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CONTRA los viajeros románticos. Contra los turistas modernos. Contra el pintoresquismo. Contra el Escorial. Contra los místicos. Contra Lope de Vega. Contra los toros. Contra el flamenco. Contra la Alhambra de Granada. Contra los café cantantes de Málaga. Contra la Semana Santa de Sevilla. Hasta contra él mismo, en una última pirueta cínica, escribió en 1926 el gran Mario Praz su fulgurante ensayo Península pentagonal, que Almuzara (cada vez se edita más y mejor en Andalucía) ha tenido la buena idea de traducir.
Hay que saber que Praz, además de un experto en literatura inglesa recompensado con la Orden del Imperio Británico y uno de los mejores ensayistas italianos del siglo XX, fue un extravagante personaje que dedicó su solitaria vida -su misantropía era tan legendaria como su cualidad de gettatore que hacía temibles sus maldiciones- al coleccionismo de libros y obras de arte que acumuló en su famosa casa de Roma, hoy museo, en la que se recluyó como si se hubiera exiliado en su amado siglo XIX. El Burt Lancaster de Confidencias de Visconti está inspirado en los claroscuros de su inteligente, refinada y solitaria personalidad.
Cuando escribió este libro brillaban unas vanguardias históricas cuyo destello se refleja en sus páginas. Y Andalucía no era ignorada por ellas. Hacía siete años que Germaine Dulac había rodado la danza de Eve Francis en "La fête espagnole" y cinco que Francis Picabia había diseñado el extraordinario traje de flamenca que luce la bailaora Sibilla -también interpretada por Eve Francis- en El Dorado de L' Herbier. Desde las vanguardias se reinventaba un tópico andaluz, no por más moderno menos tópico. Este libro escrito a latigazos, en el que la vanguardia juega con lo barroco, acaba sucumbiendo a la realidad del ensueño que buscaban los viajeros románticos. En su final, durante una fiesta, Praz confiesa: "Existe una cierta dulzura en descubrir que la realidad, después de todo, imitaba con una discreta proximidad el vivaz cuadro de la fantasía". El maestro de la paradoja cae con una carcajada en su propia trampa: "Creado con el propósito de desenmascarar la leyenda del pintoresquismo español, mi libro aparece hoy -escribía en la reedición de 1955- como un libro pintoresco, repleto de esos contrastes y de esos efectos que normalmente se asocian a la idea de lo pintoresco. Creado con el ánimo de escarnecer a los fáciles sentimentalismos, mi libro tiene páginas de un sentimentalismo que me parece casi despreciable. Pero quizás no exista ironía que no se haga la zancadilla". No dejen de leerlo.
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