30 monedas

03 de agosto 2024 - 03:07

La situación política en Venezuela se ha vuelto endiablada. Ahora se entiende la obsesión del gobierno de Maduro para que no hubiera observadores internacionales imparciales, sobre todo cuando cualquier comentario inconveniente es tachado de fascismo o terrorismo. Estas amenazas a la oposición tratando de ocultar las actas de votación son excesivas, incluso para algunos de sus simpatizantes, y quiebran la supuesta democracia que decían defender los prebostes venezolanos. Está claro que los resultados han sido desastrosos para Maduro y por ello se revuelve cual animal malherido, pero ya no puede continuar esta parodia mucho tiempo más. Y sus posibilidades de salida a otros lugares son cada vez más inciertas.

La expulsión de Venezuela de los miembros del PP fue el preludio de una gran estafa. Y la situación de España, poniendo como aliado principal de los embaucadores a un expresidente de gobierno, es muy delicada. Cualquier país democrático, y cualquier líder que así se considere, trata de evaluar los resultados a partir de las actas electorales refrendadas por los representantes de todos los partidos. Porque negarse a ello, poniéndose en contra de las democracias liberales, solo puede justificarse desde la existencia de tendencias dictatoriales o desde la búsqueda de otros intereses más espurios.

El problema es que todo ello levanta sospechas sobre lo ocurrido en elecciones anteriores. La falta de transparencia, el encarcelamiento de líderes opositores, los asesinatos selectivos y las amenazas a los votantes, unido a las alianzas internacionales con países totalitarios, genera el caldo de cultivo óptimo para cualquier farsa electoral. Nuestro país debe ser claro en la defensa de las libertades, condenando la expulsión de sus representantes públicos y dejando de colaborar con gobernantes autocráticos. Solo así evitaremos ser utilizados como puente aéreo para los caprichos de dichos gobernantes, o como diana de sus comentarios jocosos.

Al final la traición a los defensores de la democracia tiene su escarmiento. Ni 30 monedas, ni 3000, ni 300 millones justifican esconder unos resultados electorales para mantener gobiernos corruptos y despóticos. Que sólo pudiesen votar 69.211 venezolanos de los casi 5 millones de mayores de edad que viven en el extranjero debería haber hecho saltar todas las alarmas. Y España guardó silencio, ¿hasta cuándo seguiremos esperando?

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