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Cambio de sentido
Entre las palabras inventadas por El palabrizal, blog que sigo con deleite, americonamiento está entre mis favoritas. Sus autores la definen como el "proceso por el cual un extrañol pasa de idolatrar a Sara Montiel y Loco Mía a volverse loco por Barbra Streisand y Village People". Yo la uso juguetonamente con otra acepción más amplia (también inventada, por supuesto) para designar los efectos descacharrantes de la americanización, es decir, de la asimilación, habitual y forzada, de la cultura y mentalidad de los Estados Unidos por parte del resto del mundo. Lo de la mentalidad me interesa y preocupa más que ninguna otra cosa pues, bien mirado, lo que se acepta como natural a ese lado del mundo genera o debiera generar un extrañamiento a este otro. Pongo por caso el puritanismo, tan rallante, que allí gastan desde los biempensantes de toda la vida al feminismo mainstream. Aquí le vemos las costuras, por suerte no acaba de calar. También ciertos usos o costumbres, que aquí hasta hace poco nos alucinaban. Ver a Aznar junto a Bush con las patas de atrás sobre la mesa en aquella cumbre del 8G fue un shock, válgame el barbarismo.
En los últimos días no sé si me han escandalizado más ciertas declaraciones de Joe Biden, en las que deja a los afganos a la altura del betún, o que esas palabras suyas apenas hayan provocado escándalo. En su discurso del 16 de agosto, Biden sostuvo que "las fuerzas afganas no están dispuestas a combatir por sí mismas", que "los líderes políticos no pudieron unirse por el bien de la población" y que "Les dimos todas las oportunidades de determinar su propio futuro. Lo que no pudimos darles fue la voluntad de luchar por ese futuro". Estas declaraciones huelen a lo que huelen, a displicencia, a supremacismo, al tufo racista ese, tan común, que proclama "les dimos pisos a los gitanos y meten el burro dentro", o que "En Andalucía, los jóvenes no tienen el menor ánimo de progresar", frase que debemos a Cayetano Martínez de Irujo, ese hombre hecho a sí mismo. Lo que escuchamos, en cambio, cuando un medio da voz a una afgana o afgano que huye de los talibanes es autoconciencia, dignidad, sacrificio y decoro. No sé con quién han tratado los gringos para pensar así de los líderes, fuerzas y pueblo afganos, pero sin lugar a dudas han promovido a los peores. No he escuchado en Europa voces que rechisten con firmeza estas palabras de Biden. Mal vamos, asumiendo dócilmente la mentalidad de estos norteamericanos.
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