La Rayuela
Lola Quero
El rey de las cloacas
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La noticia salta de vez en cuando a los medios y es entonces cuando nos percatamos, con horror, de su existencia. La última ocurrió hace poco en el asentamiento chabolista de El Vacie, en Sevilla. Gracias a una denuncia la Policía pudo localizar a una niña de doce años con signos evidentes de ser víctima de malos tratos por parte de "su marido", un chico también menor de edad, fugado de un centro de menores, con el que la habían casado hacía poco. Doce años. Cuando leí la noticia me acordé de aquella otra niña yemení, cuyo caso nos conmocionó a todos y a la que con apenas ocho años casaron con un hombre de más de cuarenta. Murió reventada tras la noche de bodas. Inimaginable la brutalidad a la que puede llegar el ser humano. Dos casos de una misma realidad, la de los matrimonios forzados y precoces en los que, según datos del Fondo de Población de las Naciones Unidas y de UNICEF, se ven envueltas cada año más de 12 millones de niñas, que ya son millones. En la actualidad se estima que unos 650 millones de las mujeres que viven en el mundo se casaron siendo niñas, en su mayoría de procedencia asiática, latinoamericana y africana, por ese orden. Las cifras son dramáticas. A pesar de que existen leyes y convenios internacionales que establecen la edad para casarse a los 18 años, el matrimonio infantil, continúa siendo una terrible realidad en muchos lugares, aunque no salga a relucir todos los días en las páginas de los periódicos, en las redes sociales o en la tele. La pobreza, dicen los expertos, es la primera causa. Para muchas familias sin recursos el matrimonio es la mejor -o la única- opción para dar un futuro a sus hijas y por ello pugnan por casarlas cuanto antes, y de paso se quedan con una boca menos que alimentar. Pero no solo es la pobreza, también es el resultado de la desigualdad de género. El sistema patriarcal -especialmente en países subdesarrollados, donde el peso de la tradición y la influencia de las religiones son importantes- relega a las niñas a un segundo plano, limitándoles a los roles de esposas y madres e impidiéndoles que decidan libremente en cuestiones que influyen en su salud y en sus derechos sexuales y reproductivos. En la chiquilla del Vacie mucho me temo que confluyeron todas estas causas, aunque haya ocurrido justo aquí, dentro de las fronteras de nuestra Europa civilizada. Con tan solo 12 años la vida le ha deparado un presente de terror. Ojalá que, a partir de ahora, a resguardo en un centro de acogida, le perviva la esperanza.
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