Brindis al sol
Alberto González Troyano
Razones de las lenguas
Propone Pablo Casado algo parecida a una ley de concordia y, claro, de inmediato empiezan a surgir dudas. De entrada, hay algo redundante en la expresión: en una democracia, cualquier ley, por ser tal, contribuye al fomento de la concordia y la convivencia entre los ciudadanos. Si no lo hace, una de dos: o no hablamos de la democracia o no es una buena ley (en realidad, si se da el primer supuesto, de manera inevitable se dará el segundo). Con sus aciertos y sus errores, España ha venido generando leyes desde la Transición, precisamente, con este objetivo primordial. Así que da la impresión de que Casado acaba de descubrir la fórmula de la Coca-Cola y quiere adjudicarse el tanto ante todo el mundo. Dicho de otro modo: cualquier ley que no sea de concordia no nos sirve. Otra cosa es que Casado pretenda, como parece, sustituir la Ley de Memoria Histórica por la que trae bajo el brazo. Y a lo mejor es cuando hay que empezar a preocuparse, más que nada por una cuestión de conceptos. Califica el líder popular la normativa zapateril de "sectaria", y, bueno, dado que aquel texto pretendía introducir una noción de justicia, igual es inevitable que se atienda más a unos que a otros a la hora de aplicar compensaciones; otra cosa, insisto, son los abundantes errores cometidos. Por ignorancia o por incompetencia. Tanto monta.
La cuestión es que el joven candidato que en su día lamentaba la manía que tienen algunos de seguir incordiando con las fosas comunes viene a decir que es posible una concordia sin memoria. Pero en Occidente ya sabemos desde el Antiguo Testamento que no es posible forjar la paz sin haber ejercido antes la justicia. Casado es consciente de que en este país algunos lo tienen más fácil que otros para mandar pelillos a la mar a la hora de olvidar (ojo a los bandos dichosos: también en San Petersburgo hay fosas comunes donde siguen los cuerpos de españoles enviados a la División Azul, muchos de ellos chavales muertos de miedo que aceptaron luchar contra el comunismo a cinco mil kilómetros de sus casas con tal de evitar represalias a sus familias), y de eso se trata: que podamos mirar adelante para construir un futuro de concordia en igualdad de condiciones. Si apeamos la memoria de este proyecto, lo que tendremos será el campo abonado para que los tiranos de siempre reescriban la historia a su gusto y encima les salga a devolver. Véase el independentismo catalán y sus palmeros de izquierdas.
Si de verdad quiere Casado concordia, mejor deje la memoria en paz y cargue contra el nacionalismo. Contra cualquier nacionalismo. Mejor nos iría a todos.
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