El lanzador de cuchillos
Martín Domingo
Superioridad femenina
EL inesperado y repentino fallecimiento de Pedro Aparicio crea naturales y lógicos sentimientos de dolor. Dolor y pesar porque un hombre bueno, preparado, culto, sensible se nos ha ido. Se nos ha ido y quedaban muchas horas para conversar y para cambiar impresiones, para comentar proyectos e ilusiones. Y uno ahora echa de menos el tiempo que no he sabido encontrar para tener esas conversaciones. Pero quiero en estas líneas dejar constancia de mi afecto, respeto y admiración por quien fue alcalde de Málaga durante 16 años en momentos difíciles desde el punto de vista político y económico.
Inauguró la etapa de los alcaldes elegidos democráticamente en nuestra ciudad, después de que la Constitución de 1978 abriera camino de libertades y derechos para todos. Fue alcalde de Málaga y primer presidente de la Federación de Municipios y Provincias: su experiencia municipal le alimentaba en su sentimiento municipalista. Fue miembro representando a los municipios españoles de la Conferencia de Poderes Locales y Regionales del Consejo de Europa. Y también fue europarlamentario. Todo ello le hacía vivir siempre con interés y entusiasmo hacia las realidades y los proyectos de las instituciones europeas.
Hombre sensible a todos los temas culturales, mostraba especial interés, yo diría que pasión, por la música en todas sus manifestaciones. Una de las tareas de las que se sentía más orgulloso de su labor como alcalde fue la rehabilitación del Teatro Cervantes por lo que suponía como equipamiento cultural para la ciudad. También puso mucha ilusión en el consorcio para crear la Orquesta Ciudad de Málaga, hoy Orquesta Filarmónica de Málaga.
No puedo olvidar su papel institucional y ejemplar la noche del 23 de febrero de 1981. Yo estaba en Madrid: fui uno de los diputados secuestrados en el Congreso. Él abrió las puertas del Ayuntamiento, encendió las luces de su despacho, convocó a los portavoces de los grupos y transmitió así un mensaje, en esa noche llena de interrogantes en sus primeras horas, de normalidad y convicción democrática. Al día siguiente, nos daba la bienvenida en el aeropuerto a los diputados, ya liberados, de vuelta a Málaga. No puedo olvidar tampoco cómo se interesó la mañana del 24 de febrero por mi mujer (que cumplió su obligación de acudir al instituto a impartir sus clases) haciendo también una demostración de serenidad.
Vivió la dura experiencia de las inundaciones de noviembre de 1989, y consiguió para la ciudad obras importantes que ahora permiten a Málaga defenderse en mejores condiciones de las lluvias intensas. Fue también, no lo olvidemos, un médico enamorado de su profesión, que hizo un paréntesis largo en la misma para proyectar su vocación política y pública en la ciudad que eligió para vivir y trabajar; fue un hombre con visión de Estado en los temas políticos compatible con su militancia en el Partido Socialista Obrero Español, donde siempre estuvo en posiciones moderadas. De sus convicciones liberales nadie podrá dudar.
Sirvan estas líneas para transmitir a su familia, a sus amigos y a sus compañeros mi profundo y sincero pesar. Descanse en paz.
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