papa–, don Felipe afirmó: “Somos dos países con memoria, con una clara conciencia del pasado que no debe repetirse, ni siquiera como caricatura”. Lo dijo recordando que “el Parlamento es donde se afirma la democracia, las libertades individuales, los derechos humanos y el imperio de la ley”. Parece obvio; pero no lo es en absoluto en tiempos de ascenso de ideas de ultraderecha y erosión de las Constituciones que son valor fundamental de la sociedad occidental.
Y algo más: hubo una llamada del jefe del Estado español a una mayor colaboración entre ‘los países del sur de Europa” frente a los desafíos geopolíticos actuales. Si Italia –tercera potencia europea– fortalece su alianza con España –la cuarta de la Unión, porque corrió la lista con la desafortunada salida del Reino Unido tan celebrada en Moscú, e incluso en Washington– es posible configurar una voz potente para hacerse escuchar.
Son tiempos inciertos porque Francia atraviesa un momento muy delicado con la ultraderecha asomando en el horizonte electoral, tras el agotamiento de Emmanuel Macron; y con Alemania, la locomotora económica indiscutible, pendiente de unas elecciones con previsible relevo de la socialdemocracia en la cancillería. El panorama europeo está desdibujado, Polonia creciendo –con 37 millones de habitantes y sexta potencia de la UE, después de Países Bajos– aspira a convertirse en el centro de ese entramado. La crisis en París y Berlín, y la proximidad de la guerra en Ucrania, con un descomunal esfuerzo por acoger refugiados, son los argumentos de Donald Tusk para reivindicar a Varsovia como localización de un centro de gravedad que bascula hacia el Este de Europa. De ahí que la invitación de don Felipe a que unan fuerzas y proyectos “los países del sur del continente”, no sea un mero recurso dialéctico en una importante visita de Estado como esta.
Hay más elementos a considerar: la reciente presentación de los planes de la Armada española con horizonte en el año 2050, sorprendió a los periodistas asistentes al referirse el almirante jefe, Antonio Piñeiro, a la presencia de unidades navales españolas, junto con otras potencias, en el “espacio Indo-Pacífico”, léase Filipinas y Australia. Allí se juega una sorda partida militar de ajedrez entre China y Estados Unidos por un nuevo eje geopolítico global. Sólo Reino Unido, Francia, Italia, por supuesto Estados Unidos y España poseen armadas para proyectar poder naval sobre tierra, influir y hacer saber que no quieren ser espectadores pasivos. Todo está relacionado. Todo apunta a que don Felipe acertó en Italia con su visita y sus propuestas de alianza. Italia y España, conjuntamente, tienen mucho que decir.
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