Juan A. Navarro Arias / Janavarro@Malagahoy.es

Confesiones

La puntilla

18 de agosto 2010 - 13:54

Ayer fue una de esas tardes. Una de esas que no las cambio por un derbi Málaga-Sevilla. Ni por un palco vip en un Real Madrid-Barcelona. Ni por una borrachera de Cartojal con los amigos en la Feria del centro. Todo en esta vida tiene un precio, pero no la cambiaría casi por nada. Por malo que sea un festejo, en los toros casi siempre se ve algo. Ya sea la lidia de un manso de libro que tengamos que pitar al arrastre. Pero que difícil es sentir el pellizco en el pecho, ése que no te deja hablar y que te pone sensible al punto de casi llorar. Sólo si alguna vez lo ha sentido, sabe de lo que hablo. En busca de esas emociones subimos todas las tardes de Feria el Paseo del Parque camino de La Malagueta. Ayer se me cogió ese nudo viendo torear a Manzanares al tercero de la tarde. Estuvo a punto de cazarlo en varias ocasiones. Una vez lo volteó sin consecuencias. Pero el torero se cruzó, le plantó cara, le bajó la mano, lo llevó hondo, profundo, templado. Le faltó probarlo por la izquierda, pero cómo me quitaba ya ese nudo. Luego un estoconazo. Este era el toro de las dos orejas, no el que cerró plaza, donde también disfruté y al que igualmente mató de libro. Magistral estuvo Morante con el capote en sus dos toros, aunque no le vimos con la muleta. Pero les confesaré algo más, después de dos tardes, cortar cuatro orejas y salir una vez por la Puerta Grande, con Enrique Ponce me sigue faltando algo. Por delante reconocer que es el mejor lidiador del escalafón, sabe hacer al toro como nadie, pero no pisa los terrenos donde por ejemplo se mueve José Tomás. Su primera faena fue de pico, sin cruzarse nunca. Como la primera del lunes. Lo que más me emocionó fue cuando sacó raza ante el manso que le tocó en quinto lugar. Esto no es políticamente correcto, pero los sentimientos no entienden de eso.

stats