Juan Ojeda

Amar en tiempos revueltos

Al punto

20 de diciembre 2010 - 01:00

LO que no se puede, no se puede, y además, es imposible. Pues esto es lo que ha pasado con la pretendida, y anunciada, remodelación de la representación de la Junta de Andalucía en las ocho provincias andaluzas, que supondría la reducción a la mitad del número de delegaciones provinciales de las consejerías. De noventa y seis, se quedaban en cuarenta y ocho, o sea, seis por provincia de las doce que existen ahora mismo. Y, por lo que se ve, van a seguir existiendo.

Es que, claro está, el hombre propone y los tiempos políticos disponen. Los tiempos políticos tienen sus leyes ocultas, igual que les pasa a esos mercados que ahora, para nuestra desgracia, nos estamos enterando, y bien, que existen. Una de esas leyes, no escrita, pero que viene avalada por la experiencia histórica es que, en tiempos electorales, sobre todo cuando se prevén revueltos, el reducir los puestos de trabajo, sobre todo cargos de confianza, en la Administración, es un profundo error, porque los ceses de los directamente afectados y los de su entorno laboral más próximo, casi todos ellos vinculados, de una u otra forma, al aparato del partido, pueden producir una peligrosa convulsión, nunca aconsejable, cuando se avecina una campaña electoral.

Ahí es nada unos cuantos cientos de compañeros cabreados a los que, en muchos casos, es prácticamente imposible recolocar y que, dadas las circunstancias, se encontrarían en una complicada situación laboral. Además, a esto hay que unir la necesidad de encontrar acomodo a un buen número de los que van a ser defenestrados de las candidaturas municipales y de aquellos que, aun yendo en las listas, se pueden quedar fuera de juego, dado que las previsiones electorales ni son para tirar cohetes ni invitan al optimismo de aquellos que no ocupen los primeros puestos. Es decir, que la movilidad laboral, por así llamarla, se haría muy difícil en caso de que ahora se hubiese llevado a cabo tan drástica reducción.

Si a esto le añadimos la conocida obviedad de que una persona es un voto, pero un cargo son muchos más, sobre todo en tiempos de necesidad y vacas flacas, es bastante comprensible que la anunciada medida de austeridad administrativa, vaya a dormir el sueño de los justos -aunque haya más cargos de los justos- hasta que el temporal amaine, si es que amaina. No nos olvidemos que todavía está sin resolver la más que polémica reordenación del sector público, que está dando muchos más quebraderos de cabeza de los previstos, movilizando a un colectivo bastante más peligroso de lo que se suponía. Y sin posibilidad de decretar el estado de alarma, por muy alarmado que se esté. Así que por ahora de lo que se trata no es de fastidiar, sino de amar en tiempos revueltos.

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