La Rayuela
Lola Quero
El rey de las cloacas
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La Cátedra Fernando de los Ríos de la Universidad de Granada organizó la semana pasada un interesante debate sobre la huella de las movilizaciones del 15M una década después. El debate fue muy vivo; mucha gente y con ganas de hablar. Me sorprendió, no obstante, el tono pesimista utilizado por algunos de los que estuvieron en la Plaza del Carmen. Según su interpretación, al final apenas había servido para nada. Sin embargo, no estoy de acuerdo con esa idea. A mi juicio, el 15M marca una cesura en la vida política española al menos en dos asuntos fundamentales. Por un lado, inició la quiebra de un sistema de partidos que había funcionado desde la transición: un bipartidismo imperfecto, con bisagras nacionalistas. Pronto se fragmentó y así se mantiene. Lo que quizás no hemos entendido es que este nuevo sistema de partidos nos obliga a la búsqueda constante de acuerdos entre los que piensan distinto. El acuerdo no es una cesión, una debilidad o una traición sino un valor pues sin acuerdos no puede funcionar un sistema de gobierno con un parlamento fragmentado.
Pero se introdujo además una segunda novedad que me parece relevante. Por primera vez, los debates sociales ocuparon el centro del ágora político. En España es muy habitual enfrascarnos en debates esencialistas sobre la nación o la religión, con sus derivadas en educación o derechos civiles. Sin embargo, el 15M introdujo asuntos más tangibles como los problemas de la vivienda, el salario de los jóvenes o el funcionamiento de los servicios públicos. La tarea desde entonces es mantener vivos esos debates para avanzar hacia una sociedad más justa e igualitaria. Como no soy revolucionario sino socialdemócrata creo en la defensa diaria del progreso social para que el salario mínimo permita vivir con dignidad o el ingreso mínimo vital reduzca la pobreza infantil. Los sectores conservadores de la sociedad siempre van a intentar evitar que se hable de asuntos sociales, imponiendo debates identitarios sobre la unidad de la nación o azuzando el miedo y rechazo al inmigrante o a que te ocupen la casa. Sin embargo, cuando veo a miles y miles de personas defender en la calle algo tan prosaico pero tan necesario como el servicio público de salud pienso que el 15M ha calado en buena parte de la sociedad española. Dicen los expertos que los mensajes identitarios o de miedo tienen más efectos electores que los referidos a las políticas sociales pues el voto es emocional. Pero no hay nada más emocionante que la subida de un 15% en las pensiones no contributivas; es la emoción de la dignidad.
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