Postrimerías
Ignacio F. Garmendia
Todo lo que era sagrado
El Show de Godoy
El Málaga CF se planta en Girona en mitad de su peor crisis desde el dichoso verano de 2020. Entonces se hizo frente común desde muchos sectores -no todos- para someter a la entidad a una terapia de choque de la que nadie esperaba que saliese airoso (ni vivo, que algunos antes de la jornada 1 andaban por el parking jugando a salvadores pese a su manifiesta incapacidad mientras vendían el apocalipsis). Pero lo que sucedió es que el trabajo lució en forma de pelota entrando en portería. Tanto fue así que el club se pudo permitir un año más tarde ser razonablemente ambicioso (pese a que tampoco había cambiado de manera tan trascendental el contexto).
Esa ambición, ese querer recordarle al mundo que "estábamos en la UVI y nadie daba un duro por nosotros" -disculpen el loperismo- y que, caramba, el Málaga es el Málaga, en lugar de ser entendido como un paso previo a la estabilización y el crecimiento (si es que es posible en un club intervenido y mediocre) originó una serie de expectativas que la misma entidad nunca supo rebajar. O quiso, porque se subió a la ola (a principio de curso hubo capítulos sonrojantes fuera del verde). En el fondo rondaba la idea de que este podría ser un gran año si todo encajaba.
Craso error. No han sido los primeros que fallan en esto ni serán los últimos. Cuando la pelota entra, casi todo el mundo se cree por encima del bien y del mal, pero el fútbol es la Industria del ahora. No se pasa de curso porque el anterior tuviste varios sobresalientes. Tampoco te premia porque te esfuerces más que otros o tengas que sortear mayores obstáculos. Y puede ser hasta justificable en los advenedizos, pero que la gente de fútbol de verdad siga cayendo en la misma trampa... Será que no es fácil aprender del error ajeno.
En el fútbol existe una especie de miopía que sólo se apaña con las gafas de los goles. Apaña, no cura. Porque cuando se marca y se gana con asiduidad, el listón también se eleva y ya no vale con vencer, hay que convencer. El Málaga es un gato que gasta siete vidas al año. A veces su ego de exgrande -o mediano con ínfulas- también extiende cheques que su realidad no le permite pagar y pasa lo que pasa.
Ahora firma un armisticio con un núcleo de aficionados importante como es Fondo Sur 1904Fondo Sur 1904. Que no se confundan futbolistas, técnicos y dirigentes. Este equilibrio saltará por los aires como el equipo haga otro ridículo en Girona. Incluso sin hacerlo, basta con una derrota y que el Sanse moderno fulmine al colista para que la siguiente cita en La Rosaleda sea un juicio sumarísimo. Porque aunque la grada sea el pulmón y marque tendencias y ritmo, el malaguismo también se compone de elementos sin más afiliación que sus sentimientos particulares.
De fútbol se habla poco porque es poco el fútbol del que hablar. El Málaga en Montilivi tiene que ganar. Nada importa la ética o la estética. Es una cuestión de vergüenza torera, la misma que falta en un vestuario que ha vendido una milonga que no se ajusta a la realidad. Es el turno de sumar, de sumar puntos. Ya no importa cuánto daño hizo tal lesión, el fracaso de tal fichaje o los nombres del once titular. Se ha pedido unidad y compromiso, pero para que no sean palabras vacías, tienen que sustentarse en la única realidad del balompié: vincere o morire.
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