Quizás
Mikel Lejarza
Toulouse
La colmena
Google te recupera más de 4 millones de resultados sobre el coronavirus en apenas cuatro segundos. Esta abrumadora cifra resulta mucho más representativa sobre el punto de inflexión en que se ha situado la crisis por la gripe china que las medidas de choque que vamos improvisando al mismo ritmo que contamos aislados y afectados: cierre de colegios y universidades, jaque al deporte de masas con las grandes competiciones a puerta cerrada, adiós a los viajes del Imserso y restricciones de visita a los hospitales, se acabaron los abrazos efusivos y los besuqueos, nada de viajes ni exposiciones estrictamente necesarias, mejor solos que mal acompañados... y mucho teletrabajo.
Me han llegado vídeos de ciudadanos arramblando en los supermercados (ni en las mejores campañas de rebajas de El Corte Inglés) y pasos en miniatura de Semana Santa desfilando sobre una aspiradora por el pasillo de casa. ¿Nos reímos o nos preocupamos? Porque lo prudente y lo sensato se confunden con lo grotesco del mismo modo que la prevención se diluye en el postureo. ¿Actuamos para evitar el contagio o actuamos por contagio?
Hay comportamientos cotidianos de higiene que deberíamos haber impuesto hace décadas sin más excusa que las normas básicas de urbanidad (de la incontinencia de los políticos en las campañas electorales a los besamanos y besapiés de las hermandades); se han aprobado protocolos de protección y choque contra la propagación del Covid-19 que son de puro sentido común; pero hay también medidas cargadas de incoherencia que sólo generan dudas y desconcierto. ¿Suspendemos un partido de fútbol pero mantenemos los toros o una manifestación? ¿Todo lo que se pueda aplazar se aplaza? ¿Cerramos España por coronavirus?
En un país como el nuestro, tan dado a la picaresca, sólo le faltaba a esta crisis contar con los que van de sobrados (hace bien Vox en pedir disculpas por la exhibición en Vistalegre aunque para este golpe de contención haya tenido que dar positivo Ortega Smith), con los aprovechados y con los desalmados: desde los que roban mascarillas y trajes de protección buscando el negocio de la reventa hasta quienes son capaces de colarse en la casa de una pareja de ancianos haciéndose pasar por profesionales sanitarios y aprovechan para desvalijarlos. No es ficción.
China estornuda y en el resto del mundo nos resfriamos. Hace unas décadas, esto ocurría con Estados Unidos. ¿De esto va ahora la globalización?
También te puede interesar
Quizás
Mikel Lejarza
Toulouse
Al final del túnel
José Luis Raya
Fe de erratas
¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
El himno a violín
El mundo de ayer
Rafael Castaño
El camino no tomado
Lo último