Su propio afán
Enrique García-Máiquez
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La barrabasada jurídica y moral que se apresta a cometer con motivo de la aprobación de la amnistía para todos condenados en relación con el procés (y es de temer que hasta algunos sin relación alguna) ha llevado al personal a la lógica indignación, manifestada en diversos actos y convocatorias haciendo uso del sano ejercicio del derecho a la discrepancia. Sin embargo, se observa en los últimos días una subida de escala en la forma de exponer el descontento. Magistrados del Supremo promoviendo manifiestos (los jueces, en mi opinión, deben limitarse a hablar por sus resoluciones, y oportunidad seguro tendrán para ello), políticos azuzando quedadas (que no son propiamente manifestaciones) en la puerta de las sedes del Partido Socialista convocadas por las redes, o declaraciones cuasi belicistas que exceden del contexto.
Hay una línea muy delgada entre lo que puede ser una estrategia eficaz de unión para impedir lo que a todas luces representa una vulneración del ordenamiento constitucional revestida de falsa armonía y convivencia, y la sobreactuación a coro contra personas que, faltaría más, pueden votar y pensar lo que le dé la gana. Una manifestación pacífica puede tener un efecto muy positivo ante la opinión pública para su causa, pero si la misma es disuelta por los antidisturbios lo normal es que cause el efecto contrario, da igual quien haya tenido la culpa. En tiempos donde lo que prima es precisamente la división como forma de retener el poder (que ese y no otro es el lev motiv de la izquierda actual), no parece muy inteligente ofrecerle en bandeja argumentos que no hacen sino abonar el relato.
Es harto improbable, ciertamente, que la investidura que con nocturnidad se negocia entre Bruselas y Madrid no llegue a consumarse. Pero de ocurrir, tendríamos elecciones en enero del año que viene, y la única opción para que la derecha sin adjetivos gane pasa sobre todo por la desmovilización del votante socialista, ese mismo que contra pronóstico acudió a la cita del 23-J mucho más de lo esperado, y que dudaría en hacerlo ahora viendo la decadencia ética y estética de su Partido. Y pocas cosas movilizan más que el insulto gratuito de quienes no consideramos como nuestros.
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