La Rayuela
Lola Quero
El rey de las cloacas
Desde el 23J, y no hay semana en que no sea así, parece que nos encontramos con una política sin sentido. O en todo caso, el único que vemos es el de una política como estrategia para conseguir la aritmética suficiente del anhelado gobierno. Precisamente por ello, surge el desánimo sobre nuestros líderes y partidos porque no vemos con claridad que sepan hacia dónde quieren ir y a dónde nos quieren llevar. Ni observamos una atención a los problemas que cotidianos que nos afectan, ni tampoco vemos una capacidad de plantear proyectos ambiciosos a la ciudadanía. Dar sentido a la política no es más ni menos que eso. En una palabra, tener un proyecto de país.
Tenemos, eso sí, un país dividido y polarizado a lo que contribuyen una política de bloques en la que resulta harto difícil llegar a algún consenso. Las elecciones del 23J no han despejado este panorama. Nuñez Feijóo ganó las elecciones y tiene un sólido poder local y autonómico gracias a su pacto con Vox. Sin embargo, su alianza con este partido limita su capacidad de interlocución con prácticamente todos los demás y parece muy lejana la posibilidad de que consiga los cuatro parlamentarios en la investidura. De ser así, la investidura servirá, al menos, para conocer mejor su programa de gobierno y también para legitimar su liderazgo en su partido y reforzar su imagen antes sus votantes ante una repetición electoral. En cualquier caso, el problema de Nuñez Feijóo ha sido, precisamente, el de que apenas conocemos su proyecto de país o, al menos, está difuso. Sus expectativas se centraron en ganar las elecciones y su discurso no fue propositivo. Lo hizo mejor en la crítica al adversario: derogar el sanchismo. Sin embargo, desde entonces, se maneja mal con la agenda política y sus actores, los partidos nacionalistas. Nos referimos al asunto territorial.
Sánchez perdió las elecciones, pero está avanzando en una negociación con la izquierda y los partidos nacionalistas e independentistas que puede lograr la investidura para gobernar. No es sólo una cuestión de poder, ha decidido que la cuestión territorial y su desbloqueo sea una cuestión decisiva de la próxima legislatura, en caso de que consiga gobernar. El primer paso, fue la mesa del Congreso de los Diputados y siguen las negociaciones. La clave aquí es la respuesta a las demandas a Puigdemont, sin olvidar las de ERC, dado que buscar una solución a la cuestión catalana se plantea cómo algo importante. Pretender abordar la cuestión territorial es, sin duda, un proyecto político ambicioso y necesario. La solución a este tema debe servir para encontrar una solución óptima no sólo para Cataluña y Euskadi si no para todos. Sin embargo, no olvidemos que alguna de las reivindicaciones de la que venimos oyendo los últimos días, como el tema de la amnistía plantean serias dudas para muchos constitucionalistas muy serios. Por tanto, cuidado con la Constitución y sus límites. El problema, por tanto, son los socios y su capacidad de chantaje, teniendo en cuenta su peso electoral y, sobre todo, su más que dudosa colaboración con la gobernabilidad de España.
Finalmente, hay otro tema importante: si finalmente, hubiera gobierno, Sánchez y su gobierno de izquierda no deberá olvidar su agenda social y su programa socialdemócrata. El contexto al que nos enfrentamos a medio plazo, tanto económica, como socialmente política sigue siendo difícil. Si Sánchez demuestra que sabe hasta dónde debe llegar y cuáles son los límites con los nacionalistas e independentistas en sus negociaciones sobre la cuestión territorial y además, sigue siendo un socialdemócrata a la altura de los tiempos difíciles que corren habrá demostrado que tiene un verdadero proyecto de país.
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