Brindis al sol
Alberto González Troyano
Los otros catalanes
En tránsito
No me gustan las Fallas -esa apoteosis mediterránea de fuego y pirotecnia y escultura popular-, ni les veo la gracia ni entiendo qué sentido tienen, pero supongo que hay mucha gente que disfruta con un espectáculo que se basa en la burla y en la risotada, un poco a la manera pantagruélica de las fiestas carnavalescas que pintó Brueghel. Las Fallas simbolizan -supongo- ese espíritu medieval del campesino borracho que se baja los pantalones delante de una iglesia y se ríe de todo lo sagrado y lo humano con la vaga esperanza de olvidar una vida de padecimientos y estrecheces. De ahí que en las Fallas hayan ardido imágenes del rey Felipe VI, monjas lujuriosas, curas afiligranados, obispos adiposos, aristócratas idiotas, en fin, todos los símbolos de la autoridad. Se supone que ese es el espíritu de la fiesta: reírse de todo lo serio, de todo lo sagrado, de todo lo solemne, de todo lo que está investido de autoridad.
Pero eso era hasta ahora, porque esta semana ha habido un cambio que va a trastocar para siempre el espíritu festivo de las Fallas. Una de las comisiones tenía entre sus fallas una mezquita y una media luna -algo que parece normal si se tiene en cuenta que han ardido iglesias y monjas y curas y hasta papas-, pero alguien vio esa falla en la calle y corrió a quejarse a alguien que dijo representar a la comunidad musulmana. Y ese alguien protestó -con el argumento de que esa falla constituía una ofensa religiosa- y al final la comisión fallera ha indultado esa imagen de cartón piedra de una mezquita y una media luna. Incluso hemos visto una filmación en la que un grupo de musulmanes -que no sabemos a quién representan- retiraban la falla en una calle de Valencia con una evidente actitud de enfado y un gesto airado de malas pulgas.
Estamos ante un precedente peligrosísimo que no sé si ha tenido la repercusión que se merece. ¿Por qué hay que indultar una falla que simplemente representa una mezquita y una media luna, cuando en las Fallas se queman reyes, curas, monjas y papas? ¿Por qué no se puede aceptar que la burla y el sarcasmo forman parte del espíritu de una fiesta, y que esa burla y ese sarcasmo se dirigen contra todos los símbolos de autoridad moral o política, todos, repito? ¿Y por qué hay que aceptar que determinadas imágenes no puedan ser sometidas a ninguna clase de burla? Mal asunto, amigos, mal asunto.
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