La Rayuela
Lola Quero
El rey de las cloacas
Postales desde el filo
En cierta ocasión le preguntaron a Joaquín Leguina cuál había sido la mayor enseñanza de su larga trayectoria política: que el adversario siempre tiene parte de razón, contestó. Es una reflexión algo naïf para estos tiempos de cólera, aunque aluda a un principio elemental de la democracia. El problema es que solemos convertir en verdad absoluta esa parte de razón que tenemos y entonces acabamos perdiéndola completamente. Es lo que está pasando, que hemos acabado convirtiendo a los adversarios en enemigo y representándolos grotescamente como jinetes del apocalipsis. La cosa tiene poca gracia. No es la primera vez que la derecha, política y mediática, considera ilegitimo un gobierno de izquierda que ha sido elegido, como no podía ser de otra manera, mediante los procedimientos constitucionales establecidos. Ya lo hicieron con Zapatero, sin olvidar el ¡váyase señor González!
Este gobierno no es más que una consecuencia lógica del vuelco que sufrió nuestro sistema político en 2015, cuando los españoles decidimos elegir un parlamento multipartidista, tras más de tres décadas de bipartidismo. El actual lo conforman dieciséis fuerzas políticas. El fin de las grandes mayorías exige, inevitablemente, de las fuerzas políticas capacidad para pactar coaliciones de gobierno o alcanzar acuerdos para formar mayorías parlamentarias. El partido que interpretó correctamente la nueva situación fue el PSOE, cuando en 2016 decidió abstenerse para que el único candidato posible pudiese sacar adelante la investidura y así evitar unas terceras elecciones consecutivas. Algo que no ha hecho ninguna otra fuerza política, probablemente por que ese único candidato posible no ha vuelto a ser del PP sino del PSOE. Así que, negada toda posibilidad de fórmulas transversales, Sánchez ha formado la única coalición posible que permitía formar gobierno y acabar con un bloqueo político que amenazaba con la parálisis. Así que si, antes de la investidura, Sánchez era el único candidato, ahora preside el único gobierno posible.
Desde luego no es una solución perfecta y las alianzas que lo han hecho posible, además de peligrosas, son extremadamente frágiles y quebradizas. Pero, no es menos cierto, que lo que en este parlamento fuera de toda posibilidad es la formación de una mayoría alternativa. Así que acéptenlo, la vida casi nunca es como nos gusta, dejen las divinas palabras y pónganse todos a trabajar de una puñetera vez.
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